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26/7/23

"La Belle Epoque" vive aún en el Sofitel Casino Carrasco de Montevideo - Jorge de Paula

https://www.youtube.com/shorts/dWMLIbpJiTI


EL MAJESTUOSO SOFITEL HOTEL CASINO CARRASCO inaugurado en el año 1921 frente a las costas del Río de la Plata ha sido desde entonces un emblema de la "Belle Epoque en Uruguay". Un ícono del glamour que su coqueta capital Montevideo supo tener por algunas décadas. 
El majestuoso edificio se constituye desde sus orígenes en un centro de reunión de las altas clases y medias de Montevideo gracias a su situación privilegiada, a su magistral arquitectura, a sus materiales de primera calidad y a su diseño europeo. 

En el Carrasco de las calles intrincadas, de los bosques de frondosos pinos, de los cipreses calvos y de las grandes mansiones, uno podría perderse si no fuera porque desde todos los lados se pueden apreciar las cúpulas del majestuoso Hotel.

El visionario Alfredo Arocena compró estas tierras a principios del siglo XX con la intención de hacer de esta zona una Saint Tropez de Sudamérica.

En poco tiempo el Hotel se inauguró para beneplácito del barrio y de una pujante capital. Los Bon Vivants de varias generaciones, así como artistas y personalidades se han hospedado en el mítico HOTEL y se sabe que el mismísimo Albert Einstein así como Federico García Lorca fueron huéspedes de honor. 
En sus primeros años el Hotel fue sede del Gran Premio José Pedro Ramírez porque desde sus terrazas era el mejor mirador para ver la carrera por la playa. 

Actualmente en la década de los 20 pero de este siglo XXI y a 100 años de su inauguración, el Hotel ha vuelto a recrear su icónico estilo, para que nuevos VipLanders puedan revivir y disfrutar de la atmósfera de la Belle Epoque en la muy fiel y reconquistadora ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo .

https://www.youtube.com/shorts/dWMLIbpJiTI




29/1/22

En Uruguay ADIDAS nos muestra su absoluta genuflexión ante el "mal llamado" lenguaje inclusivo - Dr.Jorge de Paula

ADIDAS NOS MUESTRA SU ABSOLUTA GENUFLEXIÓN ANTE EL MAL LLAMADO LENGUAJE INCLUSIVO.

Esta tarde del martes 25 de enero del 2022 me encuentro caminando por el Shopping de Punta Carretas en Montevideo, y de pronto veo esta publicidad de Adidas:
“REGALOS PARA TODXS” ….
¿TODXS? …
Sabiamos desde hace siglos que la estupidez hunana no tenía límites, pero por una cuestión de “sentido de ubicación” el decir o escribir estupideces, quedaba restringido a ciertos ámbitos.
Ver este anuncio mostrado tan orgullosamente por la empresa, me genera sorpresa y decepción.
Parece increíble que hasta estas prestigiosas marcas internacionales hayan caído bajo las garras de la estupidez idiomática (perdón del lenguaje inclusivo).
Me mire la indumentaria y tenia remera, medias y zapatillas de esa marca y me dieron ganas de sacármelas y no se que me daba más vergüenza si quedarme desnudo, descalzo y sin medias en medio del Shopping o que me vieran con todos esos logos de ADIDAS.

30/9/18

URUGUAY ... el País del hermoso desorden


URUGUAY … el país del hermoso desorden
La idiosincrasia del uruguayo común, depara 3 características muy definidas: 
El desorden.
La rapidez mental de ver y aprovechar la ventaja.
La paciencia cuando las cosas salen mal.

Uruguay es el país del hermoso desorden.
La lotería bisemanal con premios máximos de hasta 200.000 libras, las calles sucias de Montevideo, los bien cuidados parques y jardines públicos, las execrables carreteras, el desprolijo servicio postal, las ventajas a sacar del conocimiento de “alguien que conoce a alguien”, el sol brillante, la hospitalidad genuina y la amabilidad;  todos forman el condimento de la vida en el Uruguay … el país del hermoso desorden.
(Publicado en Diario Londinense "The Times"



…. en agosto de 1956)
Han pasado más de 60 años, y parece una postal del Uruguay de hoy.... 

16/2/17

10 señales que nos indican que llevamos una buena vida

Estas son algunas 10 señales que revelan que realmente estamos teniendo una buena vida, ellas nos servirán para que valoremos nuestro día a día y nuestros logros.

1. No tienes miedo a pedir ayuda
Pedir ayuda no es para nada una debilidad, aunque muchos no lo crean, es una fortaleza. Para crecer como personas debemos aceptar que no lo sabemos todo y que no hay nada de malo en ello.
2. Aprendes que en todo hay límites a respetar.
Entiendes que cada persona ha de ser consecuente con sus actos y, por lo tanto, tú lo eres.
Has vivido lo suficiente para saber que quieres en tu vida y qué no y vives de acuerdo con ello.
3. Te alejas de las cosas que te hacen daño
El amor propio es una clave del éxito.
Tenerte el respeto y estima suficiente como para decir NO a las cosas que te hacen daño, te debilitan y no te dejan llegar donde quieres es un punto fundamental.
4. Has aprendido que los fracasos son parte del autocrecimiento
Para conseguir el éxito se ha de pasar por varios fracasos anteriores.
Con cada error que cometemos aprendemos y por lo tanto sabremos cómo manejar futuras situaciones de manera más exitosa. No te sientes fracasado cuando algo no te resulta, de hecho, te sientes exitoso por haber intentado algo que no era fácil.
5. Te rodeas de personas que aportan en tu vida
Tener algunas personas de confianza que te quieran es un éxito que no muchas personas tienen, así que deberías sentirte muy orgulloso/a de ello. Además buscas ser una persona que ayude y aporte en la vida de los otros y entregas tu cariño y amor sin esperar nada a cambio.
6. No te quejas mucho
Sabes que no hay necesidad de quejarte, no porque todo esté perfecto en tu vida, sino porque sabes que es mejor para ti y para todos que te recuerdes las cosas buenas que tienes y no la malas.
Si estás en un momento donde te cuesta ver todas esas cosas positivas un buen ejercicio es pensar en las cosas que te hacen sonreír en la vida, pueden ser cosas muy sencillas, como apreciar los regalos de la naturaleza.
7. Celebras los éxitos ajenos
Que alguien que no seas tu consiga su meta es algo que aplaudes.
Sientes genuina felicidad por los logros de los demás y además sabes que puedes tomarlos como fuente de inspiración y motivación para conseguir tus metas.
Tener una actitud positiva hacia los demás hará que generemos un bucle de buenas energías que nos ayudarán en nuestro crecimiento personal.
8. Aceptas que hay cosas que no se pueden cambiar
Eres realista y aceptas que hay cosas en la vida que no se pueden cambiar.
Tienes claro que lo que si puede cambiar es tu perspectiva de las cosas, si hay algo que hoy ves como negativo, pero mañana consigues verlo desde un punto de vista más positivo, entonces estás teniendo éxito.
9. Sabes que no puedes complacer a todo el mundo
Sabes que no puedes complacer a todo el mundo y estás tranquilo con eso, ya que eres fiel a ti mismo y auténtico en las cosas que haces.
Tienes tus ideales, amor propio y disfrutas de la vida.
10. Te sientes feliz
No importa si no tienes una mansión, si no tienes un coche de lujo o todas las cosas que las personas confunden con la felicidad. Tu felicidad no reside en las cosas materiales, se encuentra dentro tuyo, en tus experiencias de vida y en las personas con las que te rodeas. Si sientes que eres feliz tienes una gran razón para sentir que estás siendo exitoso en la vida.

