Un profesor de economía tenía un grupo donde los alumnos insistían en que el socialismo SI funcionaba. Los jóvenes argumentaban de que en el socialismo no existían ni ricos ni pobres y que todos podían alcanzar una feliz igualdad.
Entonces el Profesor les propuso un experimento:
Para que fueran socialistas las calificaciones de la clase se promediarían, así todo tendrían la misma calificación.
En el primer examen, algunos estudiaron mucho, otros poco y algunos casi nada.
Finalmente se promediaron las calificaciones y a todos se les puso un 8.
Los que habían estudiado mucho, quedaron desconformes, mientras que los que estudiaron poco o nada estaban felices.
En el segundo examen, los que habían estudiado mucho decidieron no esforzarse tanto ya que su nota debía ser promediada, mientras que los que habían estudiado poco lo hicieron menos todavía, ya que los estudiosos igual les ayudarían a subir el promedio. Y así sucedió que el promedio descendió a 6.
Para el último examen del año, el promedio de toda la clase bajó a 4 y todos los alumnos reprobaron.
El experimento de socialismo había funcionado, ahora todos en la clase eran iguales, pero casi ninguno estaba feliz.
Lo mismo ha sucedido en todos los países que han aplicado esta utopía, por lo que el socialismo ha fracasado una y otra vez en el mundo, porque los que no trabajan se benefician de los que sí lo hacen.
Ha fracasado porque no hay beneficios ni estímulos para los que se esfuerzan que son quienes en realidad sacan al país y a la sociedad adelante, pero sí hay premios y planes y subsidios y estimulos para quienes no hacen nada, para quienes se victimizan, para quienes hacen del reclamo una industria.
En el socialismo el que trabaja termina pagando doble, y se desestimula así la búsqueda de la excelencia, por lo que la mediocridad termina imponiéndose.
El socialismo es la igualdad pero de la pobreza y de la mediocridad, así como también empareja a todos en el resentimiento y en la ignorancia.
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