CRONOBIOLOGÍA ALIMENTARIA:
A algunos les cuesta arrancar el día, otros sienten una fuerte compulsión alimenticia durante la tarde-noche... Simplemente sufren el déficit de un neurotransmisor y una adecuada pauta alimentaria o un determinado aminoácido a ciertas horas, les puede ayudar porque los efectos fisiológicos, tanto de los alimentos como de los fármacos varían con las horas en que se ingieren.
Y es que, como todos los seres vivos, el ser humano está sometido a un funcionamiento rítmico mediante los llamados ritmos circadianos, es decir, variaciones diarias de alrededor de 24 horas, controlados por relojes internos que regulan el sueño y la vigilia, la temperatura corporal, la secreción de hormonas y, por supuesto, la nutrición.
Muchas de estas conductas se explican por la cronobiología alimentaria:
1. Los ciclos circadianos: todos los seres vivos tienden a estar sincronizados con el entorno exterior, ya que confiere una ventaja competitiva que nos permite anticiparnos a los cambios del entorno. Nuestro reloj interno se divide en dos: el matutino (5 am a 5 pm), el cual busca darle energía al cuerpo, y el nocturno (5 pm a 5 am), en el que nuestro cuerpo busca restaurarse y relajarse. En esos dos turnos se secretan diferentes sustancias químicas y hormonas que logran que el cuerpo logre su objetivo.
Nuestro reloj interno se divide en dos: el matutino, el cual busca darle energía al cuerpo, y el nocturno, en el organismo busca restaurarse y relajarse.
2. El hambre y la saciedad: los ritmos diarios parecen estar implicados en las señales de hambre y saciedad, los horarios de comidas y, finalmente, en el grado de obesidad.
3. Cinco ingestas diarias: son óptimas porque así el cuerpo se adapta mejor a los ritmos de secreción de la insulina. Se ha observado que alterar la ritmicidad natural de acción de la insulina se interrumpe el entorno rítmico interno de los tejidos insulino-sensibles, y predispone a los animales a la resistencia a la insulina y la obesidad.
4. Alimentarnos al ritmo de los ciclos: la diferencia entre la ganancia y la pérdida de peso en las personas está determinada por el momento del día en que se consume una comida, más allá de su valor energético. Si consumimos un alimento que estimula o da energía en el turno nocturno, lo más probable es que almacene grasa, de igual modo si comemos algo relajante en la mañana, es más fácil que perdamos músculo.
5. Los neurotransmisores: son moléculas químicas que posibilitan la transmisión de mensajes entre dos neuronas y que el cerebro se comunique con el resto del organismo para hacer posibles las funciones fisiológicas.
6. Carbohidratos: desayunar con pan o cereales está justificado, ya que se producirá un óptimo aprovechamiento de los carbohidratos para la obtención de energía. De la misma manera, en el almuerzo se deberían incluir alimentos energéticos, sobre todo en forma de carbohidratos complejos como arroz, pasta, legumbres, pan y patatas, así como las versiones integrales de estos alimentos.
7. La tirosina: es un aminoácido y es precursor de la dopamina y la noradrenalina, por lo que sería recomendable tomar por la mañana las proteínas ricas en tirosina como el huevo, queso o el jamón y los glúcidos de absorción lenta como el pan integral. No debemos olvidar tampoco el consumo de vegetales, tanto a mediodía como de noche.
8. El triptófano: es el aminoácido precursor de la serotonina y la melatonina, que se sintetizan por la tarde y noche respectivamente, por lo que lo recomendable será tomar aquellos alimentos ricos en él por la tarde, como los frutos secos y la fruta. La cena, por su parte, sería el momento para el pescado, el marisco, el pollo o pavo y la verdura de hoja.
9. Consecuencias orgánicas: no respetar aquello que nos pide el cuerpo como comer, dormir o descansar acaba pasando factura y sus consecuencias orgánicas se hacen notar: insomnio, falta de atención y concentración, cansancio, depresión, además de acentuar enfermedades crónicas tales como la diabetes, la hipertensión y obesidad.
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