ENTREVISTA AL DR. VALENTÍN FUSTER (CARDIÓLOGO) Y AL DR.JOAQUÍN FUSTER (NEUROCIENTÍFICO): Joaquín es el experto en cerebro, pero su conversación es pasional; su ánimo, encendido; su comportamiento, jovial. Valentín es experto en corazón, pero sus palabras son meditadas; su opinión, medida; su gesto, austero.
Ambos son un ejemplo de profesionalidad, rigor científico y humildad. Rezuman entusiasmo ante lo que ignoran y llevan décadas en Estados Unidos investigando los motores de nuestro cuerpo: Joaquín, en la costa oeste, en Los Ángeles; Valentín, en la costa este, en Nueva York.
Esta dedicación los ha llevado hasta lo más alto de la élite científica, y ahora, el martes 24, Joaquín será investido como Doctor Honoris Causa por la Universidad Autónoma de Madrid, mientras su hermano, hace sólo un mes, ha sido nombrado presidente del Comité para la Prevención de la Epidemia Global de Enfermedad Cardiovascular, algo así como el responsable mundial de nuestra salud cardiaca. Ambos son, a su vez, miembros de honor de la Real Academia Nacional de Medicina.
Cuentan que su abuelo, el doctor Valentín Carulla, que fue rector de la Universidad de Barcelona, creía tanto en la importancia de la educación primaria que iba por los pueblos, a lomo de asno, fundando escuelas en las que colgaba un cartel con el lema: «Aquí comença tot».
Revista XL: ¿De qué modo les influyó vuestro abuelo?
Valentín Fuster. No conocimos al abuelo [murió en 1923], pero yo investigué su trayectoria para un trabajo de la facultad y quedé impresionado por su generosidad y su moderna visión de la vida. Escribir su biografía me marcó. Un siglo atrás, él ya defendía la importancia de la educación gratuita; una causa que apoyó con su tiempo y su dinero. Yo he intentado seguir su ejemplo.
Joaquín Fuster. Dicen incluso que entraba en la casa del enfermo, dejaba su sombrero, abrigo y guantes, y con su sola presencia el enfermo se sentía mejor. Creo que lo que más aprendimos de él es el valor de la medicina personal, que se ha hecho hoy tan escasa e inaccesible, reemplazada por la medicina industrial, más o menos socializada. Desgraciadamente, sólo los ricos pueden seguir beneficiándose de la medicina a la antigua. El rey Alfonso XIII lo hizo marqués de Carulla, y tengo entendido que tenía intención de nombrarlo ministro de Educación. Y es que, además de su humanismo y su dedicación a la medicina personal, destacaba por su habilidad didáctica y su talento administrativo.
Valentín Fuster: Mire, hay una anécdota que describe su modo de hacer las cosas: un problema burocrático retrasó no sólo la apertura del Hospital Clínico de Barcelona, que él fundó, sino también el traslado de los pacientes. Desesperado con el retraso, nuestro abuelo decidió resolverlo personalmente y trasladó a docenas de pacientes en carros de caballos. Así era. Nuestros padres nunca se dieron importancia a sí mismos o a otros miembros de la familia. La filosofía era hacer bien las cosas, con naturalidad, y no presumir de ellas.
Revista XL: ¿Cómo estaba constituida la familia?
Joaquín Fuster: Éramos cinco hermanos: yo, el mayor, y Valentín, el menor. Nuestro padre, que se llamaba también Joaquín, era psiquiatra y nuestra madre, Pilar de Carulla y Carulla, supervisaba las finanzas y el personal de su clínica psiquiátrica, el Sanatorio de Pedralbes. Ella, además, seguía siendo ama de casa. ¡Estaba en todo! Y vivió hasta los 101 años, eh... No hay palabras para definir su admirable labor.
Valentín Fuster: Sí, era una trabajadora incansable. Nuestro padre, también; era un hombre que se hizo a sí mismo.
Revista XL. ¿Y qué recuerdos conservan de ustedes?
J.F. Éramos niños perfectamente normales: movidos, traviesos, sociables y divertidos. Tuvimos una infancia feliz, aunque en mi caso, 13 años mayor que Valentín, fui consciente de algunos de los desastres de la Guerra Civil que afectaron a la familia.
