17/7/16
¿Como se construye una buena vida?. Se construye con relaciones humanas de calidad - Dr.Robert Waldinger
Si tuvieran que invertir ahora en lo mejor para
su futuro... ¿dónde pondrían su tiempo y su energía?.
Una encuesta reciente muestra lo que contestaron
los jóvenes de la generación del milenio. Se nos dice constantemente que
trabajemos más, que nos esforcemos para lograr más.
Nos da la impresión de que debemos perseguir
estas cosas para tener una buena vida. El panorama de una vida, de
las decisiones que toma la gente, y el resultado de esas decisiones, es
casi imposible de obtener. Gran parte de lo que sabemos de la vida lo
sabemos pidiendo a la gente que recuerde el pasado. Y, como sabemos, la
retrospectiva es todo menos agudeza. Olvidamos grandes fragmentos de lo
que nos sucede en la vida, y a veces la memoria es francamente creativa.
Pero ¿y si pudiéramos ver vidas enteras conforme
se desarrollan en el tiempo?. ¿Y si pudiéramos estudiar a las personas
desde la adolescencia hasta la adultez para ver qué hace a la gente
feliz y saludable?
Lo hicimos. El Estudio de Desarrollo de
Adultos de Harvard puede que sea el estudio más largo de la vida adulta en
la historia. Durante 75 años, rastreamos la vida de 724 hombres, año
tras año, preguntándoles sobre su trabajo, su vida hogareña, su salud, y,
claro, preguntando todo ese tiempo sin saber cómo resultarían sus
historias de vida.
Estudios como este son extremadamente raros. Casi
todos los proyectos de este tipo se desmoronan pasada una década porque
muchas personas abandonan el estudio, o por falta de financiamiento, o
por distracción de los investigadores, o porque mueren, y nadie continúa
la investigación de campo.
Pero gracias a una combinación de suerte y
persistencia de varias generaciones de investigadores, este estudio
sobrevivió. Unos 60 de los 724 hombres del principio siguen con vida, todavía
participan en el estudio, la mayoría tiene noventa y tantos. Y ahora
empezamos a estudiar los más de 2000 hijos de estos hombres.
Y yo soy el cuarto director del estudio. Desde
1938, hemos rastreado las vidas de dos grupos de hombres. El primer grupo
empezó el estudio cuando eran estudiantes de segundo año en la Universidad de
Harvard. Todos terminaron la universidad durante la Segunda Guerra
Mundial, y luego la mayoría se fue a la guerra. El segundo grupo que
seguimos era un grupo de chicos de los barrios más pobres de Boston, chicos
elegidos para el estudio específicamente porque provenían de las familias con
más problemas y más desfavorecidas en el Boston de los años 1930. La
mayoría vivía hacinada, sin agua corriente, sin agua caliente. Cuando
ingresaron al estudio, se entrevistó a todos estos adolescentes. Se
les realizaron exámenes médicos. Fuimos a sus hogares y entrevistamos a
sus padres. Y luego estos adolescentes se hicieron adultos y cada uno
hizo su vida. Algunos fueron operarios de fábrica, abogados, albañiles,
médicos, uno fue presidente de EE.UU. Algunos se hicieron
alcohólicos. Unos pocos sufrieron esquizofrenia. Algunos tuvieron ascenso
social desde la base hasta la cumbre, y otros fueron en sentido
contrario. Los fundadores de este estudio ni en sus fantasías más alocadas hubieran
imaginado que yo estaría hoy aquí, 75 años después, contándoles que el
estudio continúa. Cada dos años, nuestro dedicado y paciente personal de
investigación llama a estos hombres y les pregunta si pueden enviarles otra
serie de preguntas sobre sus vidas. Muchos de los hombres de Boston nos
preguntan: "¿Por qué quieren seguir estudiándome? Mi vida no es tan
interesante". Los hombres de Harvard nunca hacen esa pregunta. Para
obtener la imagen más clara de estas vidas, no solo enviamos
cuestionarios. Los entrevistamos en sus salas de estar. Conseguimos
sus historias clínicas. Les extraemos sangre, escaneamos sus cerebros, hablamos
con sus hijos. Registramos en video las conversaciones con sus esposas
sobre sus preocupaciones. Y cuando, hace una década, finalmente les
preguntamos a las esposas si querían sumarse como miembros del estudio, muchas
mujeres dijeron: "Sabes, ya era hora".
¿Qué hemos aprendido?
¿Qué lecciones surgen de las decenas de miles de
páginas de información que generamos sobre estas vidas?
Bueno, las lecciones no tienen que ver con
riqueza, fama, ni con trabajar mucho. El mensaje más claro de estos 75
años de estudio es este:
Las buenas relaciones nos hacen más felices y
más saludables.
Hemos aprendido tres cosas sobre las relaciones.