“Mi felicidad consiste en que sé apreciar lo que tengo y no deseo con exceso lo que no tengo” – León Tolstoi

5/10/15

Gimnasia para el corazón: Ejercicio es medicamento y así debe ser considerado - Dr.Jorge de Paula

 La rehabilitación cardiovascular tiene una indicación terapéutica de igual importancia que los medicamentos en todas aquellas personas que han presentado un infarto cardíaco,  o han recibido angioplastia o by-pass cardíaco, así como también en aquellas personas con otros factores de riesgo cardiovascular como hipertensión arterial, diabetes o coronariopatía.
Ejercicio es medicamento y así deberá ser tomado, y así como no suspendemos los medicamentos sin indicación del médico tratante, tampoco debemos suspender los planes de ejercicio físico, teniendo en cuenta que estudios científicos han demostrado que dentro de los beneficios de la rehabilitación cardiovascular se encuentra, una disminución de la mortalidad por enfermedad cardíaca de hasta  un 43%, una disminución de las consultas médicas en servicios de urgencias, una disminución de los ingresos hospitalarios, y también una disminución en los requerimientos de medicamentos así como de la dosis de los mismos.
A su vez, está demostrado que las personas que realizan ejercicios físicos programados, mejoran su calidad de vida, y también su estado anímico, lo cual tiene relevancia y repercusión en una disminución de los cuadros de ansiedad y depresión que muchas veces acompañan a la enfermedad.
La rehabilitación cardíaca realizada en todas sus fases, nos ayuda a identificar y corregir aquellos malos hábitos vida y de alimentación que puedan estar contribuyendo a acelerar nuestro proceso de envejecimiento y adelantando el momento de nuestra vida en el cual  enfermaremos.  Todos los días de nuestra vida, construímos nuestra salud o estamos contribuyendo a alimentar nuestras futuras enfermedades y esa es una regla de la biología.  
Debemos comenzar a hacer ejercicio físico y no buscar más la excusa de la falta de tiempo, o de que ya es tarde, los beneficios se obtienen en mayor porcentaje cuánto más tempranamente comencemos, pero nunca es tarde para empezar a cuidarse, ni nunca es demasiado temprano.
El ejercicio aeróbico mejora nuestra circulación sanguínea, enriquece el aporte de oxígeno y nutrientes a los tejidos, mientras que el ejercicio con entrenamiento con cargas livianas aumentará nuestra fuerza muscular y nuestra tolerancia al ejercicio, ambos tipos de ejercicio cuando se realizan adecuadamente supervisados permanentemente por cardiólogos especializados en rehabilitación cardíaca como lo hacemos en nuestro centro,  han demostrado ser seguros y benéficos no solamente para el corazón, sino también para el organismo en su totalidad.
En nuestros más de 20 años de experiencia en rehabilitación cardiovascular tenemos casos de personas que han comenzado con 83 años a realizar nuestros planes de ejercicio por primera vez y continuaron por más de 10 años, por lo que la edad no es un impedimento.
En el corazón del barrio de Punta Carretas en la calle José Luis Zorrilla 176, entre Parva Domus y Tabaré, dentro de las instalaciones del Club La Estacada, se encuentra el Centro Cerca de Rehabilitación Cardiovascular, y allí se ofrecen los programas de entrenamiento y ejercicio físico, así como educación y consejería. 


26/7/14

Si quieres ser feliz, procura ser hoy... un poco mejor que ayer... Juan Zorrilla de San Martín

FRAGMENTOS DE "EL SERMON DE LA PAZ". ENSAYO DE JUAN ZORRILLA DE SAN MARTIN - 1924
Y bien; buscaremos algo de niñez en nuestras miradas. En un extremo de Montevideo, mi ciudad natal, sobre el Río de la Plata, en una pequeña punta llamada Punta Carreta o Punta Brava, tengo yo un pedazo de terreno, que adquirí, (en el año 1905) cuando aquello era un desierto, por poquísimo dinero.
Lo he cultivado por mí mismo, lo cavo, lo riego, y le llevo árboles vivos y semillas. Hasta puede decirse que yo he hecho esa tierra, como el holandés la suya, porque le he sustituido, en gran parte la arena y la conchilla de que estaba formada por tierra negra vegetal ...
Sólo yo sé la influencia de ese solar sobre el último tercio de esta mi vida que voy viviendo; por él he sabido de las estaciones, y del beneficio de las lluvias, y del brillar de las estrellas en su plenitud; muchos matices del año hubieran pasado inadvertidos para mí sin él; no me daría cuenta del momento en que florecen los árboles y cuajan los frutos; éstos completamente muertos, me servirían sólo para comer.
Por él, en cambio, las tristezas de las plantas me dan tristeza, y puedo así, con cierto derecho, compartir también sus alegrías, como si fuera un hermano...


"No es otro el objeto, si bien se mira, y si alguno tienen, de las bellas cosas visibles que no nos despiertan sensuales apetitos; el conducirnos al goce de las invisibles que alimentan de vuelos el alma humana. Esta, a diferencia de la del bruto con sus cinco sentidos corporales, cuenta con una especie de sexto sentido, el estético, la vista de lo recóndito, el oído de lo inaudito, por cuyo mayor o menor desarrollo se mide, me parece, el grado de perfección de un organismo inteligente ..."

"Ese sentido se encuentra, no muy desarrollado, pero sí muy puro, en el niño, porque ciertos deseos no han despertado en él. La persistencia de la niñez en la vida es el poeta, el artista, cuyas obras tienen por objeto el darlo a aquella nobilísima facultad; despertarla si está latente, estimularla o desarrollarla si ha aparecido. Ella es lo intermedio entro lo solo espiritual y lo solo material; vigoriza, aun en el orden sensible, la diferencia entre el hombre y el bruto.."

... "La compasión que nos inspira nuestro semejante que carece de uno de los sentidos comunes, el sordo, por ejemplo, el ciego sobre todo, puede servirnos para apreciar la piedad que despierta en los elegidos el sujeto incapaz de percibir y gozar aquellos goces. Está privado de lo mejor de la vida; es un mutilado ..."

"Que no otra cosa es el artista; el que nos toca el hombro, y nos hace advertir lo invisible; lo que miramos sin ver ..."

"El alma humana, como nadie lo ignora, conoce y quiere cosas inmateriales, espirituales, porque ella lo es; una cosa o substancia espiritual, capaz de operaciones que no se conciben en la sola materia. El bruto no puede percibir tales objetos o existencias, ni , por consiguiente, amarlos ni odiarlos. No hay en él naturaleza para tales funciones; no hay sujeto para tal objeto, como no lo hay para el hombre grosero para percibir las golondrinas de las torres, ni la pureza de las cosas desnudas. Los hombres en que toda niñez ha sido extirpada no perciben los cantos de los aires; huelen la estatua; arrancan con los ojos los graciosos pliegues que envuelven la belleza para revelar su misterio; comen carne de alondras..."

"¿Dónde encontraré la poesía? Me preguntaba una vez irónicamente un cierto buen hidalgo particular que desdeñaba el arte. ¡Oh señor mío!, le decía yo con sinceridad, la encontrará usted en todas partes o en ninguna. La belleza, efectivamente, la dicha relativa, única accesible al hombre, está junto a nosotros, nos toca la cara. Creemos que la felicidad y la belleza son algo extraordinario, y que está siempre allá, del otro lado; que debemos encontrarlas en forma de un grande y pesado lingote, sin advertir que, reducidas a polvo de oro, las tenemos bajo nuestros pies. Es preciso detenerse a recoger polvo, pues..."

"Si lloras por el sol, no verás las estrellas, dice el poeta. Entre el sol de hoy y el de mañana está la noche estrellada..."

