7/2/09
Etica y humanismo en la Universidad - Dr.Valentín Fuster
Creo fervientemente que son las nuevas entidades jóvenes y las nuevas generaciones con tal doble perspectiva técnico-profesional y ética-humanitaria las que más pueden influenciar y contribuir para un mundo mejor y más justo.
Trataré de ser preciso:
Primero: intentare definir brevemente lo que hoy se entiende como misión institucional de progreso y de éxito futuro (en el mundo agitado que vivimos)
Segundo: con más detalle, ofreceré a ustedes estudiantes, cinco consejos de cómo perseguir con éxito, la doble misión personal técnica-profesional y ética-humanitaria, en base a las opciones, oportunidades y responsabilidades que el mundo de hoy les depara.
En un mundo tecnificado, pero caracterizado por una gran inestabilidad socio-cultural, económica y política, una Universidad que potencia la misión que decíamos, de formar excelentes y prácticos técnicos profesionales, debe al mismo tiempo potenciar más y más el desarrollo de individuos con valores éticos-humanísticos y de responsabilidad, y por tanto líderes para un mundo mejor y globalmente más justo.
Creo que las dos vertientes técnica-profesional y ética-humanitaria, son el sello educativo fundamental de progreso y de futuro.
En un sentido más global, tal concepto de progreso y de futuro creo que se ajusta plenamente a la definición que se dio en los Foros o convenciones sobre el futuro mundial celebrados en Porto Alegre (Brasil) en el 2001. En sus definiciones, el progreso se entendía como la orientación de los grandes avances técnicos hacia los intereses sociales colectivos, por ejemplo, los sistemas médicos y de sanidad, la educación, la justicia e incluso la política. Ello supondría intentar poner al día o cambiar las instituciones, algunas anticuadas o caducas, para conseguir un mundo de mayor bienestar. Por lo tanto la misión del progreso sería social y colectiva, lo cual no excluye otra dinámica distinta social y colectiva promulgada casi simultáneamente en las Naciones Unidas, en el año 2000, y ratificada en la Asamblea Mundial en Nueva York hace escasamente dos semanas, y definida como Declaración del Milenio. En esta declaración la orientación de la tecnología está particularmente enfocada hacia una integración o globalización económica a escala mundial, la cual, como ejemplo, se considera instrumento esencial para haber conseguido hacia el año 2015, una reducción del presente estado de pobreza mundial a más de la mitad. Pero esta integración o globalización técnico - económica se ha cuestionado porque se cree motivada e instrumentada solamente por las economías dominantes.
Por ello creemos crítico o fundamental que, sea una u otra la orientación de la tecnología, bien como instrumento de progreso de bienestar social de la comunidad o bien como instrumento económico de bienestar global a nivel mundial, las nuevas generaciones requieran una doble misión, científica-técnica y al mismo tiempo humanística o éticamente responsable. Creo que ello es, hoy en día, el reto más importante para toda Universidad, sobre todo joven y técnico-progresista, el educar y preparar a los estudiantes para ser instrumentos ejecutivos prácticos de tal loable y deseada doble misión.
Ello nos lleva a desglosar el segundo aspecto. Partiendo de esta doble misión de progreso que hemos definido para la Universidad, el reto está también en el desarrollo de tal misión en nosotros mismos, a un nivel más personal e individual. Ustedes, estudiantes, algunos recientemente graduados y doctorados, independientemente de su base económica, social, cultural y religiosa, e independientemente de su profesión técnica, en un momento u otro estarán en contacto con las zonas más profundas del alma humana individual o colectiva, las zonas del sufrimiento, algunas veces del desespero, las zonas de la injusticia; zonas que sin ser médicos pueden transformar en luz, esperanza y optimismo basados en su formación técnica-profesional y ética-humanizante. Bajo este contexto más personal o individual, me gustaría hacerles participes de algunas de mis experiencias vividas durante los últimos treinta años, ocupando varias posiciones académicas y docentes, así como las vividas como médico clínico, investigador, y previamente como estudiante tal como ustedes. Con ello, trataré de desarrollar como una receta de cinco principios fundamentales que tal vez pudieran servirles para alcanzar su éxito personal. Y me refiero a un éxito basado menos en la posición especifica profesional que logren en la sociedad que en la percepción o la sensación de una “plenitud personal” o, como decimos en ingles, “personal fulfillment,” o lo que se ha definido como un estado de “paz interior”.
