JF: Es verdad que mucho de lo que hacemos está predeterminado. Y también se puede argüir que en los últimos pasos hacia la decisión, la cosa ya está determinada. A mi me interesa sobre todo, la corteza prefrontal, que es la última en desarrollarse en la escala evolutiva y durante el desarrollo [entre los 20 y 30 años]. Esta es la corteza que nos abre a lo futuro y contribuye muchísimo a las decisiones y elecciones que tienen importancia existencial. Es además el órgano de la creatividad. En esto hay que corregir a Ortega un poco. Porque él imaginaba que la circunstancia determina cómo somos y lo que hacemos, en una lucha constante entre el destino y la libertad individual.
Y yo veo una dimensión más positiva: debido sobre todo al desarrollo de la corteza prefrontal somos capaces de inventar el futuro. Ahí está la raíz de nuestra imaginación y del lenguaje, que es algo privativo de nuestra especie.
JF: Es sólo lenguaje simbólico.
JF: Signos, sí. Existen reflejos condicionados a ciertos sonidos, relacionados con ciertos impulsos vitales, con los que se pueden comunicar entre sí. Pero lo que no existe es el lenguaje proposicional o propositivo: la capacidad de crear estructuras nuevas de lenguaje que permitan dar sustancia a nuevos tipos de acción y formar, por ejemplo, leyes o reglas, no solo para nosotros sino para el futuro. Esto no lo tienen ningún animal. Tampoco los chimpancés.
JF: Aunque no se quiera, interviene en todas nuestras decisiones. Viene de las zonas profundas del cerebro, del llamado complejo reptiliano. Una de las influencias más importantes que llega de estos terrenos bajos es un fondo de alerta, de estar despierto, que se pone al servicio de todo.
JF: Sí, es una manera de decir, no sé por qué, pero tengo la intuición de que ha de ser así.
JF: Una educación por así decirlo pasiva, sin guía, que no tiene hitos, no tiene señales, no permite al individuo aprender por sí mismo las ventajas de la demora de las recompensas. Esto es erróneo porque el niño no sólo ha de aprender a esperar sino que tiene que estar al tanto de cómo los otros también lo hacen. Y en el momento adecuado, de la forma adecuada, tiene que estar bajo la influencia del adulto. En la educación del niño es más importante el ejemplo que los discursos.
—¿Por qué algunas personas pueden resistir la atracción de los placeres inmediatos y perseguir objetivos a largo plazo, mientras que otras sucumben fácilmente y se apartan de sus expectativas?
JF: En algunas personas la corteza prefrontal se ha ejercitado intensamente en los años de la infancia y adolescencia. No se desarrolla físicamente en su totalidad hasta la tercera década de la vida. Mientras que en otras los impulsos biológicos, las hormonas o los instintos prevalecen porque tienen más poder, más intensidad, más potencia, más ejercicio en el curso de la vida.
JF: No. Por muchos motivos. Primero porque la estimulación magnética está focalizada en ciertas zonas del cerebro. Y nuestro libre albedrío está distribuido por todo el cerebro, sobre todo la corteza cerebral. Pero es posible con estas estimulaciones influir y sesgar nuestro juicio y nuestras decisiones. Pero el control de la mente en sentido amplio es inconcebible.
JF: ¿Yo he dicho eso? [ríe]. La mente intuitiva actúa tanto en hombres como mujeres en casi todo lo que hacemos. El 90% de nuestra percepción es intuitiva, no consciente. Y tengo la impresión de que las mujeres tenéis una intuición extraordinaria con respecto a las relaciones sociales.
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