Valentín Fuster: Sí, la nuestra era una familia feliz y sana. Y en mi caso, mi infancia se caracterizó por una cierta independencia, la que suelen tener los hijos menores en familias numerosas. Mis padres trabajaban, mis hermanos estudiaban y yo tenía más libertad.
Revista XL. ¿Cuándo y por qué decidieron dedicarse a la medicina?
J.F. Yo, en el verano de 1947. Ya estaba casi a punto de matricularme para emprender estudios de Telecomunicación, cuando el toro cogió a Manolete en Linares. La prensa estaba llena de detalles acerca de la herida y los presuntos errores de los cirujanos. Todo ello me interesó muchísimo y me infundió la fantasía de que algún día yo podría hacer mejor las cosas. Cambié de vocación en el acto. Podría decirse que entré en la medicina por la vena femoral [ríe]. Bien, también podría decirse que estaba escrito en las estrellas o en los genes.
Valentín Fuster: En realidad, yo quería estudiar Agricultura. Quería investigar la naturaleza. En aquella época no se impartían estudios de Agricultura en Barcelona y no existía la movilidad actual. Los jóvenes no cambiaban de ciudad para estudiar; ahora cambian de país. Supongo que pensé que la naturaleza humana también era naturaleza al fin y al cabo. Me especialicé en cardiología debido a la influencia de mi tutor, Farreras Valentí; un médico que me guio en Medicina. Tuvo un infarto. Estaba convencido de que el corazón era el órgano que él menos conocía y me animó a especializarme en ese campo.
Revista XL. Y usted, Joaquín, ¿por qué la neurociencia?
Joaquín Fuster: Hubo una confluencia de factores: mi inclinación por las ciencias –que se me daba mejor en el bachillerato– y mi especialización en psiquiatría. El ‘virus’ de la neurociencia me dio de lleno cuando se me ocurrió mejorar mi inglés leyendo revistas americanas de neurofisiología; fue en Austria, con una beca. De regreso en España, contemplando el panorama científico, decidí venirme a América y quemar las naves. ¿Sabe quién me ayudó a tomar la decisión? Mi padre, pese a lo dolido que estaba con ella. Pero viendo mi afición a la neurociencia, hombre liberal que él era, vino a decirme: «Vete, aquí en eso no hay nada que hacer».
Revista XL. Joaquín, ¿qué le asombra, ante todo, del corazón?
J.F. Su precisión, su capacidad de adaptación y su autonomía como órgano vital, aunque buena parte de esta autonomía está modulada por el cerebro.
Revista XL. ¿Y a usted, Valentín, del cerebro?
Valentín Fuster: Me asombra su complejidad. El corazón utiliza la energía para una actividad muy mecánica: impulsar la sangre hacia fuera. El cerebro utiliza energía para coordinar la consciencia. Es más complejo y creo que aún es el gran desconocido.
Revista XL. Asústenme sobre algún hábito muy extendido que, sin que lo advirtamos, está ya resultando nocivo para nuestra salud. ¿Hay algún mal ‘tapado’?
J.F. Pues vaya susto voy a darle: ¡leer demasiado la prensa diaria y mirar demasiada tele! Ambas venden malas noticias y se callan las buenas; además, te quitan tiempo para hacer cosas más útiles, como son la ciencia, el deporte, el arte y la filantropía. Claro que hay que estar al tanto de lo que pasa por el mundo, pero has de elegir cuidadosamente tu periódico. Queremos información fiable y opinión equilibrada. Lo demás son paparruchas y esperpentos, los cuales sí son nocivos para la salud. Curiosamente, cuando algo va mejor en este mundo, tenemos que adivinarlo, porque el periódico y la tele hablan menos de ello.
Valentín Fuster: Sí, en nuestra sociedad abundan, además, el estrés, la ansiedad y la soledad, y la mala alimentación, el tabaquismo y la vida sedentaria nos empujan a la enfermedad cardiaca. Otro gran problema, al que no se le está dando la atención que merece, es la contaminación.
Revista XL. ¿Hay más depresión, ansiedad, estrés y complicaciones cardiovasculares en países desarrollados que en naciones del Tercer Mundo? ¿La falta de necesidad genera más ansiedad y angustia que la falta de satisfacción?
