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17/7/13
27/5/10
Cerebro, arte y educación - Dr.Antonio Damasio,Peter Fonagy, Gerard Mortier, Gino Yu, Louise Blouim, Richard Silberstein et al.
Materializar lo espiritual hasta hacerlo palpable; espiritualizar lo material hasta hacerlo invisible; ése es todo el secreto del arte.Benavente
Conferencia Mundial sobre Mente humana, artes y educación:
Antonio Damasio, Peter Fonagy, Gerard Mortier, Gino Yu, Alan Hassenfeld, Susan Robb, Richard Meier, Louise Blouim Mac Bain, Richard Silberstein, Allan Goodman, Magid Fotuhi, Jimmy Wales, Colin Blakemore, Fred Mednick, Leonard Mlodinow, Nancy Kanwisher, John Stein.
Mensaje de apertura a cargo del Prof. Antonio Damasio: Usted podría preguntarse acerca de nuestro título, "Cerebro, Arte y la Educación", por qué la ciencia de cerebro tiene que ver con las artes o con la educación. Por supuesto, una respuesta simple sería que el cerebro tiene que ver con todo lo que somos, todo lo que hacemos y por tanto con las artes y la educación. Siendo productos de la mente humana, e implícitamente del cerebro humano, tienen una fuerte conexión.
Pero la relación de nuestras reflexiones viene del hecho de que somos (yo mismo y mi esposa Hanna) tanto científicos como educadores, y esa es la ciencia que practicamos. Neurociencia cognitiva, que se las arregla con la mente y con el cerebro humano, en la salud y en la enfermedad.
La educación es crítica para cultivar la mente y el cerebro y para mantener su salud.
La historia humana esta hecha del cambio, y nadie negará que, por ejemplo, el período de la iluminación, la Revolución Industrial, o las agitaciones sociales que rodeaban la Segunda Guerra Mundial, cambiaron el mundo y sus motores económicos muy extremadamente. Pero es discutible, quizás, que los cambios que estamos sobreviviendo en este mismo momento, y han tenido lugar en el pasado durante las dos últimas décadas, pueden tener una magnitud más grande e incluso una consecuencia humana más profunda.
Llámelo la economía globalizada u otra cosa, el hecho es que la naturaleza de lo que los seres humanos producen y consumen ha cambiado dramáticamente y así también lo ha hecho la manera en que los seres humanos se comunican y se mueven entre sí en el mundo entero. Éstos cambios son, por supuesto, el resultado del progreso científico y tecnológico en física, ingeniería, biología e informática, por nombrar algunos. Como resultado, los mercados han cambiado y así también lo ha hecho la composición de los sectores económicos en el diagrama de la competición entre naciones y bloques económicos. Dado que todos estos desarrollos fueron hechos posibles por una fuerza de trabajo constituída por personas con conocimiento de los hechos y con las destreza técnicas.
LAS NUEVAS ECONOMÍAS DE CONOCIMIENTOS: No es sorprendente que las supuestas economías de conocimientos requieren de una gran combinación de personas que sean tanto entendidos como especializados. Sin tales personas individuales, las economías no pueden ser mantenidas y expandibles por si solas.
Teniendo en cuenta esta innegable situación, hace que el juicio correcto para las naciones sea invertir en enseñar "Ciencia y matemática", esa clase de educación así llamada, es la que la mayoría de las nuevas sociedades necesita. ¿Quién podía argumentar en contra de más ciencia y matemática en la educación?. Ninguno de nosotros lo haría. Pero el problema surge cuando no enfrentamos a defensores de la educación en ciencia y matemáticas, que también desean reducir la educación en las artes y las humanidades.
He aquí su argumento problemático: el tiempo y los recursos son finitos; por lo tanto, debemos concentrarnos en lo que realmente es necesario; y lo que realmente es necesario, es preparar un personal capaz de competir eficazmente y producir la innovación sobre el escenario mundial de las economías de conocimientos. Las artes y las humanidades, ya se ha dicho, tuvieron su tiempo y lugar en el pasado. Pero desafortunadamente (y para algunos felizmente) no son más relevante.
Nuestra visión es que esta posición está basada en una valoración un tanto estrecha e incorrecta del predicamento humano actual. Además, desde un punto de vista simplemente pragmático, esa posición es miope y promete minar las mejores intenciones contenidas en las políticas de educación “ solamente ciencia y matemática”. Nuestro pronóstico es, de hecho, que tales programas de educación es probablemente empeorar las enfermedades sociales que hoy enfrentamos. Es también menos probable producir personas capaces de innovar que, un portfolio más balanceado.
