16/11/12

Estrés malo y descuido de las necesidades basales - Prof.Margarita Dubourdieu

El estrés es parte de la vida del hombre

Lo esencial es invisible a los ojos y es por eso que se descuida (a veces porque ni se llega a conocerlo o a darle la verdadera importancia que tiene),  pero lo esencial visible (necesidades basales de afecto, autocuidado, bienestar personal), también se descuidan por distintas "razones que nos dará la mente" y solo se lo atiende si hay tiempo o si llega una enfermedad. 
Acompañando el ritmo de vida del siglo XXI -acelerado y veloz- empiezan a instalarse hábitos no saludables.
La hiperdemanda de compromisos y exigencias para las cuales no nos da el tiempo ha llevado a que la actividad invada el período destinado al descanso, no dejando lugar para el ocio, la diversión, la relajación y las relaciones interpersonales.
El distrés, o estrés negativo, ha pasado a formar parte de la vida del hombre actual y sus síntomas se toman como algo normal.
Lo esencial, que son los afectos, el autocuidado y el bienestar, pasan a ser secundarios y sólo tienen lugar en caso de que quede tiempo para ello, lo cual muchas veces no ocurre. El sueño se ha visto afectado en cantidad, en calidad y en la sincronización con nuestros ritmos fisiológicos naturales. Se come mal, en cantidad, en horarios y en calidad. Los estados de tensión afectan el nivel de tolerancia, la flexibilidad y el relacionamiento con los demás.Todo ello acarrea graves perturbaciones de la salud, surgiendo malestares y favoreciendo procesos de enfermedad. Acostumbrarse a funcionar de esta manera, pretendiendo introducir la hora dentro del minuto, lleva a que al descansar lejos de la ciudad persistan los síntomas de ansiedad y a que la mente no pueda parar, acuciada por rumiaciones de pensamientos y a no poder prescindir del hábito de trabajar y de la hiperactivación. A esto se le llama "patologías por saturación".
Generan dependencia y adicción a la hiperestimulación e hiperaceleración y ante su ausencia, sobreviene una sensación de vacío existencial y la necesidad de reactivar el funcionamiento enajenante de nuestra vida acelerada en que hay que hacer mucho y rápido, acarreando un desgaste biológico, psicológico y de relacionamiento con los demás.
El ser humano se está alejando de su esencia gregaria de sociabilidad, de la vida familiar y el cultivo de la amistad. El estado de saturación e hiperestimulación, el hecho de no poder abarcar más, la falta de tiempo para escuchar a los demás favorece la anestesia y el desapego afectivo, la desensibilización e indiferencia frente a lo que le ocurre al otro y la incapacidad de dar y recibir afecto. Frente a ello, hay que cultivar el "amar al prójimo como a sí mismo", cuidar nuestra salud y bienestar, y desarrollar la sensibilidad y la solidaridad para con los demás. El quehacer cotidiano refleja nuestro modo de ejercitar diariamente el vivir y nuestro estilo y sentido de vida forjado en base a nuestras metas y valores.
Quien no vive como piensa acaba pensando como vive.
¿Cómo frenar estímulos y propuestas?: Seleccionar y priorizar las propuesta.
Rescatar los espacios para la familia y los amigos.
Cuidar que la tecnología no interfiera en la interacción con la persona que estemos o nos invada en nuestra intimidad mientras comemos, dormimos o nos aseamos.
¿Cómo recuperar el sentido de la  vida?:                                                                                                
Podemos comenzar redefiniendo nuestras verdaderas necesidades, educar en valores en el hogar, instituciones educacionales, culturales, religiosas y laborales. Promover encuentros e instancias de comunicación interpersonal que nos brinden bienestar afectivo y emocional.
1) Factores protectores de la felicidad:
2) La felicidad es una capacidad que hay que ejercitar

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