"El arte es realización de esa belleza, como sabemos, por medio de signos sensibles: color, forma, sonidos, palabras; pintura, escultura, música... Son bien notorias, fuerza es confesarlo, las discrepancias de los hombres al respecto; unos creen bello lo que los otros feo; pero así como existe una conciencia universal sobre lo bueno y lo malo, no es posible dejar de reconocer una conciencia estética, que es, a la sensibilidad, lo que la ley natural al entendimiento.

La belleza es la verdad; y la verdad en las cosas es el carácter. Obtener el carácter de un hombre feo es hacer cosa bella: Velázquez y sus enanos o sus bufones. La virtud moral no consiste tanto en realizar sonantes actos heroicos, cuanto en cumplir los deberes habituales, que pueden dar ocasión a pequeños heroísmos. El cultivo de la virtud estética no es tanto la realización o el goce de valiosas obras de arte, cuanto el esfuerzo por saber hallar lo bello en todo cuanto nos acompaña..."

"El hombre no puede vivir sin grandeza, y ella tiene que estar a nuestro lado, como los demás elementos de la existencia. Todo puede ser grande; todo lo es. La música sinfónica, la escultura, la pintura son incidentes de nuestra vida, y propiedad sólo de algunos; pero todos somos dueños de la belleza difusa, de la armonía o el orden que sale de las cosas que nos rodean, entre las cuales está, en primer término, como el canto de los pájaros, la casa que habitamos..."


"Sirve para entrar y salir; pero, sobre todo, para recordar y estar en reposo, viendo cómo corre el tiempo y se disipa. Y para hablar también, si a mano viene, de la historia de esta mi buena tierra del Uruguay, que, sin ser tampoco muy grande, lo es bastante para llenar mi corazón, es decir, para ser la más grande de las patrias, pues sólo ella puede hacer eso, que no es poco: llenarme el corazón..."


"Esa es la historia, pues, digámoslo así, de mi castillo. Y como, sobre ser obra no de dinero anónimo sino del ingenio mío y de los míos, está lleno de recuerdos tristes y alegres de algunos años, puedo llamarlo mío, como los recuerdos que lo habitan y le son inseparables, mientras no sea ¡ay! demolido por algún nuevo dueño del terreno, cuando éste deje de ser tierra para ser ciudad, y valer mucho dinero destructor. Este nuevo dueño embellecerá el barrio, agregando su casa al rebaño arquitéctónico que allí caminará en larga hilera; las construcciones atrailladas, recostadas las unas a las otras, tendrán entonces sus perinolas o grandes trompos de metal estampado, y sus suntuosas cúpulas que nadie ocupará, sus puertas por las que nadie entrará, y sus ventanas de invierno (bow windows) para verano. No le faltarán sus columnas, que no soportarán peso alguno, y sus ménsulas o repisas de fino material y extraña forma historiada. No será todo eso regulado por el gusto o la conciencia estéticos, sino por otras facultades que los sustituyen: el prurito de ostentación que lesiona la sensibilidad; el deseo de copiar al vecino y superarlo si es posible, y demás análogas extravagancias. Pero no hay tampoco por qué mirar con ojeriza esas humanas debilidades de que todos sufrimos, quién más quién menos. Los demoledores o restauradores de mi torre podrían ser mis propios nietos, sin ser por eso dignos de vituperio. Que el hombre es más hijo de su tiempo que de su propia madre..."

"Pero si mía es la casa, lo son, sobre todo, los árboles que allí he plantado, y regado, y defendido de las abominables hormigas. Sí, muy trabajadores y ahorrativas, las hormigas; son pueblos industriales y fuertes, los hormigueros; naciones conquistadoras. Pero no son los cultivadores de frutos y legumbres, a buen seguro, quienes les consagran fábulas apologéticas..."

"No pueden faltarme las flores por supuesto; pero, para no caer en prolijidad de mal gusto, sólo mencionaré las enredaderas, cuyas campanillas azules se abren por la mañana, y se cierran cuando anochece. Las madreselvas, sin embargo, que respiran en las tardes de verano y las llenan de olor a miel de abejas, deben aquí también ser recordadas, porque son, para mí, las flores por excelencia. Y mucho más cuando su olor se mezcla al de los jazmines. Hablo de los del país, de los jazmines blancos, de los fríos que vuelan en la planta y que parecen estrellas de muselina. Las tardes realmente bellas son esas: las que huelen a madreselva; por ellas he llegado a creer en este nuestro pobre sentido del olfato, tan desacreditado por algunos."

"Yo concibo perfectamente un poema hecho de olores; el de la madreselva me tra vuelos de risas en el aire, voces de niños que juegan antes de irse a dormir; el de las azucenas parece cantar la Salve en mi memoria, como una voz de armonium..."

"El paisaje natural que allí me rodea tiene todo cuanto es dado desear; nitidez de dibujo, riqueza y armonía de tonos, luminosidad, expresión definida. El Río de la Plata, que ocupa todo el horizonte y se llega con sus aguas hasta mi puerta, es el protagonista, como no puede menos, de mi drama de color. Es un fiesta de los ojos ese nuestro río como mar de los indígenas. El verde azulado, que es su tono ordinario, se transforma y tornasola, pero sin que el agua pierda su fluidez, ni olvide su terrestre procedencia. Unos días predomina en él el verde esmeralda; otros el azul cobalto; nunca el ultramar del Océano, o el lapislázuli del Mediterráneo, que parecen resistir todo abrazo afectuoso con los verdes y los ocres de la tierra, a la que no reconocen como madre; son hijos de la infinita transparencia..."

"En el Plata, hijo de las ausentes montañas, todo es atenuado: los tonos y el movimiento, los peñascos y las olas. La proyección del verde de los árboles, del verdinegro de los eucaliptus, entre otros, sobre aquel azul, forma una armonía de color, un color intenso, como no he visto en otra parte..."

CAPITULO II - PUESTA DEL SOL:  El paisaje que estoy mirando en este momento desde mi casona de Punta Brava, y en el que creo ver concentrado mi universo, está bañado de la luz de esa divina ley. Una gaviota blanca, adorante, que parece inmensa, se acerca por el aire y me abre las alas sin recelo. Ese buen pájaro no ve en mí, como en los muchachos que tiran piedras, un enemigo fuerte; casi estoy por creer que se da cuenta de que soy su amigo...

"No es esto decir que este paisaje sea invariable, por supuesto, y que todos mis días de Punta Brava (por algo se llama así) sean tibios y apacibles; lo suele haber de viento y de frío, y de chubascos; los suele haber de viento y de frío, y de chubascos. Los vientos del Sur, que vienen de lejos, del Cabo de Hornos quizá, persiguiendo hasta la costa el rebaño, presa de pánico, de las grandes olas, son a veces implacables; andan por el aire gritando, como dioses norsos conquistadores..."

"Y cuando da en soplar el Pampero, viento del Oeste que nos llega al ras del Plata, desde las Pampas o llanuras andinas, el tiempo no es apacible; pierden las gaviotas su equilibrio o divina euritmia, y los pájaros dispersos buscan abrigo en los aleros, callados o dando chirridos; los árboles pasan sus largas horas de desamparo, y yo pienso en ellos, cuando despierto de noche, y oigo al huracán, remoto o próximo, que anda en el aire..."

"Ellos nos sirven, por otra parte, para apreciar mejor, y gozar con mayor gratitud, de las mañanas y tardes de bendición, llamémosle místicas, que son allí constantes; los aguaceros seguidos de sol, con su Arco-Iris del uno al otro horizonte; los ponientes gloriosos, con sus nubes en forma de lagarto o de palomas dispersas, sus procesiones de arcángeles dorados, y sus remotas ciudades caminantes, llenas de cúpulas, en el divino silencio..."

