LA GRANDEZA HUMANA DEL MAS GRANDE BIOLOGO DE TODOS LOS TIEMPOS:
Cuenta la historia que por el año 1875 en la Academia Médica de Paris, ocurrió un incidente entre Louis Pasteur y Jules Guerín (famoso cirujano y Presidente de la Academia), cuando Pasteur procedió a comunicar un nuevo descubrimiento en el que lograba inmunizar a las gallinas contra el cólera. En el salón de la Academia Pasteur afirmó:
“En este caso concreto he descubierto algo, que ni el mismísimo Edward Jenner supo descubrir con la VIRUELA, a saber que el microbio que mata es el mismo que sirve para curar”.
Pasteur (que no era médico de profesión sino un bioquímico e investigador), con su habitual impetuosidad se mostró a los ojos de algunos médicos más arrogante que nunca.
Los médicos más conservadores de la Academia (que según lo entendía Pasteur, solo mascullaban palabras en latín y recetaban al por mayor), se quedaron muy molestos al oir que Pasteur se consideraba superior al propio Edward Jenner.
Fue entonces que Jules Guerin tomó la palabra dirigiéndose en forma especialmente sarcástica hacia Pasteur y diciendo: “no sé porqué arma tanto ruido, por una experiencia con unas simples gallinitas”. Sus palabras fueron el comienzo de un cruce muy fuerte de palabras entre ambos profesionales.
Pasteur, furioso se levantó y comenzó a criticar la inefectividad de una de las operaciones favoritas de Jules Guerin, y entonces ocurrió una escena de las más escandalosas que se conocen dentro de la nobilísima Academia de Medicina de Paris, una disputa entre Pasteur (que 12 años antes había padecido una accidente cerebrovascular y padecía una secuela hemipléjica), y Jules Guerin que, con 80 años cumplidos, se puso de pie dispuesto a arremeter sobre Pasteur. Solo la intervención de los amigos de ambos, que se interpusieron a tiempo, impidió que los puños levantados de ambos, dilucidaran a golpes de puño una cuestión científica.
Al día siguiente, Guerin envió sus padrinos a Pasteur, en señal de desafío, pero Pasteur remitió a los padrinos de Guerin al secretario de la Academia con una carta en la que decía: “Estoy dispuesto a rectificarme en todo aquello que los directores estimen que me hubiera excedido de los límites de una justa defensa, a la que tenía derecho".
La moraleja de este episodio muestra con claridad, que Pasteur al rechazar el “duelo”, demostró una vez más que era un “ser humano” y no lo que corrientemente se conoce como “un hombre”.
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