30/11/09

Calidad de vida, factores de riesgo y depresión - Intramed

Presentar factores de riesgo, se asocia a peor calidad de vida y mayor incidencia de depresión.
En su edición de junio de la prestigiosa revista “The American Journal of Medicine” se publica una comparación de estudios entre los años 1988 a 2006. Este relevamiento sobre el estado de salud de la población (el más riguroso y sistemático de los que se realizan en los Estados Unidos), ha mostrado resultados desalentadores, por la falta de adherencia a los hábitos saludables.
FALTA DE ADHERENCIA A LA PREVENCIÓN: La adherencia a los hábitos saludables NO es más frecuente entre personas que han padecido alguna enfermedad cardiovascular, hipertensión arterial, dislipidemia o diabetes.
Los hábitos saludables empeoraron más en hombres que en mujeres .
Algunos factores de riesgo se asocian a peor calidad de vida y depresión.
ALIMENTOS POBRES EN NUTRIENTES Y RICOS EN CALORÍAS: Los resultados de este seguimiento de 22 años son desalentadores o hasta deprimentes: La cadena alimentaria moderna favorece el consumo de alimentos altamente procesados, pobres en nutrientes y ricos en calorías. Cada aspecto de la vida moderna, desde los ocupados horarios, el estrés constante y la tecnología que ahorra trabajo, favorece el sedentarismo.
Los resultados del estudio Eurospire muestran resultados semejantes.
En Argentina se consume 50% menos de frutas y 46% verduras de lo recomendable.
El consumo de lácteos bajó 10% en una década, mientras el consumo de carne por habitante es un 75% más de lo aconsejado.
Algo no anda bien: Vale la pena detenerse a pensar cuando la tendencia de los comportamientos sociales contradice todas las recomendaciones que la medicina formula.
Gran parte del esfuerzo de la atención sanitaria se invierte en promover hábitos saludables -cuya relación con las causas más serias de mortalidad nadie pone en duda- sin embargo esos hábitos no cesan de crecer en cada relevamiento, por lo tanto, algo no anda bien.
ES NECESARIO MODIFICAR LAS ESTRATEGIAS: Advertir acerca de riesgos que no logramos modificar y, luego de constatar el fracaso, es desalentador. Algunos proponen intensificar las mismas inefectivas medidas que venimos empleando, pero otros reclaman una revisión en las formas de implementación de aquellas recomendaciones.
Nadie duda de la eficacia de los fármacos para el control de la HTA, diabetes o dislipidemias, pero el problema es que las personas no sostienen esos tratamientos.
Nadie duda de que la obesidad es un factor que promueve la enfermedad vascular y metabólica, pero el problema es que la ganancia de peso está en aumento.
Nadie duda de que el ejercicio previene muchas de las patologías prevalentes, pero el problema es que somos cada vez más sedentarios.
Nadie duda de que el control de los factores de riesgo conocidos es una necesidad para prevenir la enfermedad cardiovascular, pero el problema es que cada vez aumenta más su prevalencia y la de las enfermedades derivadas de ellos.
Nadie duda de la firme determinación del equipo de salud para promover conductas saludables, pero el problema es que cada vez ese objetivo parece más lejano.
Las recomendaciones proponen cada vez umbrales más rigurosos para los parámetros como lípidos, glucemia o tensión arterial.
La epidemiología demuestra que las poblaciones se alejan cada vez más de aquellas sugerencias. LA DISTANCIA ENTRE LO DESEABLE Y LO POSIBLE cada vez es mayor: Tal vez haya razones suficientes como para intentar pensar sobre el tema desde nuevas perspectivas. Algunas de ellas son apenas posibilidades pero que merecen ser analizadas.
1. Es posible que estemos abordando médicamente un problema social y cultural.
2. Es posible que estemos empleando estrategias asistenciales inapropiadas para el tipo de afecciones crónicas que tratamos.
3. Es posible que la acción del médico resulte insuficiente para la complejidad del problema.
4. Es posible que lo que les proponemos a las personas sea más de lo que alguien puede lograr solo y abandonado a su propia voluntad.
5. Es posible que para contradecir una cultura se requiera la construcción de otra alternativa.
6. Es posible que la situación que los individuos ocupan en la estructura social condicione su conducta, la adquisición de hábitos, la capacidad de modificarlos y la expectativa de éxito de las intervenciones terapéuticas.
7. Es posible que los modelos de causalidad lineal simple ya no resulten capaces de dar cuenta de la complejidad del cuadro que abordamos.
8. Es posible que se requiera del desarrollo de nuevas competencias cognitivas muy diferentes a las del modelo de racionalidad médica tradicional para intervenir con eficacia sobre las enfermedades crónicas del presente.
9. Es posible que haya que escuchar a los pacientes más de lo que hemos hecho hasta ahora y hacer un esfuerzo por adecuar nuestras recomendaciones a las posibilidades del mundo real en que todos vivimos.
10. Es posible que no resulte suficiente “informar” acerca de los riesgos sino “implementar” procesos de acompañamiento y facilitación que permitan alcanzar metas cada vez más inalcanzables.

2 comentarios:

  1. Estimado Dr:Frente a tanta información, de absoluta importancia, y despúes de ver cero comentarios en su artículo,mi sensibilidad estimulada, (por algunos cursos, sobre salud, alimentación), se revela ante tanta indiferencia.Siento un gran respeto por la ciencia,y admiración por quienes nos acercan a ella en términos entendibles.Inclino mis pensamientos hacia un ser humano indivisible y social.Los médicos solos no pueden llevar sobre sus hombros el drama del ser, pero son quienes se enfrentan a el cara a cara,( con sus pacientes), expresado de las mas diversas formas.Todos los caminos de integración, entre ellos el PNIE, la antropología,la física y otras materias, bienvenidos sean.
    Con Agradecimiento
    Isabel

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  2. Muchas gracias Isabel por el comentario. Reciba también un saludo.
    Dr.George

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