"La paz es una actividad. Si quieres ser feliz, procura ser hoy un poco mejor que ayer; aprende a estar contento, alegre; goza sólo de aquello que estés seguro que te viene de la mano de Dios, y así hallarás el goce, aún en el dolor.
Y hallarás paz en el soñar de la vida, y en el de la muerte..."


"Yo tuve que recibir de buen agrado, sin embargo, los parabienes de mi buen amigo, porque eran bien intencionados.
Este libro ha nacido de su visita.
Y, como suele salir un pájaro volando de entre las yedras que envuelven un viejo muro, el niño de sesenta años que tengo en el corazón, y que en este libro ha pensado, o cantado, o dicho místicas ingenuidades, salió de entre las hojas...
Sí, contesté a mi amigo, tristemente, mirando al mar; efectivamente, deben de haber subido mucho de precio estos terrenos...¡qué le hemos de hacer!...
Y yo miraba largamente el mar, ... y el mar me miraba; y sentía el silencio de mis mares interiores...."




1) El sermón de la paz ... http://drgeorgeyr.blogspot.com/2009/02/el-sermon-de-la-paz-juan-zorrilla-de.html
2) Lectura relacionada: Homenaje al Sol - Carlos Páez Vilaró
http://drgeorgeyr.blogspot.com/2014/02/casapueblo-una-alcancia-de-soles-en-el.html
3) Impresionante Puesta de Sol del 19/1/2014
https://www.youtube.com/watch?v=wOl9hueEydk&list=UUDgIDJh0XeSrtTFavWLOCLQ
4)







 








 



5/4/12

ALEJANDRA FORLAN: Ejemplo de vida y mensaje vivo de esperanza para la familia humana - Jorge de Paula


Alejandra reúne condiciones de tal jerarquía que la podemos colocar como un verdadero ejemplo de vida, un ejemplo de los valores que debemos incorporar y atesorar desde muy temprana edad, un espejo en el cual reflejarnos y reafirmarnos de cuál debe ser la actitud ante la vida y muy especialmente ante las adversidades, infortunios o golpes que nos pueda deparar.
Desde el año 2010 Alejandra Forlán es oficialmente la vicepresidenta de la UNASEV, investida personalmente por el Presidente de la República quién afirmó en su presentación: "Alejandra tiene ángel".
Pero Alejandra no solamente "tiene ángel" como muy bien afirmó el Presidente José Mujica, sino que Alejandra tiene carisma, tiene duende, tiene personalidad, tiene templanza y coraje. Algunos de esos atributos los podemos atesorar y dar fe de ello quienes tenemos el privilegio de contarla como amiga entrañable.
Tiene condiciones que van mucho más allá de las que transmite desde esa diáfana belleza que cautiva a “ prima face”, pero hay algo que podemos disfrutar todos aquellos que la escuchamos o vemos ante una cámara o ante un escenario, y es esa luz de esperanza con la que llena el auditorio o la escena, sea con su presencia, sea su mensaje o su energía interior.
(Foto: Alejandra Forlán junto a Adriana Forlán, Jorge de Paula, Patricia Muñoz, Fabiana Iaccarino y Claudia Egaña)

Una luz que nos devuelve en cada emotiva intervención, la confianza en que aún por momentos muy debilitadas, las reservas de la humanidad están aún presentes; un regocijo por permitirnos reencontrarnos con nuestras mejores condiciones humanas. Una luz de alegría y de esperanza, de esperanza de lo que se puede lograr pese al infortunio o la más dura de las adversidades físicas.
"Tenemos mucho que aprender de seres como Alejandra (quién pese a presentar una secuela motriz severa desde los 17 años y hace ya más de 20 años), nos ilumina con su fuerza de voluntad, con su fuerza interior, con su capacidad resiliente (capacidad de soportar golpes sin quebrarse), con su alegría, con su mensaje, con su constante peregrinar en busca de mejorar las condiciones de aquellas personas que han sufrido siniestros de tránsito y también abogando por mejorar las condiciones de salud en el tránsito, a través de múltiples campañas de prevención.
En este video podremos verla y escuchar la profundidad de su pensamiento, parte de su historia de vida y parte de su mensaje tanto como Presidenta de la Fundación Alejandra Forlán, como vicepresidenta de la UNASEV en Uruguay (organismo dependiente de Presidencia de la República).

Alejandra nos habla de los valores, de la importancia de formarnos como buenas personas y nos reafirma ese concepto que en el fondo debería ser el objetivo de toda buena educación, que es el formar personas de bien, y no solamente como sucede muy a menudo, formar especialistas en un área de conocimiento pero que al carecer de esas condiciones humanas, los transformará en nuevos y más tecnócratas, es decir profesionales o técnicos, u operarios o funcionarios o personas, que no están comprometidos con la gente ni sienten la necesidad o la vocación de volcar el conocimiento, su técnica, su habilidad o el fruto de su trabajo como contribución hacia una mejor humanidad.
Sea la profesión, oficio o tarea que realicemos, debemos interesarnos en profundizar en el conocimiento de la misma, pero también debemos desarrollar desde muy temprano la empatía, definida como esa condición humana que nos permite trascender los límites de los que consideramos nuestro territorio individual, (nuestro yo), para colocarnos en el lugar del otro o de los otros. Esos otros que como dice en el vídeo Alejandra, que podemos ser nosotros mismos.
El poder desarrollar y estimular esa capacidad empática, nos permitirá ser capaces de sentir y experienciar no solo nuestra posición, sino también la posición de los otros, y esto debería consituír uno de los aprendizajes primordiales de toda civilización, de todo colectivo y de toda sociedad que se considere realmente próspera y de toda sociedad que guarde esperanzas de tener un futuro mejor.
Palabras de Alejandra Forlán: Yo creo que que el aumento de los siniestros de tránsito son un reflejo de la pérdida de valores, y constituyen una manifestación de lo que nos está pasando en el mundo a los seres humanos. Una expresión más de los problemas de la conducta humana.
Tantas personas que se sienten vacías y piensan que el llenarnos de cosas materiales nos va a llenar la vida.
Ello explica también el aumento de los casos de depresión, que son un testimonio también de los caminos a donde nos lleva una sociedad consumista, materialista e hiperacelerada cuando no está constrabalanceada con un cultivo de valores y sentimientos que nos lleven a ponderar al otro y a querer que también sea feliz.
Un mundo en el que pensamos que vamos a construir y en realidad nos estamos destruyendo.
Los adultos en general no nos cuidamos, y muchas veces la enfermedad constituye un maestro para enseñarnos o mostrarnos cuánto hemos descuidado nuestra salud. No nos cuidamos no solamente en la condución, no nos ponemos el casco, no nos ponemos el cinturón, sino que tampoco nos cuidamos con la alimentación, no nos cuidamos con el consumo del alcohol, ni con tantas otras cosas.
Fotografía inferior: Jorge de Paula, Patricia Muñoz Turano y Alejandra Forlán.