En realidad, hace veintitrés siglos, Aristóteles ya decía que “el fin de todas las acciones del hombre es hacer el bien de cara a los demás y que el fin supremo del hombre es la plenitud o felicidad” En el contexto de la celebración de hoy, desglosemos lo que pudiéramos definir como aquellos cinco principios u obligaciones personales o individuales a perseguir como estudiantes y graduados y luego como graduados:
Primer Principio. La “plenitud” personal, u objetivos personales, a menudo toman mucho tiempo para desarrollarse o alcanzarse, frecuentemente marcado por periodos de frustración. Se aconseja afrontar el futuro con una actitud de aprendizaje constante y casi vitalicio, sobre todo, con una norma de tenacidad y persistencia.
Como ejemplo personal, yo recuerdo que en 1972, tras completar mi formación como médico en la Universidad de Barcelona y como especialista en enfermedades cardiovasculares en la Universidad de Edinburgh, me propuse como objetivo exponerme a la medicina tal como se practicaba en los Estados Unidos. Para lograr este objetivo tuve que empezar de nuevo como interno en el servicio de urgencias de la Clínica Mayo, en Minnesota, y me gradué por segunda vez como Cardiólogo especialista tres años más tarde. Durante este tiempo, pasé periodos de frustración como consecuencia de las repeticiones. Pero tal experiencia fue finalmente muy positiva, pues me dio la oportunidad de introducirme y familiarizarme en el sistema académico del país y satisfacer así mi pasión por la medicina cardiovascular e investigación en los Estados Unidos. Debemos dar tiempo al tiempo, ya que el desarrollo lento pero tenaz conlleva madurez. Además, y en general, los primeros puestos de trabajo son generalmente experiencias difíciles.
Uno de los grandes maestros de la prosa del siglo XX, Josep Pla, es testimonio de tales comienzos. En su autobiografía “el cuaderno gris” escribía “comencé en Barcelona con pequeñas tareas periodísticas muy poco retribuidas. No solamente no sirvo para nada preciso sino que padezco todas las penas del mundo cuando tengo que escribir unas de estas cosas absurdas llamadas gacetillas”. Comienzos difíciles son habituales para todos, pero de nuevo, el tiempo cuando se aprovecha bien y con tesón, y la paciencia son aliada incondicionales de madurez personal y profesional.
Segundo Principio: Cada uno de nosotros ha nacido con ciertas cualidades o talentos; no obstante, muchas veces empleamos demasiada energía persiguiendo ambiciones por las que no tenemos el talento o carácter apropiados. Descubran sus propios talentos, aquello para lo que sirven y les gusta o entusiasma y, una vez descubiertos, persíganlos con alegría. Hagan esto independientemente de las presiones externas que se ejercen sobre ustedes y que les pueden llevar por derroteros lejanos a sus propias cualidades y carácter. El joven pintor Joan Miró, nacido en Barcelona en 1893, ya a los catorce años expresó su deseo de matricularse en la escuela de Bellas Artes. Su padre le inculcaba la necesidad de estudiar comercio, ya que veía la parte artística con recelo, poco lucrativa y excesivamente insegura. Eventualmente, la vocación artística de Miró se sobrepuso al ambiente de la pequeña burguesía de su entorno, y su práctica artística estuvo marcada por una inclinación a la lucha y ruptura de moldes a favor de la libertad y sobre todo a la plenitud personal de aquel que desarrolla su talento o vocación.Por otra parte, les daré un ejemplo de lo que puede ocurrir cuando se escoge el camino contrario al que uno pertenece, como pasa tan a menudo, cuando la ambición pasa por encima o se entremezcla con el verdadero talento personal. Hace unos dos años me vino a ver para pedir consejo un médico cardiólogo joven que se graduó de nuestro programa en el año 2001. Era un chico inteligente que en el año 2000 le aconsejamos que se dirigiera hacia una práctica medico-cardiológico general y no hacia una práctica intervencionalista-cardiológica muy cercana a lo que es cirugía cardiaca, económicamente lucrativa, pero para la cual él era mediocre. No compartió nuestro consejo original y durante la conversación reciente él fue muy crítico del sistema intervencionalista por