Nuestra cultura había utilizado clásicamente para definir la muerte, a un estado de coma con ausencia de latidos cardíacos, de pulso y de respiración. Estos criterios eran muy seguros para diagnosticar la muerte de una persona, hasta mediados del siglo 20. Desde entonces el desarrollo de la medicina intensiva, con sus dispositivos de sostén artificial de funciones orgánicas principales tales como respiración y circulación, comenzó a crear dificultades para que el criterio clásico de diagnóstico de muerte se pudiera aplicar en algunas situaciones. Es así que desde mediados de 1950 se comenzaron a reportar los primeros casos de personas con ausencia completa de función neurológica, con electroencefalograma plano, pero que aún podían continuar siendo mantenidos "vivos", al estar conectados a un respirador artificial, por lo cual se volvió más complejo el diagnóstico de muerte, y hubo que ajustarlo a la nueva situación creada.
Se tuvo que redefinir por lo tanto los criterios de muerte y asociarlos a la existencia de muerte cerebral o muerte encefálica en aquellas personas que tenían daño cerebral irreversible. Cuando este daño irreversible se documenta, la persona debe ser declarada clínicamente muerta, porque su encéfalo está muerto, pese a que aún tenga pulso, y que mantenga función cardíaca, y tenga presión arterial. Si el encéfalo está muerto, la persona es declarada jurídicamente y médicamente muerta, porque el encéfalo es la persona, ahí está todo lo que es una persona, sus afectos, sus recuerdos, el reconocimiento de lo que es, y si eso se destruye irreversiblemente, la persona ya deja de ser tal. Este criterio es el que se aplica desde entonces, para la determinación de muerte, y se ha acuñado el término: "brain death" (muerte cerebral).
De manera que actualmente existen 2 criterios válidos para llegar al diagnóstico de muerte, el primero es el clásico el que sirvió durante siglos para determinarla, y sigue aplicándose a toda persona que muere fuera del área de Terapia Intensiva, o sea el criterio cardiopulmonar, por el cual la comprobación del cese irreversible de la función cardiopulmonar, es decir, la pérdida de los signos vitales en forma permanente, sumado a un coma sin reflejos, sin respuesta y con midriasis paralítica en la mirada.
El segundo criterio se determina para los pacientes que están con soporte ventilatorio mecánico en Terapia intensiva o block quirúrgico, donde se requiere el Diagnóstico de Muerte por el Criterio Encefálico: el cual implica la comprobación del cese irreversible de la función del Encéfalo como un TODO (No necesariamente de todas las neuronas) aún en presencia de un funcionamiento cardiovascular y ventilatorio artificial.
Es importante recalcar que no existen dos clases de muertes ni dos formas diferentes de morir, sino simplemente dos formas de llegar al diagnóstico clínico de muerte (por el criterio cardiopulmonar o clásico y por el criterio encefálico). Esto es solo una consecuencia del avance de la tecnología moderna en los medios de soporte cardiopulmonar.
De aquí se desprende que prácticamente el 100% de las personas que serán donantes de órganos, fallecen en terapia intensiva, por lo cual se les aplicá el diagnóstico de muerte por el criterio encefálico, y una vez realizado este diagnóstico, es obligatorio la comunicación al Banco de örganos, donde se procederá a realizar pruebas de compatibilidad con la lista de espera de receptores, en un estricto orden de antiguedad. Mientras tanto es obligatorio mantener al paciente con funcion ventilatoria y cardiovascular estable hasta tanto se defina su condición de donante o no. Esta decisión debe tomarse rápidamente ya que luego de 48 horas aproximadamente, toda persona con muerte encefálica, presenta un derrumbe de sus funciones cardiocirculatorias a pesar del sostén artificial, y ya no podrá ser mantenido artificialmente con fines de donación.
1) La persona receptora no está muerta, porque cuando se le extrae el corazón patológico se lo coloca en un máquina de circulación artificial, y se mantiene vivo su encéfalo y todo su organismo, de manera que cuando recibe el corazón del donante, despertará como despiertan todas aquellas personas que son sometidas a cualquier otra cirugía de by-pass o valvulas con corazón abierto. De manera que la persona receptora nunca estuvo muerta ni por el criterio cardiopulmonar ni por el criterio encefálico. En cambio la persona donante, si está muerta, y lo está por el criterio encefálico, aunque aún pueda mantener una función cardiovascular hasta que es trasladada a block quirúrgico para el retiro de los órganos donantes. Esto es fundamental para que el corazón o riñón o hígado a donar no sufra isquemia ni ninguna otra alteración que lo volviera no apto para una donación.
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