Es uno de los más eminentes científicos catalanes aunque se marchó de nuestro país en los ya lejanos años 60 para investigar en el Instituto de Max Planch. Es Joaquín Fuster, doctor en filosofía y medicina,actualmente es profesor distinguido de neurociencia cognitiva de la Universidad de California, en Los Ángeles, donde reside y desde donde investiga los múltiples misterios que encierra nuestro órgano más complejo y fundamental, el cerebro. Sabio total, Fuster es un raro caso de científico con una sólida formación humanista, lo que lo convierte en un hombre con la capacidad de explicar conceptos complejos y hacerlos accesibles y cercanos.
En su último libro, Cerebro y libertad, el doctor sigue profundizando en la corteza cerebral, la parte más decisoria del cerebro, desde donde se conciben y organizan las 'acciones con objetivo'.
En su papel fundamental en nuestra toma de decisiones, Fuster cree que somos libres pero también que nuestra libertad está determinada por nuestra propia naturaleza. Hombre cordial, concienzudo y dicharachero, Fuster, que dedica su libro a su célebre hermano Valentín, también se ha ganado reputación internacional por sus estudios con primates y describir las 'células de la memoria', aquellas que actúan con rapidez ante una amenaza ya conocida.
Como gran divulgador, Fuster se ha destacado por establecer puentes entre conocimientos especializados cuyas infinitas ramificaciones son pasto de doctores y eruditos con asuntos de la vida cotidiana que todos podemos reconocer. Opina que la ciencia puede ayudarnos a tener una vida mejor y nos da claves esenciales para entender fenómenos como el nacionalismo, con el que se muestra muy crítico, o cómo la crisis en sí misma es mala para superarla. Y sí, es mejor tener mala memoria para ser feliz.
- ¿Dónde empieza el científico y empieza el filósofo?: Los dos, filósofo y científico, andan de la mano por los senderos de la filosofía natural, que es una de las ramas de la filosofía. Ahora bien, muchos científicos son filósofos, una y la misma persona, y frecuentemente terminan haciendo física o psicofísica. Tenemos casos tan célebres como Parménides, Aristóteles, Platón, Galileo, Newton, Mach, Helmholtz, madame Curie, sin olvidar a nuestros Santayana y Juan Luis Vives.
- ¿Debe un buen científico tener un buen conocimiento en humanidades y al revés?: JF: Al buen científico le van bien las humanidades y desde luego también a la inversa. De todos modos, no hay deber alguno en ello. Pero, por otra parte, es natural que ambos, científico y humanista, se pregunten por qué estamos aquí y dónde vamos. Y, además, ambos son responsables a la sociedad en que viven para encauzarla con el saber y para crear el clima adecuado de mutua comprensión.
- ¿Puede la ciencia contestar a la pregunta de si somos libres?: Sí. He tratado de hacerlo en mis libros. El libre albedrío no es ni más ni menos que la capacidad para elegir. Albedrío implica un nivel de reflexión consciente que no es absolutamente necesario para la libertad. Muchas de nuestras decisiones son en buena parte intuitivas e inconscientes, marcadas por la 'circunstancia', como señaló Ortega. Lo de 'libre' es hasta cierto punto relativo, pues tiene límites físicos, no podemos volar porque no tenemos alas, y éticos o morales. Los últimos están dictados por la responsabilidad. Este es un límite ineludible para el individuo y para los pueblos: no hay libertad sin responsabilidad.
- Volvamos al asunto de la libertad y sus consecuencias éticas. ¿Deberíamos juzgar menos severamente a un criminal si descubrimos que su cerebro es propenso al delito de forma instintiva?: Sí, aun sin descubrirlo, simplemente por intuición de lo posible. ¿Hasta qué punto han determinado los genes, la patología cerebral y 'la circunstancia' de aquella conducta criminal? En algunos casos es tan culpable el individuo como la sociedad en que ha vivido. En principio, y en cualquier caso, soy contrario a la pena de muerte. Pero eso sí, la ley y la sociedad exigen que se aísle a aquel individuo del contacto con los demás, excepto guardianes, médicos, trabajadores sociales, rehabilitadores, etc., para proteger a la sociedad. Es un imperativo que, aunque cueste dinero, hay que obedecer.
- Vivimos en tiempos convulsos en los que parece que resurgen las guerras, las desigualdades atroces y donde reina la confusión. Como estudioso de la evolución, ¿cree que hemos evolucionado algo o vamos por ciclos?: La evolución es un fenómeno de poblaciones, no de individuos, aunque éstos se benefician del cambio que ha ocurrido en millones de antecesores. La evolución tiene un reloj lentísimo, cada ciclo se rige por una mutación genética que se ajusta y reajusta al medioambiente, proporcionando beneficios y pérdidas en cada reajuste. Unas cosas mejoran con ello y otras empeoran, y viceversa. Aunque cuesta creerlo, en algún continente, como Europa, la situación ha mejorado muchísimo, a pesar de las crisis recientes.
- ¿Se da usted cuenta de la criminalidad bélica del siglo pasado? Dos guerras mundiales, la Guerra Civil española, Vietnam... Hay menos guerras, cuando menos en Europa, aunque persisten entre los fanáticos de todas las medias lunas del desierto asiático. El ciclo laboral es menos esperanzador. La clase media, la que de veras hace funcionar la economía, está en crisis en todas partes. Los ricos, arriba, siguen con su codicia y los pobres, abajo, con su miseria.
- ¿Una solución evolutiva? Quizás sí. El altruismo, el espíritu de afiliación y la confianza en los otros y en el futuro, empiezan a atisbarse.
- ¿Puede la ciencia ayudarnos a vivir mejor, ser más felices?: Claro que sí, por ejemplo, con buena nutrición, buenas medicinas y sana convivencia fundada en el altruismo y la buena voluntad. Y la ciencia también nos enseña que el humor es saludable.
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