Cerca del 60% de
los pacientes bipolares inician su enfermedad con un episodio depresivo y en la
mayoría de los casos suele ser difícil diferenciar entre depresión bipolar y
unipolar, más aún si no ha habido presencia de síntomas maníacos o hipomaníacos
previos.
Es muy importante intentar determinar
el tipo de depresión para, de esta manera, poder indicar el tratamiento más
conveniente ya que como se sabe, el uso de antidepresivos puede terminar siendo
perjudicial en pacientes con predisposición a padecer trastorno bipolar por el
riesgo de hacer un viraje a manía.
Las guías del año 2009 de Práctica Clínica para la Depresión Bipolar hacen hincapié en la necesidad de diferenciar entre depresión bipolar y unipolar, especialmente cuando se trata de un primer episodio para poder instaurar el tratamiento adecuado.
Las características más frecuentes de
la depresión bipolar en comparación a la depresión unipolar son:
·
Edad de inicio precoz
·
Recurrencia
·
Posparto
·
Ciclación rápida
·
Personalidad hipertímica de base (hipertimia: exacerbación del estado de
ánimo)
Aproximadamente un 40% de los
pacientes bipolares son diagnosticados erróneamente como unipolares con el
consecuente empeoramiento de su evolución debido al tratamiento con
antidepresivos y sin estabilizadores del ánimo. Teniendo en cuenta que el
diagnóstico de trastorno bipolar es clínico y se basa en la entrevista con el
paciente y la información aportada por los familiares, es necesario tener en
cuenta algunas características que nos pueden servir de herramientas para poder
confirmar o descartar que se trata de una depresión bipolar como por ejemplo la
presencia de:
·
Síntomas atípicos: aumento de peso, aumento del apetito, aumento del
sueño
·
Síntomas melancólicos: pérdida de placer en casi todas las actividades,
despertar precoz, mejoría vespertina, culpabilidad excesiva e inapropiada
·
Síntomas mixtos: irritabilidad persistente, agitación psicomotora,
inquietud, aumento del deseo sexual, ansiedad.
Evidentemente el encargado de
detectar estas características es el psiquiatra pero es muy importante que los
pacientes y los familiares también las conozcan para poder contribuir a aclarar
el diagnóstico mediante la información brindada al especialista.
Si la depresión y la manía se
escapan de las manos de quien las padece pueden tocar fondo en la mente de su
víctima y enfermarlo.
El trastorno afectivo bipolar,
antes conocido como psicosis maníaco-depresiva, es catalogado como una
enfermedad mental dentro del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos
mentales de la Asociación Psiquiátrica de Estados Unidos.
Esta se caracteriza por “un mal
funcionamiento del sistema límbico, encargado de regular el estado de ánimo”,
afirma el psicólogo clínico Emmett Villavicencio, del Instituto Nacional de
Salud Mental.
El trastorno afectivo bipolar
es un desorden en el que se presentan alteraciones químicas en los
neurotransmisores, los cuales juegan un papel en la trasmisión de estímulos
nerviosos.
Así lo índica, a través de un
correo electrónico, el médico psiquiatra Piero Castro Loli, del Programa de
Trastornos Bipolares del Hospital Clínico de Barcelona (España), quien añade
que esta enfermedad cuenta con una base biológica en la que intervienen también
factores psicológicos y sociales.
Se trata de “una enfermedad
para la que hay una predisposición genética, pero permanece ‘dormida’ durante
años y suele aparecer entre la segunda y tercera década de la vida, debido a
algún factor desencadenante como, por ejemplo, consumo de tóxicos, acontecimientos
vitales estresantes y, en algunos casos, sin una razón aparente”.
Fases extremas: Cuando los neurotransmisores se alteran, el paciente puede desencadenar fases
depresivas o fases maníacas y, en algunos casos, fases mixtas.
Las fases d
epresivas, se caracterizan por el estado de ánimo bajo, falta de energía,
sentimientos de culpa, incapacidad para tomar decisiones, anhedonia
(incapacidad para experimentar placer) e, incluso, ideación suicida.
Cuando este paciente está
deprimido, se observa en él ansiedad, apatía, disminución de su actividad y un
pobre concepto de sí mismo, comenta el psicólogo Emmett Villavicencio.
Pero, cuando el individuo
atraviesa las fases maníacas, los síntomas son 180% distintos. Aquí “el paciente experimenta sentimientos de euforia,
de alegría patológica, se siente ‘capaz de todo’, hay un importante aumento de
la libido (hipersexualidad), desinhibición, disminución de la necesidad de
sueño, se muestra mucho más conversador, más gracioso, pero en algunos casos,
puede encontrarse muy irritable”.
Incluso, en esta fase el paciente puede caer en un gasto elevado de dinero, e,
incluso, puede tener un aumento en la velocidad del pensamiento.
Al llegar a este punto de la
enfermedad, puede contar con una presentación personal llamativa, extravagante
o descuidada, plantea el psicólogo.
Atenuando el desorden
Al ser una enfermedad
multifactorial, “no existe una cura
definitiva”. Pero lo que sí se tiene en la actualidad es un
tratamiento capaz de controlar los síntomas y evitar las recaídas.
Los medicamentos
“estabilizadores del ánimo ayudan a que estos pacientes puedan realizar sus
actividades y funcionar socialmente".
Los
principales tipos de medicamentos indicados son los eutimizantes (litio),
antiepiléticos, (ácido valproico y otros), antipsicóticos y antidepresivos.
“Aunque con estos últimos hay que tener mucha precaución porque pueden generar
fases maníacas por la predisposición del paciente a los cambios anímicos”,
comenta.
Además de los medicamentos es
importante que el paciente reciba psicoeducación, un tratamiento psicoterapeútico
orientado a que aprenda a conocer su enfermedad, permitiéndole a la víctima
actuar rápidamente para evitar el aumento en la intensidad de los síntomas,
indica Castro Loli.
El psicólogo Emmett
Villavicencio sostiene que quien padezca de este trastorno tiene como alternativa
el uso de las redes sociales.
Por ejemplo, el foro del sitio
web forumclinic.org ha servido como medio de catarsis para que algunos de estos
pacientes intercambien sus vivencias.
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Nuevas guías de práctica clínica para
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