Dos fotos sacadas hoy 25 de septiembre de 2022 que encierran un mismo mensaje cargado de un gran simbolismo.
En la primera estamos en la tarde en Puntas de Manga junto con mis hermanos Javier y Etel y estamos debajo de un joven roble que fue plantado por nuestro padre hace 14 años junto a Javier y su nieto Lucas (que entonces tenía 8 años).
En el momento de plantar ese roble estaban las 3 generaciones unidas por el mismo espiritu de honrar la vida, la naturaleza y contribuir con el cuidado de ella con ese pequeño granito de arena.
Yo estuve ahí presente en cierto sentido ya que fui el de la idea, fui quien compré el Roble (que tenía unos 60 cm de alto) y fui quien le dije a mi padre ya mi hermano que lo plantaron con Lucas de Paula .
Hoy al ver una vez más ese roble tan robusto y señorial, evocamos con sentida emoción a nuestro amado padre, y lo tuvimos muy presente, pese a que ya hace 11 años de su partida.
Las fotos de abajo fueron tomadas de mañana en Costa Azul, en el momento que estamos con mi hija Gabriela y nuestras dos nietas plantando también un arbol, (un membrillo de jardín).
Volvemos a ser 3 generaciones unidas en el mismo espíritu de cuidado y amor a la naturaleza.
Cada vez que se da la oportunidad al plantar un árbol y que estén los nietos en la vuelta, tenemos el cuidado de hacerlas partícipar de ese acontecimiento y aprovechamos para hacerles historias y cuentos de esas plantitas y proyectamos su crecimiento.
Fran (que tiene 6 años ), quería ella misma hacer los pozos, pero comprendió que la pala era muy pesada y podía lesionarse el hombro, el codo o la columna y que aún no puede, pero si pudo ayudar a sacar la tierra y así estuvo participando
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Cada una de ellas a su vez, plantaron también unos rayos de sol y se les ocurrió hasta ponerles nombre a cada planta, tomaron el compromiso además de cuidarlas y regalarlas.
Desde muy pequeñas se les ha ido mostrando la belleza y la importancia de las plantas y los árboles, sus ciclos y los cambios que hay en cada estación, el cuidado del riego y de la defensa que tenemos que hacer de las hormigas y otras pestes.
Es buen momento también para rememorar la historia de nuestra casita de costa azul, y de ese terreno que hemos ido cultivando, regando, llevado arboles, tierra negra vegetal, césped, plantas y semillas.
Al hacer este recorrido a través de más de estos de 30 años, podemos aquilatar la influencia que un jardín puede llegar a tener sobre nuestra vida; él nos ha permitido ver en cada año los cambios de las estaciones, el beneficio de las lluvias, los desastres de las heladas y los vientos. Nos permite quedarnos extasiados una y otra vez por el brillar de las estrellas de la vía láctea en la plenitud de las noches oscuras de verano.
Gracias a este contacto con la naturaleza, muchos matices del año ya no nos pasaron inadvertidos y aprendimos a apreciar el momento cuando florecen las plantas y cuando los árboles dan sus primeros brotes, y vemos también la sinfonía de formas, colores y aromas que irrumpen con la de cada primavera.
Este conocimiento aprendido durante décadas, nos genera también una obligación de ir transmitiéndoles con pasión y naturalidad a esas criaturas tan inocentes.
Pero no son solo las plantas, árboles y flores que recibirán nuestra atención, están también los pájaros que se posan una y otra vez sobre el césped, los muros o árboles, en silencio o regalándonos sus cantos tan musicales.
Por eso al ver a Fran contemplando a los Cardenales, que comprobó a comer las migas que ella había esparcido, me da una muy linda gratificación, porque siento que vamos haciendo con ellos también una buena siembra y pienso con optimismo, alegría y esperanza: “ que hermoso va a ser el mundo de estos niños que aprenden a amar a las plantas y a los pájaros tempranamente”.
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