EL ACCIDENTE:
El 12 de octubre el avión Fairchild Hiller FH-227 perteneciente a la Fuerza Aérea Uruguaya partió del Aeropuerto Internacional de Carrasco transportando al equipo de rugby del club de ex alumnos del Colegio Stella Maris de Montevideo, que se dirigía a jugar un partido contra el Old Boys de Santiago de Chile.
El mal tiempo les obligó a detenerse en el aeropuerto El Plumerillo, en la ciudad de Mendoza, Argentina, donde pasaron la noche. Al día siguiente, el frente persistía, pero debido a la premura del viaje y hechas las consultas pertinentes, se esperó sólo hasta la tarde, cuando amainaron levemente las condiciones de tormenta. El vuelo continuó por la tarde del 13 de octubre despegando a las 14:18 (hora local) con destino a Santiago de Chile.
EL ACCIDENTE:
Partió desde Mendoza y adoptó rumbo Sur, hacia Malargüe, en un trayecto que le insumiría unos 45 minutos de vuelo. Alcanzó su altitud de crucero de 15.000 pies y a las 15:08 hs. reportaron su posición a Malargüe, estimando El Planchón a las 15:21 hs. La ruta estaba cubierta por un manto nuboso compacto que impedía tomar contacto visual con cualquier referencia exterior. Tras esa comunicación el FH-227 viró hacia el noroeste directamente hacia la cordillera sobre la aerovía G17.
Puntualmente a las 15:21 toma contacto con Santiago de Chile, informa encontrarse sobre el Paso del Planchón y estimaban alcanzar Curicó un minuto más tarde.
A las 15:24 hrs nuevamente se comunican con Santiago informando que tenían a la vista Curicó y que adoptaban curso norte por lo cual se les autorizó el descenso a los 11.500 pies (3.500 metros) para iniciar el descenso gradual hasta el aeropuerto Pudahuel distante a unos 170 km (25 minutos de vuelo aproximadamente).
Sin embargo el FAU-571 se encontraba en una posición muy diferente a la reportada y al iniciar el descenso comenzó a acercarse a los principales picos montañosos de la zona sumándose a ello la existencia de turbulencia moderada a severa en dicho trayecto. Así la aeronave comenzó a perder altitud y según los testigos, el avión en un momento volaba dentro de un cañón montañoso bastante cerrado, observándose bastante proximidad de los extremos de las alas con la ladera de las montañas. Seguramente ésta visión no fue observada por los pilotos por cuanto en tales circunstancias deberían haber aplicado máxima potencia e iniciar un rápido ascenso. Todo indica entonces que la visibilidad hacia delante era nula pero al cabo de unos instantes se despejó y para sorpresa de los pilotos tenían directamente enfrente un murallón que unía dos picos. En una maniobra heroica el Comandante Ferradas le imprime máxima potencia y se intentó superar dicho obstáculo. El golpe de la nariz del avión contra el banco de nieve resultó fatal para los tripulantes de cabina. La fuerza del golpe hizo que el tren de aterrizaje delantero, todavía en su pozo, comprimiera fuertemente la cabina del avión hacia atrás, atrapando a sus ocupantes contra el panel de instrumentos. Lagurara quedó con su cabeza fuera de la ventanilla y con su pecho comprimido contra el fuselaje en el interior. Los pasajeros que quedaron dentro del fuselaje, por la inercia, fueron comprimidos en sus asientos hacia la parte frontal de éste, que se elevó hasta casi tocar el techo. Algunos de los fallecidos quedaron comprimidos entre asientos o atrapados por ellos mismos. Algunos pasajeros sufrieron traumatismo craneoencefálico (TCE), lo que provocó su muerte, mientras que otros quedaron atrapados en sus asientos sin posibilidad de zafarse.
Para el resto, el golpe fue amortiguado. Increíblemente, algunos pasajeros resultaron ilesos o con tan sólo heridas leves. Hubo otros pasajeros con heridas internas graves que fallecieron en horas posteriores.
