FRAGMENTOS DE "EL SERMON DE LA PAZ". ENSAYO DE JUAN ZORRILLA DE SAN MARTIN - 1924
Y bien; buscaremos algo de niñez en nuestras miradas. En un extremo de
Montevideo, mi ciudad natal, sobre el Río de la Plata, en una pequeña punta
llamada Punta Carreta o Punta Brava, tengo yo un pedazo de terreno, que adquirí,
(en el año 1905) cuando aquello era un desierto, por poquísimo dinero.
Lo he cultivado por mí
mismo, lo cavo, lo riego, y le llevo árboles vivos y semillas. Hasta puede
decirse que yo he hecho esa tierra, como el holandés la suya, porque le he
sustituido, en gran parte la arena y la conchilla de que estaba formada por
tierra negra vegetal ...
Sólo yo sé la influencia de ese solar sobre el último
tercio de esta mi vida que voy viviendo; por él he sabido de las estaciones, y
del beneficio de las lluvias, y del brillar de las estrellas en su plenitud;
muchos matices del año hubieran pasado inadvertidos para mí sin él; no me daría
cuenta del momento en que florecen los árboles y cuajan los frutos; éstos
completamente muertos, me servirían sólo para comer.
Por él, en cambio, las
tristezas de las plantas me dan tristeza, y puedo así, con cierto derecho,
compartir también sus alegrías, como si fuera un hermano...
"No es otro el objeto, si bien se mira, y si alguno tienen, de las bellas cosas
visibles que no nos despiertan sensuales apetitos; el conducirnos al goce de las
invisibles que alimentan de vuelos el alma humana. Esta, a diferencia de la del
bruto con sus cinco sentidos corporales, cuenta con una especie de sexto
sentido, el estético, la vista de lo recóndito, el oído de lo inaudito, por cuyo
mayor o menor desarrollo se mide, me parece, el grado de perfección de un
organismo inteligente ..."
"Ese sentido se encuentra, no muy desarrollado, pero sí muy puro, en el niño,
porque ciertos deseos no han despertado en él. La persistencia de la niñez en la
vida es el poeta, el artista, cuyas obras tienen por objeto el darlo a aquella
nobilísima facultad; despertarla si está latente, estimularla o desarrollarla si
ha aparecido. Ella es lo intermedio entro lo solo espiritual y lo solo material;
vigoriza, aun en el orden sensible, la diferencia entre el hombre y el bruto.."
... "La compasión que nos inspira nuestro semejante que carece de uno de los sentidos
comunes, el sordo, por ejemplo, el ciego sobre todo, puede servirnos para
apreciar la piedad que despierta en los elegidos el sujeto incapaz de percibir y
gozar aquellos goces. Está privado de lo mejor de la vida; es un mutilado ..."
"Que no otra cosa es el artista; el que nos toca el hombro, y nos hace advertir
lo invisible; lo que miramos sin ver ..."
"El alma humana, como nadie lo ignora, conoce y quiere cosas inmateriales,
espirituales, porque ella lo es; una cosa o substancia espiritual, capaz de
operaciones que no se conciben en la sola materia. El bruto no puede percibir
tales objetos o existencias, ni , por consiguiente, amarlos ni odiarlos. No hay
en él naturaleza para tales funciones; no hay sujeto para tal objeto, como no lo
hay para el hombre grosero para percibir las golondrinas de las torres, ni la
pureza de las cosas desnudas. Los hombres en que toda niñez ha sido extirpada no
perciben los cantos de los aires; huelen la estatua; arrancan con los ojos los
graciosos pliegues que envuelven la belleza para revelar su misterio; comen
carne de alondras..."
"¿Dónde encontraré la poesía? Me preguntaba una vez irónicamente un cierto buen
hidalgo particular que desdeñaba el arte. ¡Oh señor mío!, le decía yo con
sinceridad, la encontrará usted en todas partes o en ninguna. La belleza,
efectivamente, la dicha relativa, única accesible al hombre, está junto a
nosotros, nos toca la cara. Creemos que la felicidad y la belleza son algo
extraordinario, y que está siempre allá, del otro lado; que debemos encontrarlas
en forma de un grande y pesado lingote, sin advertir que, reducidas a polvo de
oro, las tenemos bajo nuestros pies. Es preciso detenerse a recoger polvo, pues..."
"Si lloras por el sol, no verás las estrellas, dice el poeta. Entre el sol de hoy
y el de mañana está la noche estrellada..."
"El arte es realización de esa belleza, como sabemos, por medio de signos
sensibles: color, forma, sonidos, palabras; pintura, escultura, música... Son
bien notorias, fuerza es confesarlo, las discrepancias de los hombres al
respecto; unos creen bello lo que los otros feo; pero así como existe una
conciencia universal sobre lo bueno y lo malo, no es posible dejar de reconocer
una conciencia estética, que es, a la sensibilidad, lo que la ley natural al
entendimiento.