¿Por qué creemos que sí? Déjeme sólo saltar al núcleo de nuestro argumento: matemática y ciencia solamente no hacen a ciudadanos. Y, dado que el desarrollo de la ciudadanía ya está bajo el sitio, matemática y ciencia, solamente no son suficientes. Quizás el problema empieza con una situación mal diagnosticada.
Es obvio que que las poblaciones han sido redistribuidas por la fuerza de la inmigración urbana y el en la entrega de los servicios sociales, la escolaridad, salud, y transporte, por nombrar sólo algunos, han estado bajo toda clase de presión negativa. Cuando tanto el tamaño de la población, como la velocidad del aumento de la vida, y como los servicios sociales y los presupuestos disminuyen, las patología sociales, como la toxicomanía y las pandillas de jóvenes, prosperan en los asentamientos escolares.
En general, en muchas escuelas de mundo, no estamos hablando de lugares tranquilos por considerar la belleza de la ciencia y de la matemática. Escuelas, y con ello quiero decir profesores y estudiantes, están bajo ataque. Al mismo tiempo, el tradicional hogar, el sitio clásico del principal componente de la educación de un ciudadano, a menudo ha sido derribado por una variedad de influencias: padres que trabaja tiempo completo, la paternidad en soltería, la ausencia de abuelos en la casa. Vivir en hogares sin supervisación, es un acontecimiento más frecuente para los niños en el mundo real, y no estamos hablando solamente sobre las poblaciones desfavorecidas, o guetos urbanos arruinados. Estamos hablando de niños de clase media, tanto en economías avanzadas como las no tan avanzadas.
A propósito, no estamos sugiriendo de ninguna manera que la cura de este problema requiere de un regreso a las familias tipo. Pero debemos encargarnos de los problemas que han sido creados por estos desarrollos sociales.
Otro asunto: la velocidad de la entrega de la información ha aumentado dramática-mente vía diversos rangos de medios de comunicación; la Internet y sus productos relacionados, noticias de la televisión y espectáculo, y videojuegos, mientras que la supervisión paternal y educacional, la influencia de la autoridad, sea esta familiar, religiosa o política, han disminuido llegado a estar en conjunto ausente.
Otra vez, no estamos sugiriendo que volvamos al pasado, solamente que tenemos que ser conscientes que estos cambios han tenido lugar y han tenido consecuencias graves para la formación de personas. Subyacer al drama de estos cambios es una desconexión en crecimiento, entre el procesamiento cognitivo y el procesamiento emotivo.
Y aquí déjennos decir que nuestros comentarios vienen del lo que realmente sabemos, ejemplo, nuestro trabajo científico. Ha existido una división tradicional separando lo cognitivo de lo emocional. Ha sido clasicamente alegado que la cognición y la emoción son dos procesos completamente diferentes para la mente humana y para el cerebro humano. Y eso, de algún modo, una mente recional sería una en la que las destrezas cognitivas se desarrollaron a un máximo y el procesamiento emotivo sería sofocado a un máximo porque de algún modo, la emoción no sería una buena consejera de la creatividad cognitiva.
Tenemos que decirle que eso solamente no hace que no coincidimos con este reclamo pero que todo que ha existido durante los 10 años anteriores, sobre neurociencia cognitiva, revela que esta escisión tradicional está completamente injustificada.
A decir verdad la mente y el cerebro humano son el resultado de una complejo trabajo cooperativode ambos procesos emocional y cognitivo. Necesitamos ambos. Cuando pensamos en el mayor esfuerzo que podemos hacer en relación con el razonamiento y la creatividad, nos damos cuenta de que la emoción está literalmente en el proceso del razonamiento y la toma de decisiones. Uno no puede tener uno sin el otro, aunque constituyen juegos diferentes de procesos y destreza y en términos de evolución tienen un origen diferente. El hecho de que las habilidades cognitivas y emocionales tienen raíces diferentes en nuestra biología es especialmente importante. Mientras el procesamiento emotivo es evolutivamente viejo y lento (lento en el orden de segundos y minutos) el procesamiento cognitivo es extremadamente rápido y ocurre en fracciones de segundos en el orden de los milisegundos.
En los últimos años, gracias aumento de la aceleración de nuestra vida, en relación con nuestros movimientos sobre tierra y en relación con la entrega de la información a través de los medios de comunicación que ahora tenemos disponible, la balanza de tiempo cognitiva ha sido acortada, a decir verdad, los niños y adolescentes son capaces de procesar la información más rápida y más rápida.