De inmediato, Marcelo Pérez, el capitán del equipo de rugby, organizó a los ilesos para ayudar a liberar a los que seguían atrapados y a los heridos, despejando el fuselaje para prepararse para la noche.
Uno de los sobrevivientes salió por atrás del fuselaje y a tientas entre la nieve y el fuselaje se acercó al piloto agonizante.
Lagurara solicitó agua, a lo que el sobreviviente le acercó nieve a la boca. Entonces, empezó a decir: «Anota, estamos en Curicó, anota...».
Entonces, Lagurara le pidió tomar el revólver de la cabina y que le disparara, cosa que no ocurrió. El piloto Julio Ferradas murió víctima de un Traumatismo Craneo Encefálico y el copiloto Dante Lagurara murió tras agonizar toda la noche, al amanecer del día siguiente.
SUPERVIVENCIA DE 72 DÍAS:De las 45 personas en el avión, trece murieron en el accidente o poco después (entre ellos 4 de los 5 miembros de la tripulación); otros cuatro habían fallecido a la mañana siguiente, y el octavo día, murió Susana Parrado debido a sus lesiones.
Los 27 restantes tuvieron que enfrentarse a duras condiciones ambientales (-25 a -42 °C) de supervivencia en las montañas congeladas, aún en plena época de nevadas, en medio de la primavera austral.
Durante varios días las partidas de rescate intentaron localizar los restos del avión sin éxito. Incluso algunos aviones estuvieron cerca del lugar, pero muy alto para poder encontrarlos.
Muchos de los sobrevivientes habían sufrido diversas lesiones cortantes o moretones y carecían de calzado y ropa adecuada para el frío y la nieve. Se organizaron para resistir las duras condiciones imperantes.
A pesar de las condiciones y el grado de debilidad y aletargamiento, los sobrevivientes liderados por el estudiante de medicina, Roberto Canessa, quien propuso soluciones para todo, fabricó además elementos y utensilios ingeniosos tales como alambiques, guantes (con los forros de los asientos del avión, que se desprendían con facilidad), botas (con los cojines de los mismos) para evitar hundirse en la nieve al querer trasladarse, y anteojos (con el plástico tintado) para resistir el frío y el encandilamiento de la nieve.
La mayoría de los sobrevientes dormían con un par de pantalones, tres o cuatro suéteres, tres pares de calcetines, y algunos se tapaban la cabeza con una camisa para conservar el aliento. Para evitar la hipotermia, en las noches más frías, se daban masajes para reactivar la circulación e intentaban mantener la temperatura corporal en contacto entre sí.
Algunos preferían dormir descalzos para evitar golpear a alguien con sus zapatos. La búsqueda se suspendió ocho días después del accidente. En el undécimo día en la montaña los supervivientes escucharon por una radio de pilas, con consternación, que se había abandonado la búsqueda.
ALUD MORTAL LA NOCHE DEL 29 DE OCTUBRE: La noche del 29 de octubre, a 16 días ya de la caída, una nueva tragedia se cernió sobre el resto del avión y sus ocupantes.
En la noche, a eso de las 23:00 un alud se deslizó y sepultó los restos del Fairchild FH-227D, ingresando por el boquete de la parte posterior, arrasando el muro provisional y sepultando a quienes dormían en su interior, salvo a un joven, Roy Harley, quien desesperadamente comenzó a cavar en busca de los que yacían bajo la nieve. Pese a los desesperados intentos de rescate por sus compañeros, ocho personas murieron asfixiadas bajo la nieve, incluyendo al capitán del equipo Marcelo Pérez y al último pasajero de sexo femenino, Liliana Navarro de Methol.
No obstante, el enterramiento del fuselaje permitió al resto de los sobrevivientes no morir congelados más adelante. En esta nueva situación las condiciones de supervivencia se endurecieron aún más.
Apenas disponían de espacio en el interior, contando con menos de un metro hasta el techo solo en la parte delantera del fuselaje.