La belleza es la verdad; y la verdad en las cosas es el carácter.
Obtener el carácter de un hombre feo es hacer cosa bella: Velázquez y sus enanos
o sus bufones. La virtud moral no consiste tanto en realizar sonantes actos
heroicos, cuanto en cumplir los deberes habituales, que pueden dar ocasión a
pequeños heroísmos. El cultivo de la virtud estética no es tanto la realización
o el goce de valiosas obras de arte, cuanto el esfuerzo por saber hallar lo
bello en todo cuanto nos acompaña..."
"El hombre no puede vivir sin grandeza, y ella tiene que estar a nuestro lado,
como los demás elementos de la existencia. Todo puede ser grande; todo lo es. La
música sinfónica, la escultura, la pintura son incidentes de nuestra vida, y
propiedad sólo de algunos; pero todos somos dueños de la belleza difusa, de la
armonía o el orden que sale de las cosas que nos rodean, entre las cuales está,
en primer término, como el canto de los pájaros, la casa que habitamos..."
"Sirve para entrar y salir; pero, sobre todo, para recordar y estar en reposo,
viendo cómo corre el tiempo y se disipa. Y para hablar también, si a mano viene,
de la historia de esta mi buena tierra del Uruguay, que, sin ser tampoco muy
grande, lo es bastante para llenar mi corazón, es decir, para ser la más grande
de las patrias, pues sólo ella puede hacer eso, que no es poco: llenarme el
corazón..."
"Esa es la historia, pues, digámoslo así, de mi castillo. Y como, sobre ser obra
no de dinero anónimo sino del ingenio mío y de los míos, está lleno de recuerdos
tristes y alegres de algunos años, puedo llamarlo mío, como los recuerdos que lo
habitan y le son inseparables, mientras no sea ¡ay! demolido por algún nuevo
dueño del terreno, cuando éste deje de ser tierra para ser ciudad, y valer mucho
dinero destructor. Este nuevo dueño embellecerá el barrio, agregando su casa al
rebaño arquitéctónico que allí caminará en larga hilera; las construcciones
atrailladas, recostadas las unas a las otras, tendrán entonces sus perinolas o
grandes trompos de metal estampado, y sus suntuosas cúpulas que nadie ocupará,
sus puertas por las que nadie entrará, y sus ventanas de invierno (bow windows)
para verano. No le faltarán sus columnas, que no soportarán peso alguno, y sus
ménsulas o repisas de fino material y extraña forma historiada. No será todo eso
regulado por el gusto o la conciencia estéticos, sino por otras facultades que
los sustituyen: el prurito de ostentación que lesiona la sensibilidad; el deseo
de copiar al vecino y superarlo si es posible, y demás análogas extravagancias.
Pero no hay tampoco por qué mirar con ojeriza esas humanas debilidades de que
todos sufrimos, quién más quién menos. Los demoledores o restauradores de mi
torre podrían ser mis propios nietos, sin ser por eso dignos de vituperio.
Que el hombre es más hijo de su tiempo que de su propia madre..."
"Pero si mía es la casa, lo son, sobre todo, los árboles que allí he plantado, y
regado, y defendido de las abominables hormigas. Sí, muy trabajadores y
ahorrativas, las hormigas; son pueblos industriales y fuertes, los hormigueros;
naciones conquistadoras. Pero no son los cultivadores de frutos y legumbres, a
buen seguro, quienes les consagran fábulas apologéticas..."
"No pueden faltarme las flores por supuesto; pero, para no caer en prolijidad de
mal gusto, sólo mencionaré las enredaderas, cuyas campanillas azules se abren
por la mañana, y se cierran cuando anochece. Las madreselvas, sin embargo, que
respiran en las tardes de verano y las llenan de olor a miel de abejas, deben
aquí también ser recordadas, porque son, para mí, las flores por excelencia. Y
mucho más cuando su olor se mezcla al de los jazmines. Hablo de los del país, de
los jazmines blancos, de los fríos que vuelan en la planta y que parecen
estrellas de muselina. Las tardes realmente bellas son esas: las que huelen a
madreselva; por ellas he llegado a creer en este nuestro pobre sentido del
olfato, tan desacreditado por algunos."
"Yo concibo perfectamente un poema hecho de olores; el de la madreselva me tra
vuelos de risas en el aire, voces de niños que juegan antes de irse a dormir; el
de las azucenas parece cantar la Salve en mi memoria, como una voz de armonium..."