el que trabajó dos años; en otras palabras, atribuyó su frustración al ambiente del personal que le rodeaba. La realidad es que había seguido una ambición por la que no servía ni en talento ni en carácter. Así pues, más que criticar al sistema que le rodeaba, le aconseje que se mirara críticamente a sí mismo. Por fortuna, hoy es muy feliz y personalmente se siente “lleno” en una práctica medico-cardiológica general aunque mucho menos remunerativa que su práctica anterior. De nuevo, el mensaje es descubrir o escoger el campo profesional que es más cercano al talento y carácter propios y no meramente seguir el camino de la ambición; en otras palabras, dejar que el talento defina la ambición y no lo contrario y, por cada opción escogida, eventualmente se presentaran nuevas opciones. La cuestión es como descubrir las cualidades y talentos de uno mismo. Esto nos lleva a definir el tercer principio.
Tercer Principio. Buscar un tutor, un mentor. Cada uno de nosotros lo necesita ya que nunca estamos lo suficientemente preparados para juzgar aisladamente por nosotros mismos como tomar decisiones importantes. Este tutor, sin embargo, es particularmente esencial a niveles de pregraduado y postgraduado, tal como es su caso, ya que las decisiones a sus edades son más cruciales que más tarde.
Pues bien, en 1968, poco después de haber obtenido el grado de Doctor en medicina, reconocí que pertenecía a la profesión adecuada, pero no sabia cual debería ser mi siguiente paso. ¿Cuales eran mis cualidades o talentos? Había una presión substancial en casa para que siguiera en la especialidad de Psiquiatría ya que mi padre era psiquiatra y lo mismo mi hermano mayor en UCLA, California. Tuve mucha suerte el que en aquella época había logrado tener el tutor ideal; él era considerado médicamente uno de los mejores clínicos del país y bien conocido por ser el autor del texto de medicina standard en lengua española; su nombre era Dr. Farreras Valentí. Yo le conocí porque coincidimos en un mutuo interés por el deporte y, de alguna manera, quiso ayudarme para forjar mi futuro profesional médico.
Dos necesidades absolutas de todo tutor es que él o ella este genuinamente interesado en usted y en su carrera y, además, sea participe profesionalmente y humanamente del mundo contemporáneo actual. Desgraciadamente, mientras yo debatía si debía o no seguir la especialidad de Psiquiatría, mi mentor tuvo un ataque cardiaco a la edad de 45 años. Pocas semanas mas tarde de esta terrible crisis, le recuerdo diciéndome algo parecido a esto: “mi mayor preocupación como médico general clínico es que mi conocimiento de las complejidades de la enfermedad cardiaca, creo que no es lo suficientemente bueno. Creo que tendrías que ser cardiólogo ya que te gusta la fisiología y la hemodinámica, mientras que las bases de la Psiquiatría son todavía intangibles”. Naturalmente, me estoy refiriendo al año 1968. La Psiquiatría es hoy en día mucho mejor entendida, a nivel fisiológico y molecular. Pues bien, me decidí seguir su consejo y eventualmente me gradué como especialista en corazón, especialidad que me apasiona. Es verdad que mi tutor se encontraba bajo la sombra de su propia enfermedad y por lo cual percibía el mejor conocimiento de la Cardiología como una prioridad personal. Pero tuve plena confianza en su consejo porque él poseía lo que decíamos son las dos necesidades fundamentales que hacen a un gran tutor: primero, me conocía bien y estaba genuinamente interesado en mí y en mi futura carrera profesional; y segundo, él era un brillante académico contemporáneo que conocía bien el momento de la medicina y de las diversas especialidades. Tristemente, el Dr. Farreras Valentí murió 10 años mas tarde, y hoy yo reconozco que él fue el cálido y apasionado tutor clave que me guió a enderezar mi futuro profesional clínico.Tengo la certeza, de que mentores con las dos características que yo he descrito están presentes en su Universidad. Pero también podrán descubrirlos en otras comunidades o instituciones, ya que con las posibilidades logísticas de comunicación que hoy disponemos, se han disuelto la mayoría de las barreras que impiden el acceso a tales tutores o consejeros más virtuales.