Joaquín Fuster: Muchas ‘necesidades’ y ‘satisfacciones’ las inventa la sociedad, y los medios se encargan de difundirlas. Factores contribuyentes no faltan: envidia, percepción de injusticia, afán de posesiones más o menos superfluas, y siempre el dinero, dinero y más dinero. Hay muy pocos millonarios verdaderamente felices (y muchos miserables idílicamente felices en sociedades primitivas, sobre todo rurales). En última instancia está la quimera, repetidamente defraudada, de que el Gobierno nos resolverá los problemas y nos igualará a todos. De todo esto salen el estrés, la depresión, la ansiedad y las arterias enfermas del país desarrollado. Con menos medios, otros son más felices y tienen las arterias más lisas. Mucho de eso lo trajo la revolución industrial y, con ella, el consumismo del que habla mi hermano.
Los 3 grandes males de la sociedad actual: La lucha por el poder, la competitividad y la envidia:
Valentín Fuster: Yo creo que no se puede hacer claramente la distinción a las que usted se refiere; tampoco generalizar. Vivimos en un mundo muy complejo. Los seres humanos son esencialmente idénticos en todas partes. Las grandes lacras de la sociedad –ahora y antes, en un país y en el otro– son la lucha por el poder, la competitividad y la envidia. Viviríamos en una sociedad más sana y feliz si nos percatásemos de que vivimos cuatro días y que vale la pena colaborar con nuestros compañeros de vida y asumir un compromiso social. Es importante que la sociedad tienda hacia un modelo más igualitario y que las personas con poder se integren en un equipo y escuchen a los demás. Curiosamente, la estrategia de investigación biológica dirigida a defender y promover la salud avanza mucho más rápidamente que la estrategia para establecer la paz entre los humanos.
J.F. Justamente, y ese modelo igualitario del que hablas no puede dictarlo ningún gobierno, sino que tiene que venir de abajo, con educación ciudadana, tolerancia y auténtica humildad, aprendiendo de nuestros errores. Todas las crisis económicas tienen algo de positivo en este sentido. Me atrevo a predecir que la presente llevará al resurgimiento de dos virtudes sociales que hoy escasean en el mundo civilizado, donde la codicia abunda: el ahorro y la generosidad. Ambas vienen de abajo, del hogar, de la familia y de la buena escuela.
Revista XL. Las situaciones apremiantes de trabajo y las nuevas tecnologías nos llevan a vivir cada vez más aislados. Se tienen mil ‘contactos’, pero acaso menos ‘comunicación’. ¿Cómo reaccionar ante estos nuevos hábitos?
Revista XL. Las situaciones apremiantes de trabajo y las nuevas tecnologías nos llevan a vivir cada vez más aislados. Se tienen mil ‘contactos’, pero acaso menos ‘comunicación’. ¿Cómo reaccionar ante estos nuevos hábitos?
Joaquín Fuster: Con educación, prudencia y sentido común. Vivimos tiempos interesantes y hay que sacarles jugo, sobre todo cuando el innegable progreso que hacemos nos sirve para ayudar de algún modo al prójimo. Aproveche ese progreso, siga su corriente sin hundirse en él. Deje la revolución de las masas para eso: las masas. Y `bostece´ cuando lo llamen `elitista´. Vivirá más tranquilo y quizá más sano. Y duerma un poco la siesta, si le da tiempo.
Valentín Fuster: Yo creo que es importante potenciar las cuatro T: `tiempo´ para reflexionar, `talento´ (no utilizar nuestro talento nos lleva a la neurosis y a la frustración), `transmitir´ (conceptos, sentimientos, proyectos e ideas a los demás; dar más que recibir, en definitiva) y `tutoría´ (ayudar y escuchar a las generaciones que suben, que son el futuro). Es importante incluir frutas y verduras en nuestra alimentación, sí, pero también respetar una dieta de felicidad para cuidar el alma: ser uno mismo, tener tiempo para uno mismo y para los demás, controlar nuestras vidas. Evitar el sobrepeso físico, pero también el mental.
Revista XL. La persona cardiovascular y cerebralmente saludable no fuma, bebe con moderación, practica deportes, habla idiomas, lleva una dieta equilibrada e hipocalórica, respeta unos horarios, evita situaciones de estrés y ansiedad... ¿Qué porcentaje aproximado de la humanidad puede vivir en estas condiciones?