1) Cada día de nuestra vida estamos construyendo salud o potenciando la enfermedad - Dr. Valentín Fuster
http://drgeorgeyr.blogspot.com/2011/07/cada-dia-estamos-construyendo-salud-o.html
2) ¿Como hacemos para frenar la depresión?
http://www.youtube.com/watch?v=_S_SAA6JIn4&feature=relmfu
3) La amistad, la empatía y las relaciones humanas nos hacen más saludable y más agradable la vida
http://drgeorgeyr.blogspot.com/2010/02/la-amistad-las-relaciones-humanas-y-las.html

11/11/11

AUTOBIOGRAFÍA LIRICA DE JUANA DE IBARBURÚ: Los años de añoranza, angustia y melancolía y luego el renacer - Por Juana de América (Parte II)

LA ETERNA MELANCOLIA, LA ANGUSTIA, LA DESESPERANZA Y EL RENACER A LA VIDA:
Leer la primera parte del discurso de Juana de Ibarbourou en:
http://drgeorgeyr.blogspot.com/2011/11/existe-el-paraiso-terrenal-juan-de.html
Y ahí empieza la eterna melancolía.
La adaptación como he dicho se hizo inevitable, pero lo más oscuro y secreto de las fuerzas de la sangre, la añoranza ya sin motivo concreto sigue nublándome el sol interior. Son cosas de la vida, el olor a las naranjas de Cerro Largo, dulces redondas y doradas que no puede ser abolido por el de las esencias más caras de Francia.
Ese período de mi vida que abarca mis tres libros primigenios los viví con los míos en la Villa de la Unión haciendo a la par versos y flores ratifícales, ocasional “modus vivendi” que me ha dejado un tierno recuerdo de lucha en común con los míos y el orgullo de saber defender victoriosamente mi casa y mi familia en la borrasca.
Nunca he dejado de hacer versos, casi diariamente, aunque muchos poemas guardados solo en la memoria, muy fiel pero tal vez excesivamente recargada, se me fueron perdiendo, borrándose de entre los casilleros naturales y de los maravillosos depósitos intangibles. Es mi costumbre, lo que se llamaría “la producción poética oral”.
Sale solo el primer verso y como me contara Ginar Ayadasa que es tierna costumbre del pueblo indio en la pena, voy redondeando el poema de la misma manera, en un repetir sin descanso, hasta que está entero, acabado ya. Después es el repetirlo para mí misma, hasta la perfecta grabación íntima. Generalmente no lo paso al papel, sino cuando llega una oportunidad.
Así fue con las “Lenguas de diamante”, así con “Raíz salvaje”, así con todos hasta ahora.
Esta costumbre da como el tierno cuidado constante del hijo, un amor a lo que se crea que, independiente de toda vanidad tonta, por encima de todo narcisismo, es un verdadero sentimiento de maternidad y de creación unido indisolublemente a nuestros centros vitales.
Con un propósito docente vino luego también Radioteatro, y entretanto se iba haciendo “Perdida”, el contenido lírico de un volumen hecho a pura amistad generosa por Gonzalo Losada en 1950. Ya habían naufragado el valor juvenil, el ímpetu, la esperanza.
"Perdida" despertó el sentido batallador de la crítica Nacional. Para unos (afortunadamente los más), "Perdida" es un libro de angustia y desesperanza que en nada desmerece de los que recibieron mayores alabanzas, para otros es un poemario de decadencia, sin fuerza vital que en cierto sentido es bello y desesperadamente heroico. Se me ha preguntado muchas veces el significado del título “Perdida”, que escandalizó ruidosamente a una buena periodista antillana, creyendo que era una paladina declaración de mal camino confesado.
Esta es una oportunidad para aclarar la elección de la discutida pequeña palabra que cobija ese puñado de poemas. Perdida era el nombre que D'Annunzio le daba a Eleonora Duse y a mí me gustó mucho en aquel momento, su secreta desolación, su renunciamiento, su invalidez. Se ajustaba maravillosamente a mi estado de Espíritu en aquella época. Todo lo mío se iba barranca abajo, como por un tobogán trágico y yo no veía ningún camino que pudiera conducirme a la salvación y la paz.
Me encontraba como extraviada en una selva impenetrable, no alcanzaba a percibir una luz en la tierra, ni una estrella en mi cielo. En ese estado de dolorosa desorientación, unido a la dulce historia de D'Annunzio, salió el título de mi libro, el poema con que se inicia “Tiempo” es su primer testimonio. Otro “el grito” lo confirma más adelante.
Hubo un paréntesis dramático de mala salud y el duelo sin fin con la muerte de mi madre que yo adoraba. El soneto que voy a leer, escrito ya en la hora de la resurrección, después de una época de muy mala salud, reasume todo antiguo dolor y la nueva esperanza, se titula:
REGRESO:
- He de tener mis sauces, mis mastines
- Mis rosas y jacintos como antes.

- Han de volver mis duendes caminantes
- Y mi marina flota de delfines
- Retornarán los claros serafines
- Mis circos con enanos y elefantes
- Mis mañanas de abril, alucinantes
- En mi caballo de alisadas crines
- He de beber la vida hasta en la piedra
- Y hasta el menguado zumo de la hiedra
- Y en sal de la lágrima furtiva,
- Porque regreso de la muerte y tengo
- El terror del vacío de que vengo
- Y la embriaguez hambrienta de estar viva.

7/6/10

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6/2/09

EL SERMON DE LA PAZ - JUAN ZORRILLA DE SAN MARTIN

“EL SERMON DE LA PAZ” del POETA DE LA PATRIA: JUAN ZORRILLA DE SAN MARTÍN - MONTEVIDEO 1924-
CAPÍTULO 1: EL ALMA DE LAS COSAS