Debo constatar que, contrario a lo que a menudo se dice, creo que el problema de hoy no es la falta de tutores; el problema, en mi experiencia, es que la gente joven parece que no ven necesario tal ayuda o consejo ya que están expuestos a multitud de opciones u oportunidades. La realidad es lo contrario. En un mundo tan dinámico como el presente, con tantas opciones u oportunidades, aunque no necesariamente fáciles, todos, yo incluido, necesitamos el consejo periódico del tutor o tutores, para así poder enfocar o renovar periódicamente nuestros talentos y prioridades.
Cuarto Principio. Crítico y fundamental como es el que acepten el tiempo necesario para madurar en su formación y con los consiguientes periodos de frustración, como es el que descubran sus propias cualidades o talentos, y como es el que encuentren un tutor o tutores, en sus comienzos necesitaran, por encima de todo, tabular, priorizar o limitar su campo de acción y enfocarse, enfocarse, enfocarse y enfocarse en algo muy concreto. Tal actitud de profundidad y enfoque concreto es crítico, como decíamos, sobre todo en los estadios iniciales de sus carreras, ya que les proporcionara confianza.
Como ejemplo personal, acababa yo de decidir dedicarme a la especialidad de la Cardiología, y comenzaba a estudiar la patología del corazón, cuando otro gran mentor, el Honorable Profesor de Patología de la Universidad de Liverpool me mostró un corte histológico obtenido de un paciente que acababa de fallecer por un ataque cardiaco o infarto de miocardio. Miré al microscopio óptico y observé un tejido amorfo, homogéneo y sin ninguna particularidad estructural. El Profesor Sheehan entonces me comentó algo así como “si usted no ve nada bajo el microscopio óptico, pida al técnico que le prepare el mismo tejido para que lo valore con tecnología estructural más moderna o microscopio electrónico”. Pues bien, dos días más tarde pude responder al Profesor Sheehan que el tejido llenaba una arteria y contenía lo que me pareció ser un coágulo de sangre compuesto de células muy amontonadas unas con otras y que asumí eran plaquetas. Pensé, por tanto, que aquel coágulo de sangre ocluyendo una arteria coronaria había causado la muerte del paciente. El Profesor, con una gran sonrisa, me dijo “puede usted estar acertado pero tal vez el coágulo oclusivo que usted ve en el microscopio es simplemente un artefacto después de la muerte del paciente ya que entonces la sangre no circula y tiende a coagular” Y prosiguió, “¿por qué no lo investiga en los próximos años y hace su tesis acerca de su hipótesis?”. Aquella diapositiva histológica concreta fue el punto de partida de mi carrera en el campo de la investigación. Pensé con detenimiento que aquellas células pequeñísimas, agregadas unas con otras, denominadas plaquetas eran la posible causa del infarto de miocardio, no solamente de aquel paciente pero también del infarto que llevo al fallecimiento de mi previo tutor clínico el Doctor Farreras Valentí y de tantos otros enfermos. Durante tres años enfoque casi exclusivamente mi atención a este pequeño elemento celular o plaqueta. Recuerdo el trabajar muy enfocado, casi obsesivamente, en el laboratorio experimental de la Universidad de Edinburgh donde termine la tesis y obtuve el doctorado. Tal enfoque intelectual, concretizado en una sola célula del organismo humano, ciertamente fue el punto de partida educacional de una carrera de investigación eventualmente amplia, variada y muy estimulante. De interés, aunque no sea parte de mi mensaje sobre la necesidad del “enfoque”, hoy, 30 años más tarde, es abiertamente conocido que el coágulo de plaquetas ocluyendo una arteria es en verdad, una causa importante no sólo del infarto de miocardio, también de un gran número de accidentes cerebrales. Hoy es también ampliamente conocido que la aspirina puede prevenir la aglutinación de estas plaquetas y así reducir muy apreciablemente el número de tales accidentes cardiacos y cerebrales.