Se percataron suficientemente a tiempo de la carencia de oxígeno al ver que la llama de un mechero tendía a apagarse. Nando Parrado, localizó un vara con la que golpeó el techo del fuselaje hasta conseguir hacer un agujero, pero la capa de nieve por encima del fuselaje le obligó a seguir perforando hasta llegar a la superficie por donde finalmente pudo entrar el oxígeno que necesitaban. Podían sentir como en el exterior se estaba desarrollando un duro temporal del cual se protegerían en el interior del fuselaje, sin embargo carecían del alimento que almacenaban fuera del mismo. Esto les obligó a hacer uso de alguno de los cuerpos de sus compañeros fallecidos en el alud que se encontraban en el interior. Este hecho les condicionó en el modo en que posteriormente ubicarían a los cuerpos, tendiendo en cierta medida a dispersarlos pensando que así facilitarían más su disponibilidad ante situaciones inadvertidas.
A mediados de noviembre, fallecieron dos jóvenes más, (Arturo Nogueira y Rafael Echevarren), a causa de la infección de sus heridas, gangrena.
El 11 de diciembre, moriría la 29º y última víctima del accidente por la misma causa (Numa Turcatti). Los supervivientes disponían apenas de alimentos.
LA FALTA DE ALIMENTO Y EL INSTINTO DE SUPERVIVENCIA: A pesar de que durante los días posteriores al accidente racionaron la comida disponible, pronto se mostró insuficiente.
En el lugar donde se habían estrellado no había vegetación ni animales de los que pudieran alimentarse, el terreno era suelo desnudo de nieves perpetuas. El grupo pudo sobrevivir durante 72 días y no morir por inanición gracias a la decisión grupal de alimentarse de la carne de sus compañeros muertos (práctica denominada antropofagia), quienes estaban enterrados en las afueras del fuselaje.
No fue una decisión fácil de tomar, y en un principio algunos rechazaron hacerlo, si bien pronto se demostró que era la única esperanza de sobrevivir, muchas consideraciones pasaron por el tema religioso católico. Pronto se impuso la regla (o exigencia), de no utilizar como alimento a ningún familiar cercano, ni tampoco a algún fallecido de sexo femenino, como el caso de las dos mujeres.
INTENTOS DE COMUNICARSE: En un primer momento quisieron utilizar la radio de la cabina para pedir auxilio, pero carecía de energía, pues la batería estaba en la cola que ellos habían creído divisar 2 km más arriba.
Varios de los supervivientes intentaron localizar la sección de cola que había sido arrancada a raíz del primer impacto, esperando poder recuperar las baterías que se encontraban en esa parte del avión.
Cuando por fin llegaron a la sección de cola, ubicada a la distancia que habían supuesto, vieron que las baterías resultaban excesivamente pesadas (cerca de 23 kg cada una), para trasportarlas hasta el fuselaje del avión, por lo que decidieron desmontar la radio de la cabina y llevarla hasta la cola del avión; la batería estaba en buen estado.
Además en algunas valijas hallaron chocolates y licores. A pesar de todos sus esfuerzos no lograron comunicarse con el exterior pues un cortocircuito originado debido al desconocimiento, dañó irreparablemente la radio. Junto con el hallazgo de la cola, también hallaron los cuerpos de dos pasajeros enterrados y aún unidos a sus asientos por los cinturones de seguridad.
El extremo frío de la alta montaña era el peor enemigo que debían afrontar los sobrevivientes, sin embargo, gracias a estas temperaturas se podía conservar adecuadamente la carne y se impedía por completo el desarrollo de las infecciones que podrían haber producido los microorganismos que estaban en ese momento ausentes debido a estas condiciones, aún ya habiendo comenzado el verano austral en la última etapa.
LA HEROICA TRAVESÍA DE FERNANDO PARRADO Y ROBERTO CANESSA CRUZANDO PICOS DE 5.500 metros DE LA CORDILLERA DE LOS ANDES:
Para comienzos de diciembre de 1972, el deshielo dejó al descubierto el fuselaje nuevamente y los sobrevivientes pudieron disfrutar de días soleados, bañados con los cálidos rayos del sol. Los supervivientes finalmente vieron que su única esperanza consistía en ir a buscar ayuda.