Llevaron a Bernardino de Saint Pierre el autor de “Pablo y Virginia“ siendo niño, del campo en que se había criado, a la ciudad, por la primera vez. Cuando estuvo junto a las torres de la iglesia, lo vieron mirar hacia arriba embelesado.
¡Cómo vuelan!, oyeron que decía...
No eran las torres, aunque alguien pudiera creerlo, lo que volaba y llamaba su atención; eran las golondrinas que, en torno de las veletas, daban vueltas en el aire, o se posaban, una al lado de otra, en las altísimas cornisas. El niño campesino no veía en las torres otra cosa que un nuevo elemento de relación, para apreciar la belleza y la alegría de los pájaros, sus amigos, sus recuerdos. No es otro el objeto, si bien se mira, y si alguno tienen, de las bellas cosas visibles que no nos despiertan sensuales apetitos; el conducirnos al goce de las invisibles que alimentan de vuelos el alma humana. Esta, a diferencia de la del bruto con sus cinco sentidos corporales, cuenta con una especie de sexto sentido, el estético, la vista de lo recóndito, el oído de lo inaudito, por cuyo mayor o menor desarrollo se mide, me parece, el grado de perfección de un organismo inteligente. Ese sentido se encuentra, no muy desarrollado, pero sí muy puro, en el niño, porque ciertos deseos no han despertado en él. La persistencia de la niñez en la vida es el poeta, el artista, cuyas obras tienen por objeto el darlo a aquella nobilísima facultad; despertarla si está latente, estimularla o desarrollarla si ha aparecido. Ella es lo intermedio entro lo solo espiritual y lo solo material; vigoriza, aun en el orden sensible, la diferencia entre el hombre y el bruto. El hombre es el solo animal que tiene necesidad de lo superfluo, que no ha de confundirse con lo frívolo. Por ahí podría llegar, si no me equivoco, al verdadero objeto moral del arte, que bien puede ser, entre otros, el de atenuar nuestros apetitos groseros, con la revelación de otros deleites, capaces de hacer más amable la vida; el de hacernos advertir las golondrinas que salen de las torres, hasta presentarnos como insignificantes las torres mismas, por altas que sean; el de impedir que el niño que muere paulatinamente en el hombre se muera del todo antes que nosotros. La compasión que nos inspira nuestro semejante que carece de uno de los sentidos comunes, el sordo, por ejemplo, el ciego sobre todo, puede servirnos para apreciar la piedad que despierta en los elegidos el sujeto incapaz de percibir y gozar aquellos goces. Está privado de lo mejor de la vida; es un mutilado. Los animales, que sólo viven para buscar la propia conservación y la de su especie, carecen por completo de aquella facultad; no miran las encinas a cuya sombra caminan, ni la proyección del encinar sobre el cielo azul; desean sólo y comen las bellotas, que reconocen por el olfato: Por eso los animales, entre los que hay artesanos excelentes, no tienen artistas; porque no perciben el alma de las cosas, ni crean, por lo tanto, los signos de revelarla, para hacer a los otros participantes de sus propias visiones. Que no otra cosa es el artista; el que nos toca el hombro, y nos hace advertir lo invisible; lo que miramos sin ver. Como lo animales no tienen fantasía, no saben de remordimiento, ni de virtud, ni de honor. En el simple instinto no cabe la abstracción, el vuelo, porque el alma puramente instintiva vive y muere o se disuelve con el organismo, según su naturaleza. El alma humana, como nadie lo ignora, conoce y quiere cosas inmateriales, espirituales, porque ella lo es; una cosa o substancia espiritual, capaz de operaciones que no se conciben en la sola materia. El bruto no puede percibir tales objetos o existencias, ni , por consiguiente, amarlos ni odiarlos. No hay en él naturaleza para tales funciones; no hay sujeto para tal objeto, como no lo hay para el hombre grosero para percibir las golondrinas de las torres, ni la pureza de las cosas desnudas. Los hombres en que toda niñez ha sido extirpada no perciben los cantos de los aires; huelen la estatua; arrancan con los ojos los graciosos pliegues que envuelven la belleza para revelar su misterio; comen carne de alondras.
II
Y bien; buscaremos algo de niñez en nuestras miradas. En un extremo de Montevideo, mi ciudad natal, sobre el Río de la Plata, en una pequeña punta llamada Punta Carreta o Punta Brava, tengo yo un pedazo de terreno, que adquirí, cuando aquello era un desierto, por poquísimo dinero. Lo he cultivado por mí mismo, lo cavo, lo riego, y le llevo árboles vivos y semillas. Hasta puede decirse que yo he hecho esa tierra, como el holandés la suya, porque le he sustituido, en gran parte la arena y la conchilla de que estaba formada por tierra negra vegetal. Sólo yo sé la influencia de ese solar sobre el último tercio de esta mi vida que voy viviendo; por él he sabido de las estaciones, y del beneficio de las lluvias, y del brillar de las estrellas en su plenitud; muchos matices del año hubieran pasado inadvertidos para mí sin él; no me daría cuenta del momento en que florecen los árboles y cuajan los frutos; éstos completamente muertos, me servirían sólo para comer. Por él, en cambio, las tristezas de las plantas me dan tristeza, y puedo así, con cierto derecho, compartir también sus alegrías, como si fuera un hermano. La casa que allí he construído no es grande, y es también de muy poco precio; pero como está dada de blanquísima cal, puede, por su color de porcelana, satisfaces, el gusto más exigente. Es perfectamente amable, dígase lo que se quiera, con sus inocentes líneas y sus techumbres ingenuas. Nada puede darse de más insignificante que esa mi casa; pero no lo es para mí, por cierto. Como el terreno con la naturaleza, esa obra de arquitectura me pone en contacto también con ella, con la naturaleza, y me habla familiarmente del arte más propicio a incorporarnos a la tierra que habitamos. Y si alguien dijera que no es el caso de hablar de arquitectura cuando se trata de una casa dada de cal y con techumbre de tejas coloradas, ese dictamen no tendría mi asentimiento; juzgo, por el contrario, que es la ocasión más propicia para hablar de arte, si, como yo lo creo, el arquitectónico no es otra cosa que la expresión sincera del objeto de una construcción, impresa en su forma sensible, según los materiales de que se ha dispuesto, y que no hay por qué ocultar. Su enemigo mortal es lo enfático, lo superfluo engañoso, que, como la cáscara de una fruta puesta en otra, esconde, en vez de revelar con gracia decorativa, la vida interior, o denuncia la falta total de vida. Nadie deja de distinguir un edificio muerto de uno vivo, aunque ambos sean recientes y estén habitados.
III¿Dónde encontraré la poesía? Me preguntaba una vez irónicamente un cierto buen hidalgo particular que desdeñaba el arte. ¡Oh señor mío!, le decía yo con sinceridad, la encontrará usted en todas partes o en ninguna. La belleza, efectivamente, la dicha relativa, única accesible al hombre, está junto a nosotros, nos toca la cara. Creemos que la felicidad y la belleza son algo extraordinario, y que está siempre allá, del otro lado; que debemos encontrarlas en forma de un grande y pesado lingote, sin advertir que, reducidas a polvo de oro, las tenemos bajo nuestros pies. Es preciso detenerse a recoger polvo, pues. Sólo el reposo es el progenitor de lo bello, y es inseparable de la dicha. Si lloras por el sol, no verás las estrellas, dice el poeta. Entre el sol de hoy y el de mañana está la noche estrellada. La felicidad, sin embargo, es una cosa hecha de tantas piezas, que siempre falta alguna que se ha perdido; no hay que contar con ella en absoluto. Y así la belleza, que ni siquiera nos es dado definir con alguna precisión. Acaso pudiera decirse que es un recuerdo que tiene el alma del país en que nació, de su vida anterior a la materia. Y todas las almas proceden de ese país lejano; todas son compatriotas. Y lo serán tanto más, cuanto más recuerden la región nativa, que no es otra cosa que la mente de Dios. El arte es realización de esa belleza, como sabemos, por medio de signos sensibles: color, forma, sonidos, palabras; pintura, escultura, música... Son bien notorias, fuerza es confesarlo, las discrepancias de los hombres al respecto; unos creen bello lo que los otros feo; pero así como existe una conciencia universal sobre lo bueno y lo malo, no es posible dejar de reconocer una conciencia estética, que es, a la sensibilidad, lo que la ley natural al entendimiento. La belleza es la verdad; y la verdad en las cosas es el carácter. Obtener el carácter de un hombre feo es hacer cosa bella: Velázquez y sus enanos o sus bufones. La virtud moral no consiste tanto en realizar sonantes actos heroicos, cuanto en cumplir los deberes habituales, que pueden dar ocasión a pequeños heroísmos. El cultivo de la virtud estética no es tanto la realización o el goce de valiosas obras de arte, cuanto el esfuerzo por saber hallar lo bello en todo cuanto nos acompaña. El hombre no puede vivir sin grandeza, y ella tiene que estar a nuestro lado, como los demás elementos de la existencia. Todo puede ser grande; todo lo es. La música sinfónica, la escultura, la pintura son incidentes de nuestra vida, y propiedad sólo de algunos; pero todos somos dueños de la belleza difusa, de la armonía o el orden que sale de las cosas que nos rodean, entre las cuales está, en primer término, como el canto de los pájaros, la casa que habitamos; ésta será tanto más artística cuanto más hecha para nosotros mismos, para cada uno de nosotros, no para todo el mundo, es decir, para nadie. La permanencia de la casa no se obtiene con dinero. Y hay más de nosotros mismos en nuestra casa que en nuestro sepulcro. Algo de eso tiene, o ha querido tener mi casita de Punta Brava, cuya historia es casi la mía, la de mi espíritu. Comenzó por sus cuatro paredes y su techo de zinc; era todo cuanto yo podía hacer cuando la hice; era todo lo mío. No carecía de interés, con sus dos ventanillas y su graciosa solana o soportal de madera sobre la puerta; pero le faltaba estatura: no veía casi nada a su alrededor: y la idea de darle el órgano de la visión nació de su propia naturaleza. Así nace el concepto de torre o atalaya. Una pequeña habitación saliente que tenía adosada creció por sí misma; con levantarle las paredes, hacerle en lo alto un pretil, y abrirle un agujero ojival que diera luz a la habitación superior, la torrecilla apareció airosa y robusta como la que más. Y perfectamente útil, por cierto, y razonada. Proyectada sobre el azul del mar, ella me recoge la porción de sol que a mí me toca en el universo. Otro día, como se demoliera por su nuevo dueño la vieja y amplia casa que fue mía, y que construyó hace casi un siglo, el bisabuelo de mis hijos, prócer de la primera patria, obtuve una de sus puertas, y la hice entrada de mi casa. Se ajustó a ella a maravilla; sirve para entrar y salir; pero, sobre todo, para recordar y estar en reposo, viendo cómo corre el tiempo y se disipa. Y para hablar también, si a mano viene, de la historia de esta mi buena tierra del Uruguay, que, sin ser tampoco muy grande, lo es bastante para llenar mi corazón, es decir, para ser la más grande de las patrias, pues sólo ella puede hacer eso, que no es poco: llenarme el corazón. El día que aquella construcción, con sólo crecer, hubo de cobrar su fisonomía definitiva y revelar una intención o pensamiento arquitectónico, llegó también. Se le agregaron entonces, a un lado y a otro, dos cuerpo cuadrados de edificio; bajo el uno con su chimenea, alto el otro, con su tosco balconcillo de madera y su cobertizo de tejas en el ángulo, como las casonas montañesas. Cobró así todo aquello el carácter de casona española que hoy tiene; pero no como simple fantasía, como hubiera podido cobrar el de un chalet suizo o el de un villino italiano, comprados con dinero sino como expresión de su vida interior, como la casa del caracol, hecha de vida y de recuerdos. Esta misma descripción de mi casa colonial, más que una descripción, es toda una doctrina, como se ve; es la que informa este libro o sermón caritativo, que quiere hacer amable lo propio, sin odio a lo ajeno y sin envidia; que ofrece algún bienestar a quién con recto corazón lo lea. Esa es la historia, pues, digámoslo así, de mi castillo. Y como, sobre ser obra no de dinero anónimo sino del ingenio mío y de los míos, está lleno de recuerdos tristes y alegres de algunos años, puedo llamarlo mío, como los recuerdos que lo habitan y le son inseparables, mientras no sea ¡ay! demolido por algún nuevo dueño del terreno, cuando éste deje de ser tierra para ser ciudad, y valer mucho dinero destructor. Este nuevo dueño embellecerá el barrio, agregando su casa al rebaño arquitéctónico que allí caminará en larga hilera; las construcciones atrailladas, recostadas las unas a las otras, tendrán entonces sus perinolas o grandes trompos de metal estampado, y sus suntuosas cúpulas que nadie ocupará, sus puertas por las que nadie entrará, y sus ventanas de invierno (bow windows) para verano. No le faltarán sus columnas, que no soportarán peso alguno, y sus ménsulas o repisas de fino material y extraña forma historiada. No será todo eso regulado por el gusto o la conciencia estéticos, sino por otras facultades que los sustituyen: el prurito de ostentación que lesiona la sensibilidad; el deseo de copiar al vecino y superarlo si es posible, y demás análogas extravagancias. Pero no hay tampoco por qué mirar con ojeriza esas humanas debilidades de que todos sufrimos, quién más quién menos. Los demoledores o restauradores de mi torre podrían ser mis propios nietos,(*) sin ser por eso dignos de vituperio. Que el hombre es más hijo de su tiempo que de su propia madre.