Quinto Principio: Una vez que se prosigue con paciencia, aceptando el tiempo necesario para la maduración personal, una vez que se descubre el talento o talentos personales y se persiguen con vigor, una vez que se tiene la fortuna de disponer de tutor o tutores, y una vez que se decide tabular o limitar las ambiciones a un enfoque muy concreto, al menos al comienzo de una carrera, estos cuatro principios contribuyen a una parte de aquella “plenitud” personal a que aludíamos al comienzo. Sin embargo, el quinto y último principio, tal vez el más importante, es el de alcanzar la máxima o total plenitud o felicidad tal como propugnó Aristóteles; esto es, el de poder transmitir el máximo bien a aquellos que nos rodean. Me atrevería a decir que tal generosidad es y será siempre la base de la felicidad. El arquitecto universal Antonio Gaudí es un modelo fiel de este quinto principio de transmisión o proyección personal, en su caso de proyección religiosa. Él fue un hombre profundamente religioso que basó su propia existencia en el trabajo como un sacrificio lleno de devoción, de ejemplo y de proyección personal. Con su poderosa imaginación y una ingenuidad muchas veces casi infantil, con una tenacidad sin fin y con un gran espíritu franciscano pleno de espiritualidad, construyó solamente una veintena de edificios que exaltan belleza y atraen a todos, grandes y pequeños, los cuales ven la obra de Gaudí con unos ojos llenos de inocencia y de proyección hacia ellos. Se ha dicho que la arquitectura del maestro entra por los ojos y va directamente al alma, no necesita explicaciones de los críticos ni estudios históricos.Es curioso, pero mi experiencia como médico y como investigador biomédico trabajando en muchos y diversos entornos me ha enseñado la gran semejanza caracterológica entre los humanos, independientemente de su situación económica, social, racial o religiosa. Pero también me ha enseñado que cada uno de nosotros podemos y tenemos mucho a ofrecer y transmitir, que cada uno de nosotros tenemos algo de Gaudí. Creo que es este aspecto positivo, humanístico-ético y transmisible de la individualidad humana lo que se debe descubrir y promocionar desde el nacimiento hasta la vejez y pasando por la Universidad. Así pues, desearía creer más globalmente, que es potencialmente posible, que cristianos, judíos, musulmanes y gentes de otras religiones, y que las tres grandes civilizaciones del Este, Islámica y del Oeste, puedan unirse bajo un principio moral común. Éste seria el de preservar, respetar y no destruir la vida humana; considerar la vida y la existencia humana como el valor más racional, sagrado e indestructible, ello independientemente de todo contenido ideológico.
Al concluir, mencionaré que hace unos meses, alguien me dijo que la lección magistral de graduación a final de curso, tiende a ser olvidada al cabo de unos diez minutos de terminarse, pero intento animarme cuando me comentó que la lección magistral de la ceremonia de apertura tiende a ser recordada casi palabra por palabra. Por último quiero reiterarles las cinco”T's” de las cuales hemos hablado:
1) Tiempo para madurar;
2) Talento a descubrir;
3) Tutor para aconsejar;
4) Tabular y enfocar;
5)Transmitir ética, humanismo y responsabilidad.
Creo que la misión y reto de todo Universidad es el intentar complementar tal doble perspectiva técnica-profesional y ética-humanitaria, y creo fervientemente que ello es clave para cada uno de ustedes, para el progreso y para el futuro.
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