1) La primera es que las conexiones sociales nos
hacen bien, y que la soledad mata. Resulta que las personas con más
vínculos sociales con la familia, los amigos, la comunidad, son más
felices, más sanos y viven más que las personas que tienen menos vínculos. Y
experimentar soledad resulta ser tóxico. Las personas que están más
aisladas de lo que quisieran de otras personas encuentran que son
menos felices, son más susceptibles a recaídas de salud en la mediana
edad, sus funciones cerebrales decaen más precipitadamente y viven
menos que las personas que no están solas. Y lo triste es que, en
cualquier momento, más de 1 de cada 5 estadounidenses informarán estar
solos. Y sabemos que podemos estar solos en la multitud y podemos estar
solos en un matrimonio. y esto nos lleva a la segunda conclusión.
2) La segunda gran lección que aprendimos es
que no tiene que ver con la cantidad de amigos que tenemos, tampoco tiene que
ver con que estemos en una relación, lo que importa es la calidad de las
relaciones más cercanas.
Resulta que vivir en medio del conflicto es muy
malo para la salud.
Los matrimonios muy conflictivos, por ejemplo,
sin mucho afecto, resultan ser muy malos para la salud, quizá peores que
el divorcio.
Y vivir en medio de relaciones buenas y cálidas
da protección. Cuando nuestros hombres llegaron a sus ochenta y tantos, quisimos
analizar cómo fue su mediana edad para ver si podíamos predecir quién se
convertiría en un octogenario feliz y saludable y quién no.
Y cuando recolectamos todo lo que sabíamos de
ellos a sus 50 años, no fueron los niveles de colesterol de la mediana
edad los que predijeron cómo envejecerían. Fue el grado de
satisfacción que tenían en sus relaciones.
Las personas más satisfechas en sus relaciones a
los 50 años fueron las más saludables a los 80 años. Y bueno, las
relaciones cercanas parecen amortiguar algunos de los achaques de
envejecer. Nuestras hombres y mujeres que están en parejas felices informaron,
a sus ochenta y tantos, que cuando sentían más dolor físico, seguían
de buen humor. Pero las personas que estaban en relaciones no felices, los
días que informaban tener más dolor físico, este se magnificaba por el
dolor emocional.
3) Y la tercera gran lección que aprendimos
sobre las relaciones y la salud es que las buenas relaciones no solo
protegen el cuerpo, protegen el cerebro.
Resulta que estar en una relación de apego
seguro con otra persona a los 80 y tantos da protección, las personas
que están en relaciones en las que sienten que pueden contar con la otra
persona si lo necesitan, los recuerdos de esas personas permanecen más
nítidos más tiempo.
Y las personas en relaciones en que sienten
que no pueden contar con la otra persona, son personas que pierden antes
la memoria.
Pero las buenas relaciones pueden no ser
armoniosas todo el tiempo.
Algunas de nuestras parejas octogenarias podían
pelearse a veces pero en tanto sintieran que podían contar con el otro cuando
la cosa se ponía difícil, esas pelean no quedaban en sus recuerdos.
Pero este mensaje, de que las relaciones
buenas y estrechas son buenas para la salud y el bienestar, sabiduría es vieja como el tiempo. ¿Por
qué es tan difícil de entender y tan fácil de ignorar? Bueno, somos
humanos. Nos gustaría una solución rápida, algo que nos mejore la
vida y que sea permanente.
Las relaciones son un lío, son complicadas, y
cuidar a la familia y a los amigos no es atractivo ni glamuroso.
Dura toda la vida. Nunca termina. En el
estudio, las personas de 75 años más felices al jubilarse fueron las que activamente
reemplazaron compañeros de trabajo por nuevos compañeros de juego.
Como los encuestados de la generación del
milenio, muchos de nuestros hombres cuando eran adultos jóvenes creían
que la fama, la riqueza y lograr grandes cosas era lo que necesitaban para
tener una vida buena.
Pero con el tiempo, en estos 75 años, nuestro
estudio ha demostrado que les fue mejor a las personas que se inclinaron
por las relaciones, con la familia, con los amigos, con la comunidad.
¿Qué hay de ti? Digamos que tienes 25, o
40, o 60.
¿Qué implica entregarse a las relaciones?
Bueno, las posibilidades son casi ilimitadas. Podría
ser tan simple como pasar más tiempo con personas que con pantallas o
amenizar una relación rancia haciendo algo nuevo juntos, caminatas largas
o citas nocturnas, o acercarse a ese familiar que no hemos visto en años, porque
esas disputas familiares tan comunes dejan una pérdida terrible en
las personas que guardan rencores.
Me gustaría cerrar con una cita de Mark Twain. Hace
más de un siglo, él estaba analizando su vida, y escribió esto: "No
hay que perder tiempo, en la vida con disputas, disculpas, animosidades,
pedidos de cuenta. Solo hay tiempo para amar, y solo un instante…
Etiquetas:
Harvard,
Robert Waldinger,
vida saludable
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Me ha gustado mucho el artículo, como bien dices Jorge no siempre se puede ser feliz con lo que se quiere hacer en la vida y tenemos que buscar segunda oportunidades para poder llevarlas a cabo algún día, yo soy uno de esos casos así que seguiré luchando, un saludo
ResponderEliminar