"El paisaje natural que allí me rodea tiene todo
cuanto es dado desear; nitidez de dibujo, riqueza y armonía de tonos,
luminosidad, expresión definida. El Río de la Plata, que ocupa todo el horizonte
y se llega con sus aguas hasta mi puerta, es el protagonista, como no puede
menos, de mi drama de color. Es un fiesta de los ojos ese nuestro río como mar
de los indígenas. El verde azulado, que es su tono ordinario, se transforma y
tornasola, pero sin que el agua pierda su fluidez, ni olvide su terrestre
procedencia. Unos días predomina en él el verde esmeralda; otros el azul
cobalto; nunca el ultramar del Océano, o el lapislázuli del Mediterráneo, que
parecen resistir todo abrazo afectuoso con los verdes y los ocres de la tierra,
a la que no reconocen como madre; son hijos de la infinita transparencia..."
"En el Plata, hijo de las ausentes montañas, todo es atenuado: los tonos y el
movimiento, los peñascos y las olas. La proyección del verde de los árboles, del
verdinegro de los eucaliptus, entre otros, sobre aquel azul, forma una armonía
de color, un color intenso, como no he visto en otra parte..."
CAPITULO II -
PUESTA DEL
SOL: El paisaje que estoy mirando en este momento desde mi
casona de Punta Brava, y en el que creo ver concentrado mi universo, está bañado
de la luz de esa divina ley. Una gaviota blanca, adorante, que parece inmensa,
se acerca por el aire y me abre las alas sin recelo. Ese buen pájaro no ve en
mí, como en los muchachos que tiran piedras, un enemigo fuerte; casi estoy por
creer que se da cuenta de que soy su amigo...
"No es esto decir que este paisaje sea invariable, por supuesto, y que todos mis
días de Punta Brava (por algo se llama así) sean tibios y apacibles; lo suele
haber de viento y de frío, y de chubascos; los suele haber de viento y de frío,
y de chubascos. Los vientos del Sur, que vienen de lejos, del Cabo de Hornos
quizá, persiguiendo hasta la costa el rebaño, presa de pánico, de las grandes
olas, son a veces implacables; andan por el aire gritando, como dioses norsos
conquistadores..."
"Y cuando da en soplar el Pampero, viento del Oeste que nos llega al ras del
Plata, desde las Pampas o llanuras andinas, el tiempo no es apacible; pierden
las gaviotas su equilibrio o divina euritmia, y los pájaros dispersos buscan
abrigo en los aleros, callados o dando chirridos; los árboles pasan sus largas
horas de desamparo, y yo pienso en ellos, cuando despierto de noche, y oigo al
huracán, remoto o próximo, que anda en el aire..."
"Ellos nos sirven, por otra parte, para apreciar mejor, y gozar con mayor
gratitud, de las mañanas y tardes de bendición, llamémosle místicas, que son
allí constantes; los aguaceros seguidos de sol, con su Arco-Iris del uno al otro
horizonte; los ponientes gloriosos, con sus nubes en forma de lagarto o de
palomas dispersas, sus procesiones de arcángeles dorados, y sus remotas ciudades
caminantes, llenas de cúpulas, en el divino silencio..."
"La paz es una actividad.
Si quieres ser feliz, procura ser hoy un poco mejor que ayer; aprende a estar
contento, alegre; goza sólo de aquello que estés seguro que te viene de la mano
de Dios, y así hallarás el goce, aún en el dolor.
Y hallarás paz en el
soñar de la vida, y en el de la muerte..."
"Yo tuve que recibir de
buen agrado, sin embargo, los parabienes de mi buen amigo, porque eran bien
intencionados.
Este libro ha nacido de
su visita.
Y, como suele salir un
pájaro volando de entre las yedras que envuelven un viejo muro, el niño de
sesenta años que tengo en el corazón, y que en este libro ha pensado, o cantado,
o dicho místicas ingenuidades, salió de entre las hojas...
Sí, contesté a mi amigo,
tristemente, mirando al mar; efectivamente, deben de haber subido mucho de
precio estos terrenos...¡qué le hemos de hacer!...
Y yo miraba largamente el
mar, ... y el mar me miraba; y sentía el silencio de mis mares
interiores...."
1) El sermón de la paz ... http://drgeorgeyr.blogspot.com/2009/02/el-sermon-de-la-paz-juan-zorrilla-de.html
2) Lectura relacionada: Homenaje al Sol - Carlos Páez Vilaró
http://drgeorgeyr.blogspot.com/2014/02/casapueblo-una-alcancia-de-soles-en-el.html
3) Impresionante Puesta de Sol del 19/1/2014
https://www.youtube.com/watch?v=wOl9hueEydk&list=UUDgIDJh0XeSrtTFavWLOCLQ
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