IV

Pero si mía es la casa, lo son, sobre todo, los árboles que allí he plantado, y regado, y defendido de las abominables hormigas. Sí, muy trabajadores y ahorrativas, las hormigas; son pueblos industriales y fuertes, los hormigueros; naciones conquistadoras. Pero no son los cultivadores de frutos y legumbres, a buen seguro, quienes les consagran fábulas apologéticas, con menoscabo del honor de las cigarras cantantes. La inerme cigarra no atesora, efectivamente; vive sólo de sol, sin quitárselo a nadie, como vive de sombra y de humedad el sapo, criatura también buena, amable y musical, objeto constante, sin embargo, de desprecios y persecuciones de lo más injusto que conozco, por parte de los muchachos, sobre todo, sin duda porque no corre ni muerde. Ese pobre sapo es, como la cigarra, inofensivo, indefenso, benéfico; su voz de oboe coreada por las castañuelas de plata de las ranas que piden agua o la agradecen al cielo, y por el trémulo grito de los grillos, es una de las voces respetables de la naturaleza; hay un momento en ésta caracterizado por la voz del primer zorzal, y lo hay señalado por la del primer sapo. Son dos notas fundamentales de la grande orquesta. La misma enigmática figura del sapo, aunque lo vemos generalmente en cuclillas, en actitud de ídolo suplicante, n o carece de cierta dignidad. Muy pocos le han observado los ojos resignados y pacientes; que, a haberlo hecho, no lo mirarían con tanto desvío y antipatía. Bien pudiera ser un ente superior, un príncipe convertido en fea bestia, en castigo de algún pecado de amor impuro, el desventurado sapo. Hay entre esos mis árboles algunos de singular mérito; lo ombúes que allí tengo, por ejemplo, ocho o diez, son magníficos. El ombú, dicho sea de paso, es el árbol que yo prefiero, no sólo por ser el que con más pasión se abraza a su madre, y madre mía, la tierra en que ambos nacimos; no sólo por su opulenta forma, sino porque no se come; no despierta apetitos; no es maderable; ni siguiera sirve para el fuego. Pero nos da sombra, el mejor fruto del sol, nuestro mejor amigo: sombra. No es esto decir claro está, que yo no estime en lo que valen los árboles frutales que allí cultivo; los perales, pongo por caso. Los hay, plantados por mí, que han producido hasta una docena de peras, y aún más, perfectamente maduras, como hay higueras que han dado sus higos, y algunas palmas con su gran racimo de cocos, que, si bien un poco agrios, (cocus campestris) tiene una piel amarilla azucarada, muy buscada por las avispas. No pueden faltarme las flores por supuesto; pero, para no caer en prolijidad de mal gusto, sólo mencionaré las enredaderas, cuyas campanillas azules se abren por la mañana, y se cierran cuando anochece. Las madreselvas, sin embargo, que respiran en las tardes de verano y las llenan de olor a miel de abejas, deben aquí también ser recordadas, porque son, para mí, las flores por excelencia. Y mucho más cuando su olor se mezcla al de los jazmines. Hablo de los del país, de los jazmines blancos, de los fríos que vuelan en la planta y que parecen estrellas de muselina. Las tardes realmente bellas son esas: las que huelen a madreselva; por ellas he llegado a creer en este nuestro pobre sentido del olfato, tan desacreditado por algunos. Y no hay para tanto. Que si bien está en lo cierto quien afirma que ese sentido tiene mucho de contacto material, y no la pureza de la vibración sonora, no es tan irracional como pudiera creerse la analogía entre una ráfaga de madreselvas y un melodía de Bellini, que, al caer la tarde, sale, de un piano desconocido, por una ventana abierta en lo alto. Yo concibo perfectamente un poema hecho de olores; el de la madreselva me tra vuelos de risas en el aire, voces de niños que juegan antes de irse a dormir; el de las azucenas parece cantar la Salve en mi memoria, como una voz de armonium. V
El paisaje natural que allí me rodea tiene todo cuanto es dado desear; nitidez de dibujo, riqueza y armonía de tonos, luminosidad, expresión definida. El Río de la Plata, que ocupa todo el horizonte y se llega con sus aguas hasta mi puerta, es el protagonista, como no puede menos, de mi drama de color. Es un fiesta de los ojos ese nuestro río como mar de los indígenas. El verde azulado, que es su tono ordinario, se transforma y tornasola, pero sin que el agua pierda su fluidez, ni olvide su terrestre procedencia. Unos días predomina en él el verde esmeralda; otros el azul cobalto; nunca el ultramar del Océano, o el lapislázuli del Mediterráneo, que parecen resistir todo abrazo afectuoso con los verdes y los ocres de la tierra, a la que no reconocen como madre; son hijos de la infinita transparencia. En el Plata, hijo de las ausentes montañas, todo es atenuado: los tonos y el movimiento, los peñascos y las olas. La proyección del verde de los árboles, del verdinegro de los eucaliptus, entre otros, sobre aquel azul, forma una armonía de color, un color intenso, como no he visto en otra parte.CAPITULO II - PUESTA DEL SOLI) El paisaje que estoy mirando en este momento desde mi casona de Punta Brava, y en el que creo ver concentrado mi universo, está bañado de la luz de esa divina ley. Una gaviota blanca, adorante, que parece inmensa, se acerca por el aire y me abre las alas sin recelo. Ese buen pájaro no ve en mí, como en los muchachos que tiran piedras, un enemigo fuerte; casi estoy por creer que se da cuenta de que soy su amigo. Es el espíritu, que, como las golondrinas de las torres, brota del río, cual si este echara a volar. No es esto decir que este paisaje sea invariable, por supuesto, y que todos mis días de Punta Brava (por algo se llama así) sean tibios y apacibles; lo suele haber de viento y de frío, y de chubascos; los suele haber de viento y de frío, y de chubascos. Los vientos del Sur, que vienen de lejos, del Cabo de Hornos quizá, persiguiendo hasta la costa el rebaño, presa de pánico, de las grandes olas, son a veces implacables; andan por el aire gritando, como dioses norsos conquistadores. Y cuando da en soplar el Pampero, viento del Oeste que nos llega al ras del Plata, desde las Pampas o llanuras andinas, el tiempo no es apacible; pierden las gaviotas su equilibrio o divina euritmia, y los pájaros dispersos buscan abrigo en los aleros, callados o dando chirridos; los árboles pasan sus largas horas de desamparo, y yo pienso en ellos, cuando despierto de noche, y oigo al huracán, remoto o próximo, que anda en el aire. Pero, sobre ser el caso poco frecuente, esos mismos vientos pamperos, como que los conocemos desde niños, son menos desaforados para nosotros que los extraños; están en su casa, y hasta tienen algo de los amigos importunos o pesados, que se echan de menos cuando dejamos de verlos algún tiempo; son nuestros pamperos. Ellos nos sirven, por otra parte, para apreciar mejor, y gozar con mayor gratitud, de las mañanas y tardes de bendición, llamémosle místicas, que son allí constantes; los aguaceros seguidos de sol, con su Arco-Iris del uno al otro horizonte; los ponientes gloriosos, con sus nubes en forma de lagarto o de palomas dispersas, sus procesiones de arcángeles dorados, y sus remotas ciudades caminantes, llenas de cúpulas, en el divino silencio.