El 12 de diciembre de 1972, Nando Parrado, Roberto Canessa y Antonio Vizintín parten en busca de ayuda.
Al creer en todo momento que se encontraban ya en territorio chileno, es decir, en el lado occidental de la cordillera andina, tomaron la errada decisión de caminar rumbo al poniente, teniendo que encarar el cruce del encadenamiento principal de los Andes sin medios, preparación, ni fuerzas adecuadas.
Si la marcha se hubiese efectuado hacia las pampas argentinas, el esfuerzo habría sido muy inferior, pues allí el terreno rápidamente desciende hacia el oriente, logrando arribar a los primeros criadores de cabras y ovejas en un recorrido mucho más acotado y asequible.
En particular a unos 21 kilómetros en línea recta se encuentra el Hotel Termas del Sosneado que en aquellos días albergaba víveres y se encontraba custodiado por una persona con ayuda de la cual probablemente les hubiera sido mucho más fácil encontrar la civilización. La gran altitud del cerro Sosneado y la ubicación errónea facilitada por el miembro de la tripulación moribundo en la cabina, les desorientó completamente.
El tercer día de marcha, Antonio resbala y se crea una lesión, por lo que deciden enviarlo de vuelta. También le pidieron dejar su ración de carne, ya que el trayecto sería más largo de lo calculado.
Diez días después de partir de los restos del fuselaje, y habiendo caminado unos 55 km aproximadamente, llegan a la precordillera curicana del sector de Los Maitenes. Recorren un río para vadearlo por casi día y medio y no pueden lograrlo por la crecida del deshielo. Canessa comienza a sentirse enfermo, por lo que Nando debe llevar las dos mochilas. La carne que llevaban consigo comenzó a descomponerse rápidamente debido al aumento significativo de la temperatura de la precordillera.
Al amanecer del día siguiente, ven en la otra orilla a un ARRIERO CHILENO que los observa. Nando intenta comunicarse con el pero el fragor del río no lo permite, entonces el arriero ata hojas de papel y un lápiz a una piedra y la lanza sobre el río, Nando a duras penas, por su debilidad, logra hacerle llegar el mensaje que recorrió el mundo entero:
"Vengo de un avión que cayó en las montañas. Soy uruguayo.
Hace 10 días que estamos caminando.
Tengo un amigo herido arriba.
En el avión quedan 14 personas heridas.
Tenemos que salir rápido de aquí y no sabemos cómo.
No tenemos comida. Estamos débiles.
¿Cuándo nos van a buscar arriba? Por favor, no podemos ni caminar. ¿Dónde estamos?”
Al reverso, una última nota, con lápiz labial: ¿Cuándo viene?
El arriero quien resultó ser Sergio Catalán, entiende el mensaje, les lanza un poco de pan y queso y se dirige al retén de Puente Negro a cargo de Carabineros de Chile con el capitán Courbis al mando, es el más próximo (a diez horas de marcha) y da la noticia. Luego de ello, una patrulla de Carabineros se dirige al sector y le brindan ayuda. En aquel día del 22 de diciembre, los pilotos chilenos Carlos García, Jorge Massa y Mario Ávila se preparaban para volar en un DC-6 a Punta Arenas entonces recibieron incrédulos la noticia de que habían aparecido sobrevivientes del avión uruguayo extraviado hace más de dos meses en la cordillera. Se habían realizado por parte de la FACH, hasta suspenderse la búsqueda, 66 misiones sin resultados. Carlos García, solicitó tres helicópteros Bell UH-1 e inmediatamente se trasladaron hacia el sector Los Maitenes de Curicó para organizar de inmediato el rescate. Había un gran inconveniente, se había levantado una densa niebla y eso en circunstancias normales habría frenado la tarea de rescate, pero se decidió proseguir a pesar de que la visibilidad no era mayor a 100 m. Una vez en Los Maitenes, los rescatistas interrogaron a Parrado y a Canessa. La niebla se levantó a eso de las 12:00 y Parrado sirvió de guía a los helicópteros, Parrado abordó el UH-89 con García al mando, y fue seguido por el UH-91 a cargo de Massa, con un equipo del SAR (Servicio Aéreo de Rescate). El tercer aparato quedó en reserva en el lugar que ya estaba siendo invadido por periodistas. El UH-89 y el UH-91 remontaron con gran dificultad las alturas debido a la escasez de corrientes cálidas y falta de aire suficiente para el correcto funcionamiento de los rotores.