Alguien que ha visto a los niños crecer en estos días sabe que pueden procesar tareas múltiples, y puede funcionar en paralelo sobre una variedad de avenidas de procesamiento, que para personas de nuestra generación simplemente no era posible (y es probablemente imposible, teniendo en cuenta la manera en que "Educamos" nuestros cerebros "Más viejos"). Ahora mientras que la cognición se apresura despiadadamente nuestro procesamiento emotivo no se apresura en paralelo. Nuestro procesamiento emotivo tarda su propio dulce tiempo para organizarse y responder a lo que esta ocurriendo en el mundo entero. Así que tenemos una verdadera desconexión y una divergencia que probablemente se aumente en los años que estan por venir, entre el procesamiento cognitivo, (que se va más rápido y más rápido, produce cosas maravillosas, en general, y algunas que no so tan maravillosas), y el procesamiento emotivo que es intrínsecamente lento y quizás puede adaptarse a las velocidades más altas, pero solamente gradualmente, con un poco de esfuerzo, así como el tiempo pasa.
Ésa es la manera que nuestro cerebro es hoy. Somos condenados, por el tiempo de nuestra exitencia, a tener un sistema del cerebro que se desarrolla mucho más rápido y con una capacidad de adaptación enorme, y otro sistema que arrastra por detrás.
Usted podría decir, por qué la preocupación sobre esta desconexión, que esta ocurriendo ahora entre la emoción y la cognición. Desafortunadamente, tenemos que decirle que hay buenas razones de preocuparse. Lo primero es ese sonido, el comportamiento moral del tipo que constituye la base sólida para la ciudadanía requiere la participación necesaria de la emoción. Hay evidencia sólida por eso.
La razón de por qué esto es así viene del hecho de que las emociones trabajan como clasificadores para las acciones y para las ideas. Tenemos dos huellas de procesamiento en paralelo: uno en el que tenemos ideas, los pensamientos, los planes para las acciones, y las acciones actuales. Y la otra en la que las emociones sirven como clasificadores, operan como los "Adjetivos" para lo que está ocurriendo en relación con las ideas y los movimientos en la otra huella. Sin estos clasificadores operamos en términos puramente racionales sin tener una manera de clasificar, modificar, y se refleja en lo que está ocurriendo en el mundo de las ideas y los movimientos.
Y otro hecho importante: una investigación en curso indica que el desarrollo con fundamento moral depende, del punto de vista de la evolución, de un juego de las emociones sociables que han existido en seres humanos probablemente a lo largo de la historia de humanidad, y haber estado presente, en las formas más simples, en otras especies antes que los seres humanos.
En conclusión, todos en esta habitación tienen sus ideas y movimientos modificados por las emociones, que deben venir en paralelo con esas ideas y movimientos; y el conocimiento básico sobre lo que reconocemos como las convenciónes sociales y las reglas éticas, ha aparecido en el fondo de las emociones sociables y han estado presentes desde hace mucho tiempo en la evolución probablemente.
Las pruebas muestran que incluso adultos que han crecido completa y normalmente, han sido desarrollados completamente, y han sido sólidos ciudadanos, pierden la brújula de su fina moral después de que una lesión cerebral afecta sus sistemas emocionales. Ésto es un hecho. Recientemente, también hemos demostrado que este enlace, incluso implica la solución de los dilemas morales. Todo lo que tenemos que hacer es leer los titulares para saber que presuntamente hay personas normales que no parecen resonar con las sentencias morales sanas. Pero el hecho interesante es que las personas cuyos sistemas emotivos son derribados por la enfermedad neurológica (o por una variedad de disfunciones emocionales, que podrían tener un origen cultural), producen diferente clases de criterio moral.
Eso es la evidencia sólida para la conexión entre la emoción y la construcción de un ciudadano. Quizás incluso más importante es que sabemos que niños que sufren el daño de sus sistemas emotivos, muy temprano en la vida, no son capaces de aprender las convenciónes sociales y las reglas éticas. En esos niños ya no es una cuestión de desplegar sus conocimientos virtuosos apropiadamente. No parecen aprender las reglas, una vez que su sistema emotivo ha estado dañado. La lección aquí es obvia: a menos que admitimos el sistema emotivo, a través del placer y el dolor, de la recompensa y el castigo, intervenir en el fortaleceimiento del conocimiento sobre otros seres humanos y sus acciones, probable-mente somos condenados a no crear a los mejores ciudadanos posibles. El crecimiento de la desconexión emocional y cognitiva podía convertir a las personas, cuyos cerebros son por demás neurologicamente intactos, en personas individuales que pueden ser moralmente perturbados.
