Justamente las medidas más efectivas deben apuntar a evitar o debilitar la influencia de los factores modificables.
Hoy sabemos que la promoción de hábitos saludables tiene mucho mayor impacto cuando se comienza en el hogar, se continúa en la escuela, y cuando se ha hecho carne en toda la comunidad.
El desafío está en no esperar que se presente la enfermedad o sea que asome ya la punta del iceberg, para recién empezar a cuidarse, el desafío está en poder reforzar todas esas redes información y conocimientos para que puedan llegar a la comunidad, y esta es una tarea que co
mpromete a los organismos estatales y comunales, a las redes comunitarias, a las sociedades científicas vinculadas a estas afecciones y a los centros educativos, a los medios de difusión masiva pero muy especialmente a las redes comunitarias.
Pero el desafío de ser exitosos en combatir causas prevenibles de enfermedades cardiovasculares, es tremendo, porque implica tratar de hacer cambiar a personas adultas, algo que es muy difícil, los adultos en general no cambiamos, salvo que aparezca una enfermedad. Cuando tratamos de llegar con nuestros mensajes, muchas veces sentimos que chocamos contra una enorme pared y ahí es donde los uruguayos estamos inmersos en las dificultades generales del mundo occidental, pero a su vez tenemos algunas otras condicionantes que nos juegan en contra, para ser exitosos en ciertos cambios que serían necesarios para disminuir el impacto de ciertas enfermedades cardiovasculares.
La primera de ellas se refiere a esa sensación de invulnerabilidad que es propia de los jóvenes y adultos sanos, que en nuestro Uruguay se potencia enormemente y para mal con el clásico…… “no pasa nada”, un “no pasa nada” que los vuelve sordos ante los consejos cardiosaludables.
La segunda dificultad la plantea la riqueza de nuestros suelos, que ha condicionado la adquisición de nuestros hábitos de alimentación, y la construcción de nuestros gustos desde muy temprana infancia, y muchos de esos hábitos colisionan directamente con los mensajes cardiosaludables que se promueven desde el último cuarto de siglo.
En ese sentido resulta oportuno señalar un estudio realizado en EEUU entre 1989 y el año 2009, donde se analizaron los hábitos de alimentación de 120.000 personas, para poder determinar cuales son los alimentos más nocivos en la actualidad para la salud humana, vinculados al desarrollo de obesidad.
Este ranking quedó así representado:
1. Papas fritas y Papas Chips
2. Carnes rojas procesadas (tocinos, fiambres, embutidos)
3. Bebidas Azucaradas
4. Postres, harinas blancas refinadas, bollería
5. Alcohol
Como podemos ver, en nuestro bendito País, tenemos una generosa disponibilidad de todas ellas.
Lo que resulta paradójico es que también tenemos una generosa disponibilidad de aquellos alimentos más saludables, y que menos contribuyen al desarrollo de obesidad, y ellos son:
Nueces
Vegetales
Yogures
Frutos secos
Granos enteros
Quesos magros
Leche
Tomado de: Changes in Diet and Lifestyle and Long-Term Weight Gain in Women and Men - Dariush Mozaffarian, M.D., Dr.P.H. y Cols. N Engl J Med 2011; 364:2392-2404; June 23, 2011
Y el tercer problema que tenemos se vincula a la diferente forma de percibir un riesgo entre los hombres y las mujeres, y este dato lo aportó la primer encuesta de percepción de riesgo de la CHSCV y Edenred, y nos aportó estos datos.
1ro) Que hay más hombres que mujeres con sobrepeso y obesidad, y este problema aumenta aún más con la edad.
2do.) Que la mayoría de los hombres no reconocen su obesidad, se miran al espejo, pero no lo perciben como un problema de salud, y si perciben algo, lo perciben como un problema estético.
3ro) Al no reconocerse como obesos, no consultan al médico por esta causa, ni inician medidas para solucionar. El problema, se minimiza, se banaliza y hasta se toma como un blasón del cuál hasta se puede ostentar.
Así están las cosas en Uruguay con respecto a la toma de conciencia sobre la salud cardiovascular, y así también están las cosas en el mundo occidental, a tal punto que el Dr.Valentín Fuster llegó a afirmar en el Congreso Mundial de Cardiología del año 2008… “He llegado a la conclusión que el infarto de miocardio se produce por una falla de la conducta humana, en una sociedad consumista e hiperacelerada que está completamente fuera de control”.
Hasta hace pocas décadas había límites, los límites los ponía la sociedad, la religión, la educación, la familia, hoy vivimos una etapa donde poner límites parece mala palabra, y esa falta de límites alcanza también a los hábitos de alimentación, y si no nos pone límites la educación alimentaria, y no nos ponemos límites nosotros mismos, desgraciadamente los límites nos los pondrá la o la falta de accesibilidad o cuando el alimento abunda, el límite nos lo pondrá la enfermedad.
Es muy difícil luchar contra unos hábitos de alimentación cuando han sido incorporados algunos de ellos desde el vientre materno y potenciados desde la temprana infancia, por lo que se hará muy difícil más tarde cambiar esos hábitos, o al menos atenuarlos. Esa representa la mayor lucha de quienes estamos en esta tarea de promoción de hábitos saludables.
Cuando queremos transmitir la importancia de no comer las achuras, de que esos alimentos cargados de grasa animal representan una enorme carga para el sistema de defensa del organismo, chocamos con esa omnipotencia propia de la juventud y de la temprana adultez en las personas que se sienten sanas y fuertes…. “Pero doctor, eso a mí nunca me hace nada”.
En nuestras charlas les hablamos de ese continuo evolutivo y les mostramos las estrías grasas de colesterol en arterias coronarias de adolescentes de 15 o 17 años que tienen obesidad, y ahí les resulta un poco chocante, pero pronto se olvidan.
El problema no es tanto las carnes rojas, sino las que tienen alto contenido de grasa, una grasa saturada de origen animal que es la más nociva para la salud cardiovascular, con el agravante de que muchas veces las carnes rojas se consumen en forma industrializada, en embutidos que son aún más nocivas, más agresivas para el organismo.
Porque el problema no es reunirnos a comer un asado, sino que el problema es todo lo que viene antes del asado, la picada, las achuras, los rellenos, los aderezos, y el problema no es reunirse a comer un asado, y comer un pedazo de carne, sino que el problema es que comer y comer mucho, porque si no pareciera que no cumplimos con lo que manda la historia.
Por otra parte la riqueza de nuestro suelo, nos ofrece abundante disponibilidad de harinas refinadas blancas que son consumidas sin mayor precaución en cuánto a sus cantidades.
Este consumo de harinas si se vuelve excesivo también conspira notoriamente con nuestra salud en general y nuestra cardiovascular en particular, generando sobrepeso, generando obesidad o generando alteraciones en el metabolismo de los hidratos de carbono, al formar parte de los postres, los dulces o los biscochos. El problema no es el consumo de harinas o de carnes, sino que el problema es el exceso, la falta de control y la falta de límites.
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