Una vez a la vista el sitio del accidente, los pilotos chilenos comprendieron que el rescate iba a ser muy difícil debido a la pendiente del terreno, pero mientras los 14 sobrevivientes saltaban jubilosos y gritaban de alegría.
Cuando aterrizaron sobre un solo Skid para afirmarse en la nieve, los rescatistas del SAR descendieron mientras los sobrevivientes intentaban abordar los helicópteros, hubo instantes de angustia ya que el peso de los famélicos sobrevivientes excedía el peso de levante del diseño del UH-Bell, por lo que hubo que bajar a algunos llegando incluso a usarse la fuerza bruta para evitar un nuevo desastre en el lugar.
Se rescataron a siete de ellos en ambos aparatos, el resto se tuvo que quedar una noche más en compañía de los miembros del SAR. No pudieron ser transportados todos ellos debido a que el UH-Bell rescatista había llegado a su máximo peso, obligando a algunos supervivientes a pernoctar una vez más en la montaña. Tras ser rescatados la totalidad por helicópteros son trasladados a Santiago para ser atendidos por médicos. Los rostros de los sobrevivientes muestran las penurias padecidas y un color amarillo-rosado extraño, con la piel pegada a los huesos.
Roberto Canessa describiría así el momento del impacto: -" Recuerdo un poco el impacto...Me golpeé la cabeza y además me quedó un ojo hinchado, el impacto no fue tan fuerte como debiera haber sido...el avión empezó a deslizarse y se fue frenando, así el golpe no fue tan intenso... Los supervivientes se vieron obligados a dar una conferencia de prensa para hablar del asunto. Agradecieron profundamente la comprensión de familiares de los fallecidos, quienes los apoyaron en todo momento: "Ellos (los familiares) dijeron que menos mal que había 45 para que podamos tener 16 hijos de vuelta. Nos quieren como hijos. Supongo que en su yo más íntimo cuando nos ven piensan por qué sobrevivimos nosotros y no sus hijos. Es un sentimiento humano lógico".
SEPULTURA DE LOS QUE NO VOLVIERON:
Un mes más tarde, una expedición por tierra y aire llega al lugar del accidente. Los restos de los fallecidos fueron enterrados en un lugar situado a ochocientos metros del avión, sin riesgo de aludes. Sobre la tumba se colocó una cruz de hierro en honor de las víctimas.
Sobre ella, escrito en el metal, de un lado aún se puede leer: "El mundo a sus hermanos uruguayos", y por el otro: "Más cerca, oh Dios, de ti."