J.F. Quizá, cero. Una cosa son los cánones y la otra, los fieles.
V.F. El perfeccionismo nos ata. No podemos convertirnos en prisioneros de la perfección. Si respetamos un plan de salud al 75 por ciento, podemos sentirnos satisfechos. Yo también me como una hamburguesa de vez en cuando.
Revista XL. Y así como existen los alimentos cardiosaludables, ¿hay pensamientos, ideas o hábitos neurosaludables?
V.F. Pensamientos positivos, creativos y solidarios. Y llevarlos a la práctica, sí.
Revista XL. Un corazón y un cerebro sanos, unos hábitos saludables, ¿acaban generando biológicamente felicidad?
J.F. Eso, eso. Probablemente generan cierta ‘felicidad’ por secreción de ciertos neurotransmisores. Pero más sana y genuina es la felicidad de hacer lo que está en nuestro poder para la felicidad de los demás. Esto último es, en buena parte, lo que le permitió a nuestra buena madre vivir felizmente 101 años. Y, además, en nuestra profesión es necesario cultivar una autocrítica implacable, huyendo de la adulación como del diablo. Por favor, no confunda el placer con la felicidad. El hedonismo moderno es antitético a la felicidad auténtica, como lo es al amor auténtico.
Valentín Fuster: La felicidad es dar, más que recibir. Tan simple como eso. Todas las demás felicidades son típicas de anuncios de televisión y promesas sintéticas. Ahora, el optimismo y la sensación de controlar nuestra vida tienen un impacto muy positivo en nuestra salud. También física, ya que por lo general la persona que tiene la sensación de control come mejor, encuentra tiempo para practicar ejercicio, se relaciona con los demás y tiene una autoestima más alta.
Revista XL. En la antigua Grecia, filosófo y científico eran casi sinónimos. ¿Y hoy?
J.F. Sí, sí. El investigador es un filósofo, aunque no se dé cuenta de ello. Usa la lógica, que es rama de la filosofía –sobre todo, de la aristotélica o cartesiana– para comprender la naturaleza.
V.F. El científico estudia lo tangible. La ciencia es cuantificable. Sin embargo, todo científico se plantea cuestiones no cuantificables aún y, por tanto, entran en el campo de la filosofía o la metafísica. Sin embargo, a veces los científicos caemos en el error de ignorar conceptos que no podemos cuantificar, por miedo o arrogancia. Y hay que salir de esta actitud. Por ejemplo, ¿cómo explicar o cuantificar algo tan intangible como el alma o el espíritu? Muchos pretenden hacerlo. Para un científico, hay dos actitudes ante lo desconocido: si algo no es cuantificable, «no me interesa porque soy científico». O una actitud menos arrogante, por la que yo apuesto: «De acuerdo, no lo entiendo, pero me fascina no entender y observar, simplemente». La ciencia no tiene respuestas para todo.
Revista XL. Por cierto, ¿qué decide nuestra conducta más allá de lo biológico? ¿Existe realmente la voluntad o somos marionetas de nuestros genes, de nuestra infancia, del ambiente y de lo que nuestras glándulas secretan?
Joaquín Fuster: El concepto de un centro de la voluntad en el cerebro (en el lóbulo frontal, por ejemplo) es otro mito. ¿Que si se puede reducir todo a determinantes biológicos? Pues sí, en términos probabilísticos, el resultado de la competición y reconciliación de una infinitad de exigencias afectivas, instintivas, cognitivas, etc. Pero tenga en cuenta que algunas de estas exigencias vienen de ciertas redes neuronales de la corteza que representan los principios éticos y morales, los cuales rigen, o tendrían que regir, nuestra conducta social. Estos principios son producto de la cultura y la educación, además de la ley natural. Para resumírselo: hay en el cerebro un sistema de principios sin los cuales la sociedad sería un caos de crimen, miseria y desespero. Esto último no lo dijo ningún padre de la Iglesia (aunque todos ellos, seguro, se habrían apuntado a ello), sino Benjamin Constant, nada menos que un ídolo de la izquierda que recalcó que, sin este sistema de principios, la libertad es inconcebible. Entre esos principios está la responsabilidad individual, algo que algunos, sobre todo en la izquierda, parecen haber olvidado.