Nos gustaría sugerir que una educación limitada a ciencia y matemática no abordara este asunto y podría empeorar las cuestiones. Es simple, no es posible ordenar que niños y adolescentes actúen moralmente.
Esto siempre me hace pensar en la Sra. Reagan, durante los años de Reagan, la Sra. Reagan, que estaba realmente muy interesada en ayudar con el problema de la toxicomanía, era famosa por decir "Tenemos una solución para la drogadicción: sólo diga que no". Y esto es muy bien intencionado, pero no funcionó.
No muchos adolescentes a los que se les dice "Sólo diga que no" harán eso. El comportamiento moral es adquirido gradualmente en el fijar ejemplos, ejemplos actuales o ejemplos narrados, acompañado de la reflexión y del ejercicio sobre ciertos problemas, sobre sus soluciones posibles y sobre sus consecuencias.
Resulta que un plan de estudios que se centra en la educación en las artes y las humanidades, es la dirección para dirigir los ejercicios morales sobre los que la ciudadanía esta enraizada (estoy diciendo una manera y no la única manera solamente). Es importante mirar la educación en las artes y las humanidades no como un nivel inferior, no como algo que hará a personas jóvenes solamente entendidos en la apreciación de las artes visuales o de la música con el propósito de que publico y audiencias para tales productos puedan estar disponibles. Eso sería una buena cosa en sí, por supuesto, pero hay mucho más que eso.
La educación en las artes y las humanidades pueden ser un buen lugar para el desarrollo de buenos ciudadanos. ¿Por qué? Por ejemplo, porque los relatos acerca de los conflictos, sobre sufrir, sobre el júbilo, sobre las ambigüedad del comportamiento humano y sobre las dolorosas decisiones requeridas por la justicia, pueden ser representadas por la matemática y descriptas por la ciencia, por ciertas ciencias, pero pueden ser ejercitadas solamente por matemáticas o ciencias.
Cuando pensamos en la poesía, cuando pensamos en el teatro, desde los griegos a Shakespeare, y al teatro contemporáneo; cuando pensamos en una novela, o en una película, el heredero moderno de las formas de relato, todos ellos expresan los problemas humanos y los rasgos que pueden ser para concebir la mente reflexiva, la mente que más vale tener.
Lo mismo puede ser dicho de los artes visuales. Piense, por ejemplo, en las lecciones potenciales que contenídas en la contemplación de Picasso, Guernica, o de las expresionistas pinturas abstractas de Pollack. El Guernica, que se me vino a la mente cuando estábamos preparando estas notas, notábamos que el Guernica no es un folleto, no es una simple descripción de un acto infame del terrorismo estatal en una tarde soleada en 1937. Cuando usted mira la pintura, hay siete figuras en la composición y no nos dicen en absoluto lo qué ocurrió.
Lo dicen sobre las consecuencias emotivas, sobre las reflexiones. Hablado con el ajuste correcto, esto puede llevar el cerebro de formación y la mente, a la apreciación de una situación en particular y llevarlo a una experiencia inolvidable. A propósito, esto ocurre con la misma intensidad, con el arte abstracto (que no puede reflejar una historia fácilmente mencionada, pero bastante un paisaje del interior, un paisaje del alma humana); y con la música, piense, por ejemplo, sobre la práctica de un comportamiento humano socialmente correcto que viene de ejecutar un grupo de música de cámara o de escuchar tal obra y observe qué observando que ocurre cuándo los musicos son obligados a respetarse unos con otros, observar que curva requería tomar por la composición, y dese cuenta, sin ningún sermón, que la música mientras básicamente es abstracta, esta llena con representaciones de las emociones, los conflictos, resolución de los conflictos, y actos de cooperación.
Así que, ¿qué son nuestras conclusiones en este momento? Primero, la educación en ciencia y matemática es muy necesaria. La necesitamos para dominar los nuevos desarrollos en la manufactura, en la mercadotecnia, en la distribución de artículos. Es imposible imaginar una economía enérgica (sobre la base de que de ese ciudadano correcto del que estoy hablando debe depender) sin tener un énfasis fuerte sobre la educación en matemática y ciencia. Además, desde un punto de vista simplemente cultural, para comprender el mundo en el que vivimos y no depender de la superstición o las creencias infundadas, uno necesita matemática y ciencia.
Segundo, la educación en las artes y las humanidades pueden expresar la estructura moral que es requerida para una sociedad saludable y están tan desafiadas por los desarrollos sociales en curso.
Y tercera base: la educación en las artes y las humanidades en realidad promueven la imaginación que es necesaria para la innovación.