Supervivientes: 1) Pedro Algorta, 21 años al momento del rescate
Roberto Jorge Canessa Urta, 19
Alfredo Daniel "Pancho" Delgado Salaberri, 25, cumplidos en la cordillera
Daniel Fernández Strauch, 26
Roberto Fernando Jorge "Bobby" François Álvarez, 21, cumplidos en la cordillera
Roy Alex Harley Sánchez, 20
José Luis Nicolás "Coche" Inciarte Vázquez, 24
Álvaro Mangino Schmid, 19 Javier Alfredo Methol Abal, 38
Carlos Páez Rodríguez, 19, cumplidos en la cordillera
Fernando Seler "Nando" Parrado Dolgay, 23, cumplidos en la cordillera
Ramón Mario "Moncho" Sabella Barreiro, 21
Adolfo Luis "Fito" Strauch Urioste, 24
Eduardo José Strauch Urioste, 25
Antonio José "Tintin" Vizíntin Brandi, 19
Gustavo Zerbino Stajano, 19
El recuerdo de los que no volvieron:
1) Francisco Domingo Abal Guerault, 21
Gastón Costemalle Jardi, 23
Rafael Echavarren Vázquez, 22
Coronel Julio César Ferradás Benítez, 39,
Guido José Magri Gelsi, 23 (Piloto)
Jorge Alexis Hounié Sere, 20
Teniente coronel Dante Héctor Lagurara Guiado, 41,
Felipe Horacio Maquirriain Ibarburu, 22
Graciela Obdulia Augusto Gumila de Mariani, 43
Julio Martínez Lamas, 24
Teniente Ramón Martínez Rezende, 30,
Daniel Agustín Maspons Rosso, 20
Juan Carlos Menéndez Villaseca, 22
Liliana Beatriz Navarro Petraglia de Methol, 34
Esther Horta Pérez de Nicola, 40 Francisco Nicola Brusco, 40
Gustavo Diego Nicolich Arocena, 20
Arturo Eduardo Nogueira Paullier, 21
Eugenia Dolgay Diedug de Parrado, 50
Susana Elena Alicia Parrado Dolgay, 20
Marcelo Pérez del Castillo Ferreira, 25
Enrique Platero Riet, 22
Sargento Ovidio Joaquín Ramírez Barreto, 26,
Sargento Carlos Roque González, 24,
Daniel Gonzalo Shaw Urioste, 24
Diego Storm Cornah, 20
Numa Turcatti Pesquera, 24
Carlos Alberto Valeta Vallendor, 18
Fernando Vásquez Nebel, 20
El recuerdo de los que no volvieron se centra en la obra fundada por sus madres, la "Biblioteca Nuestros Hijos" que tiene como lema: VALOR Y FE.
La Biblioteca surgió hace 39 años por iniciativa de las madres de los jóvenes que fallecieron en el accidente aéreo de Los Andes en 1972.
Estas 13 madres trabajaron en forma silenciosa y honoraria por la promoción de la lectura y la instrucción en Uruguay.
Trabajaron en nombre de sus hijos. De los jóvenes que no volvieron del accidente aéreo en la cordillera de Los Andes. El dolor por la pérdida de sus hijos las unió y su enorme generosidad las llevó a transformarlo en un motor para construir realidades positivas. Así fue como en 1973 decidieron fundar la Biblioteca Nuestros Hijos, con el objetivo de generar un espacio en el que todos tuvieran la oportunidad de acceder a la lectura.
FUNDADORAS DE LAS BIBLIOTECA NUESTROS HIJOS:
Sara Vázquez de Echavarren
María Susana Gelsi de Magri
Selva Ibarburu de Maquirriain
Nené Caubarrère de Martínez Lamas
Gladys Rosso de Maspons
Lita Petralgia de Navarro
Raquel Arocena de Nicolich
Raquel Paullier de Nogueira
Stella Ferreira de Pérez del Castillo
Hélida Riet de Platero
Bimba Cornah de Storm
Agnes Vallendor de Valeta
Ana María Nebel de Vázquez
Es una biblioteca que trabaja para promover la lectura, la formación académica y el desarrollo cultural de niños, adolescentes y adultos de Uruguay.
Cuenta con: •Club de la lectura para niños, jóvenes y adultos, quienes tienen acceso a más de 16 mil novelas en español, inglés y francés, biografías, libros infantiles, revistas especializadas y libros de arte. •Biblioteca estudiantil gratuita dirigida a escolares, liceales y universitarios.
•Becas estudiantiles anuales a adolescentes en situación de vulnerabilidad social.
La labor de la Biblioteca Nuestros Hijos se financia exclusivamente gracias a la cuota mensual que abonan nuestros socios y a las donaciones de empresas y particulares. "Para mantener vivo el recuerdo de los que no volvieron del accidente ocurrido el 13 de octubre de 1972 en la Cordillera de los Andes, sus madres fundamos esta biblioteca. Cada estudiante, cada lector, es recibido aquí, en nombre de nuestros hijos"
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