Valentín Fuster: En nuestro comportamiento juega un factor no cuantificable del que ya he hablado antes: el alma (aura, si prefiere); ese misterio de las personas que nos distingue de los otros seres vivos del planeta.
XL. Pero ¿qué ocurre en nuestro cerebro para que nos nazca más espontáneamente no trabajar que hacerlo, echarnos sobre un sofá que correr seis kilómetros?
XL. Pero ¿qué ocurre en nuestro cerebro para que nos nazca más espontáneamente no trabajar que hacerlo, echarnos sobre un sofá que correr seis kilómetros?
J.F. La respuesta no está en el cerebro, sino en las piernas: es la pereza, amigo, la pereza. Dejémoslo así. Aquí podría citar un montón de hormonas, pero no voy a hacerlo: el asunto es muy complejo y todavía está en las tinieblas.
V.F. Yo no generalizaría. Mi hospital está delante de Central Park y cada mañana veo a cientos de personas que prefieren correr seis kilómetros que echarse en el sofá.
Revista XL. Ya, pero si uno sabe que un alimento es perjudicial para el corazón, ¿por qué el cerebro nos empuja a consumirlo en vez de frenarnos? ¿Tan poco nos entendemos?
J.F. Porque el placer y la necesidad biológica a veces pueden más que el buen juicio. ¿Le sorprende?
Valentín Fuster: El problema es que el sentido común y el placer a veces no van al unísono.
Revista XL. Según la doctora Hellen Fisher, estamos hormonalmente condenados a desenamorarnos de nuestra pareja en unos cuatro años, a partir de la disminución de oxitocina y del aumento de endorfinas que nuestra pareja nos estimula. ¿La biología nos gobierna más de lo que nos cuenta Hollywood?
J.F. Con mi esposa, acabamos de celebrar nuestras bodas de oro, con todos mis hermanos presentes. ¡¿Qué oxitocina y qué monsergas...?!
Valentín Fuster: Y muchos de mis pacientes han celebrado sus bodas de oro con una vida en pareja plena, también sexualmente, porque tras 50 años juntos la comunicación y la complicidad son totales, también en ese terreno. Tengo pacientes de 80 años que viven el sexo con su pareja de una forma más intensa que un joven sano de 30. La clave del amor es la comunicación.
Revista XL. ¿Y de la sexualidad?
.F. Nada. «Vive la différence!»
V.F. La sexualidad es una extensión de esta comunicación. Si no se afronta desde un punto de vista de la comunicación, es transitorio. Es un amor totalmente consumista.
Revista XL. ¿Cuál es el gran desafío de la investigación cardiovascular?
V.F. Creo que la tendencia será estudiar los sistemas de defensa de nuestro sistema cardiovascular y, una vez estudiados, potenciarlos.
Revista XL. ¿Lograremos desarrollar ‘vacunas’ contra el infarto?
Valentín Fuster: No pasará porque la enfermedad cardiaca es multifactorial. La mejor vacuna es tener unos hábitos de vida saludables. No falla: si comes sano, bebes con moderación, no fumas, haces ejercicio y te haces chequeos rutinarios, tienes tu salud cardiaca bajo control. Esa es la vacuna más efectiva.
Revista XL. ¿Y cuáles son los desafíos para la neurociencia?
J.F. La enfermedad mental –sobre todo, la esquizofrenia y las demencias, su genética y su tratamiento–, los trastornos psiquiátricos infantiles –de la atención, autismo...– y la adicción y el abuso químico en todas sus variedades.
Revista XL. Vivimos cada vez más años; ¿sabemos para qué, al margen de nuestra instintiva compulsión expansiva?
J.F. La auténtica sabiduría está justamente en trascender el yo, al margen de esa «compulsión expansiva», y aprender y comprender nuestro papel en la sociedad humana.
V.F. Tiene sentido vivir más si uno puede seguir siendo útil a la sociedad, si puedes aportar algo. Ese algo puede ser sabiduría y amor.
Entrevista de Diego Bagnera para la revista XL
Entrevista de Diego Bagnera para la revista XL
Muy interesante. Hay que procurar tener estas cosas muy presentes.
ResponderEliminarExcelentes sabios y personas, ellos son los que deberían dirigir la sanidad de nuestro marchito país.
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