II

Una de esas tardes era la de ayer, precisamente, y mejor no pudo elegirla, para visitarme en mi rústica heredad, un buen amigo mío, hombre de bien a carta cabal, persona acaudalada, y de más que mediano entendimiento. Me encontró solo, trabajando a más trabajar con el rastrillo. Los árboles estaban alegres, y las enredaderas no habían cerrado los ojos azules todavía entre las hojas; mi torre parecía de mármol, y el río de esmalte azul; la cúpula del cielo estaba recién dorada por los artistas diáfanos.
Mostraba yo envanecido todo lo mío, todas aquellas cosas, a mi amigo: mis árboles, mi pedazo de mar, la última porción de sol de aquel día, que me quedaba en las paredes de la torre. Y él, después de mirar a su alrededor, a lo lejos, hacia arriba, me miró a mí, como si hubiera descubierto un secreto que yo guardaba, el de mi caudal; me miró riendo, con aire de parabienes. ¡cómo habrán subido ahora de precio estos terrenos! Me dijo, por fin; este es ya un buen lote. Pero es preciso adquirir ese de al lado, par tener mayor frente sobre la rambla... ¿cuánto vale ahora el metro por acá? ¡Cómo vuelan! Decía Bernardino de Saint Pierre ... ¡El metro! ¿pero acaso esto tiene metros, Dios mío? ¿Es esto realmente un lote, que haya de completarse quitando el suyo al vecino? Nada de todo esto es mío, pues, desde que tiene precio; nada de esto; lo mío no tiene precio... Aquel ingrato amigo no había estado observando, como yo lo creía, ni el ombú que estaba a su lado, con el último toque de sol gratuito, ni el horizonte de cobre enrojecido, ni siquiera el mar; había advertido que por allí se había hecho, no por culpa mía, ciertamente, una rambla o avenida alquitranada, por la que corría, a todo correr, un carruaje automóvil, entre una nube de bencina. Y que no tenía más objeto que el de adelantarse a otro carruaje, que, a su vez, sólo corría por correr, desaforado. Y allí, junto a nosotros, tocándonos los cara con las ramas, estaba el peral lleno de peras maduras, en forma de campana, que parecían naranjas, por la luz del sol poniente. El árbol, plantado por mí, uno de mis predilectos, me miró con la expresión de un inofensivo animal salvaje acabado de atrapar; me miró como si hubiera oído un disparo. Que también los árboles sienten el pánico, si los observamos. En poco estuvo no lo experimentara yo mismo; sentí, cuando menos, algo como el efecto de una amenaza a mis ombúes sin valor, a mi casa de poco precio, guardada sólo por un perro compañero de mis nietos, a la puerta de los abuelos, de débil cerradura. Hubiera querido esconder todo aquello, ponerlo a salvo en otra parte, en otro rincón de mi tierra, con sus horizontes y sus gaviotas. ¡Oh las naciones grandes, las confederaciones fuertes, hijas del dios Pan, el que infunde los pánicos! También las grandes fortunas de los hombres se forman así: por la conglomeración de las chicas aniquiladas. Y así se amasan los patrimonios suntuosos, donde no se pone el sol, y donde no se goza de la noche estrellada. Y así nacen las grandes ciudades, con sus palacios impersonales, que desalojan a las bellas torrecillas dadas de cal, en que viven las alegrías, y anidan las caridades, las continencias, la resignación y la paz. Y los hombres se enorgullecen de las ciudades, de las patrias armipotentes, grandes lotes de muchos metros, de mucho valor venal, y de mucho humo de bencina y de pólvora. No hay paz para el soberbio dice el libro. La paz es una entidad de orden moral, superior al jurídico. La quietud, el descanso, el silencio, la riqueza, el placer, son cosas del orden material. No está en ellos la paz; ni siquiera en el sepulcro. El descanso, el silencio, el mismo sueño, el último inclusive, serán enemigos que te inquietarán.
La paz es una actividad. Si quieres ser feliz, procura ser hoy un poco mejor que ayer; aprende a estar contento, alegre; goza sólo de aquello que estés seguro que te viene de la mano de Dios, y así hallarás el goce, aún en el dolor.
Y hallarás paz en el soñar de la vida, y en el de la muerte.
Yo tuve que recibir de buen agrado, sin embargo, los parabienes de mi buen amigo, porque eran bien intencionados.
Este libro ha nacido de su visita.
Y, como suele salir un pájaro volando de entre las yedras que envuelven un viejo muro, el niño de sesenta años que tengo en el corazón, y que en este libro ha pensado, o cantado, o dicho místicas ingenuidades, salió de entre las hojas...
Sí, contesté a mi amigo, tristemente, mirando al mar; efectivamente, deben de haber subido mucho de precio estos terrenos...¡qué le hemos de hacer!...
Y yo miraba largamente el mar, ... y el mar me miraba; y sentía el silencio de mis mares interiores.

1) "Velar se debe la vida, de tal suerte... que viva quede en la muerte"... Escudo de la Familia Zorrilla.