Uno crece cuando se enfrenta con la muerte, con la culpa o con el sufrimiento (Viktor Frankl).
Hay que visitar a las personas enfermas o sufrir res porque eso nos permitirá nutrirnosnel alma para poder hospedar allí los dolores y el sufrimiento del otro.
Nosotros somos grandes personas por lo que transmitimos, por nuestra actitud, no por nuestro currículum ni por nuestros títulos.
Y es frente a situaciones como la enfermedad o la muerte en que nosotros podemos sacar lo mejor de nosotros como personas
Por eso que Es importante no reprimir nuestros sentimientos ante el dolor, el sufrimiento o la culpa porque de esa manera nos volveremos más sensibles ante la vida.
Estamos viviendo un mundo de banalidades y debemos desarrollar la sensibilidad espiritual de las personas y eso implica desarrollar la sensibilidad ante el arte, frente a la vida, frente a la belleza.
Lo opuesto es caer en un mundo de superficialidad, de banalidad de inconsistencia (muy favorecido por la aducción a las redes donde pasamos salpicando de una noticia a otra sin profundizar en nada), una vida light donde hacemos la plancha y nada de lo que hacemos nos permite demostrar los valores que tenemos.
Esta dimensión responde a otro modo de entender la inteligencia más allá de los aspectos cognitivos, tales como la memoria y la capacidad para resolver problemas. Hablamos ante todo de nuestra capacidad para dirigirnos con efectividad a los demás y a nosotros mismos, de conectar con nuestras emociones, de gestionarlas, de auto-motivarnos, de frenar los impulsos, de vencer las frustraciones…
A su vez, Goleman explica que dentro de su enfoque sobre la inteligencia emocional hay cuatro dimensiones básicas que la vertebran:
La primera es la auto-conciencia, y hace referencia a nuestra capacidad para entender lo que sentimos y de estar siempre conectados a nuestros valores, a nuestra esencia.
El segundo aspecto es la auto-motivación y nuestra habilidad por orientarnos hacia nuestras metas, de recuperarse de los contratiempos, de gestionar el estrés.
La tercera tiene que ver con la conciencia social y con nuestra empatía,
El cuarto eslabón es sin duda la piedra filosofal de la Inteligencia Emocional: nuestra habilidad para relacionarnos, para comunicar, para llegar acuerdos, para conectar positiva y respetuosamente con los demás.
Como curiosidad,Daniel Goleman nos recuerda en sus libros la necesidad de ser competentes en estas cuatro áreas.En caso de no hacerlo, podríamos tener, por ejemplo, al clásico directivo entrenado en Inteligencia Emocional pero que solo ha llegado a a asumir la auto-conciencia, pero no su capacidad de empatizar con los demás, de entender esos mundos ajenos a las propias necesidades y valores. Debemos ver por tanto estas cuatro áreas como un todo.
La inteligencia emocional se aprende y se puede potenciar
Tanto en su libro “Inteligencia Emocional” (1995) como en “Inteligencia Social” (2006) su autor nos explica que parte de esta habilidad, de esta capacidad, se halla en nuestra propia epigenética. Es decir, se puede activar y desactivar, dependiendo del entorno emocional y social en el que crezcamos, en el que nos eduquen.
Sin embargo, y aquí reside la auténtica magia, la Inteligencia Emocional responde a esa plasticidad cerebral donde cualquier estímulo, práctica continuada y aprendizaje sistemático crea cambios, construye conexiones y nuevas áreas donde ser mucho más competentes en cada una de las 4 áreas antes señaladas.
Daniel Goleman señala también la necesidad de educar a los niños a través de este enfoque.Ya sea en el hogar o en la escuela, todos deberíamos ser capaces de crear un contexto válido y significativo en Inteligencia Emocional. Por otro lado, en lo que al mundo adulto se refiere, sabemos que no faltan en nuestro día a día cursos de todo tipo, que cada día se dan seminarios, conferencias y que todos tenemos además, múltiples libros y revistas a nuestro alcance para formarnos.
Lograrlo, es cuestión de voluntad, de constancia y de aplicar esa conciencia real donde hacer presentes y constantes esas claves que el profesor Goleman nos señala en sus trabajos:
Debemos detectar la emoción que hay detrás de cada uno de nuestros actos.
Es necesario que ampliemos nuestro lenguaje emocional (a veces no basta con decir “estoy triste“, hay que ser más concretos. “Estoy triste porque me siento decepcionado, algo enfadado y confuso a la vez”).
Controla lo que piensas para controlar cómo te comportas.
Busca un por qué al comportamiento de los demás, sé capaz de entender las perspectivas y los mundos emocionales ajenos.
Expresa tus emociones de forma asertiva.
Mejora tus habilidades sociales.
Aprende a auto-motivarte y en luchar por esos objetivos que te pueden acercar a un auténtica felicidad.
Para concluir, más allá de esa cifra que nos ofrecen los clásicos test estandarizados sobre inteligencia, existe otra esfera, otra dimensión y otra inteligencia con la cual, podemos alcanzar el éxito. Hablamos de ese éxito personal donde ser capaces de ajustar comportamientos y emociones, donde conectar mejor con los demás, donde vivir en equilibrio y armonía sintiéndonos competentes, libres, felices y realizados personalmente. Lograrlo es una aventura que conquistar a diario.