Sin la abundancia que viene de la narrativa tradicional, y el ejercicio tradicional y la experiencia de artes y humanidades, es improbable que los seres humanos contraerán la clase de la imaginación y de la idea innovativa, instintiva que resultará en la creación de lo nuevo. Olvidar las artes y las humanidades en los nuevos planes de estudios es equivalente al suicidio de sociocultural.
ANTONIO DAMASIO: Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2005 por su aporte "a la lucha contra enfermedades como el Parkinson y el Alzheimer". Los estudios de Damasio fueron "esenciales" para la comprensión del funcionamiento de las áreas cerebrales en las que están involucradas la toma de decisiones y la conducta, lo que se conoce como ciencia cognitiva. También sus investigaciones han sido decisivas para el conocimiento de las bases cerebrales del lenguaje y la memoria, lo que facilitó una mejor comprensión de los procesos neurodegenerativos del cerebro como el Parkinson y el Alzheimer, padecimientos que tanto preocupan a la humanidad.
El Dr.Antonio Damasio es "el padre de la moderna neurología cognitiva" y su "excelente" labor divulgadora ha contribuído al acercamiento de las neurociencias a la sociedad y con ello a una mejor valoración del hombre y de su naturaleza.
http://portal.unesco.org/culture/es/ev.php-URL_ID=2916&URL_DO=DO_TOPIC&URL_SECTION=201.html
Dios se manifiesta a nosotros en primer lugar a través de la vida del universo, en segundo lugar a través del pensamiento humano. La primera manifestación se llama naturaleza, la segunda arte.Víctor Hugo El arte es el resultado de la investigación de lo bello; la ciencia lo es de la investigación de lo verdadero.Lytton El arte es contemplación: es el placer de un espíritu que penetra la naturaleza y descubre que también ésta tiene un alma, es la más sublime misión del hombre, puesto que es el ejercicio del pensamiento que trata de comprender el universo y de hacerlo comprender.Rodín El arte es una flor nacida en el camino de nuestra vida, que crece para endulzarla.Schopenhauer El arte es uno de los medios de comunicación entre los hombres.Tolstoy Revelar el arte, escondiendo al artista; tal es el fin del arte.Wilde Todos malgastamos nuestros días buscando el secreto de la vida. Pues bien: el secreto de la vida está en el arte.Wilde Hay dos mundos. Uno de ellos existe sin que se hable nunca de él: se le llama mundo real, porque no es preciso hablar de él para verlo. El otro es el mundo del arte; de éste es preciso hablar, pues de otro modo no existiría.Wilde
6/2/09
EL SERMON DE LA PAZ - JUAN ZORRILLA DE SAN MARTIN

CAPÍTULO 1: EL ALMA DE LAS COSAS
Llevaron a Bernardino de Saint Pierre el autor de “Pablo y Virginia“ siendo niño, del campo en que se había criado, a la ciudad, por la primera vez. Cuando estuvo junto a las torres de la iglesia, lo vieron mirar hacia arriba embelesado.
II
Y bien; buscaremos algo de niñez en nuestras miradas. En un extremo de Montevideo, mi ciudad natal, sobre el Río de la Plata, en una pequeña punta llamada Punta Carreta o Punta Brava, tengo yo un pedazo de terreno, que adquirí, cuando aquello era un desierto, por poquísimo dinero. Lo he cultivado por mí mismo, lo cavo, lo riego, y le llevo árboles vivos y semillas. Hasta puede decirse que yo he hecho esa tierra, como el holandés la suya, porque le he sustituido, en gran parte la arena y la conchilla de que estaba formada por tierra negra vegetal. Sólo yo sé la influencia de ese solar sobre el último tercio de esta mi vida que voy viviendo; por él he sabido de las estaciones, y del beneficio de las lluvias, y del brillar de las estrellas en su plenitud; muchos matices del año hubieran pasado inadvertidos para mí sin él; no me daría cuenta del momento en que florecen los árboles y cuajan los frutos; éstos completamente muertos, me servirían sólo para comer. Por él, en cambio, las tristezas de las plantas me dan tristeza, y puedo así, con cierto derecho, compartir también sus alegrías, como si fuera un hermano. La casa que allí he construído no es grande, y es también de muy poco precio; pero como está dada de blanquísima cal, puede, por su color de porcelana, satisfaces, el gusto más exigente. Es perfectamente amable, dígase lo que se quiera, con sus inocentes líneas y sus techumbres ingenuas. Nada puede darse de más insignificante que esa mi casa; pero no lo es para mí, por cierto. Como el terreno con la naturaleza, esa obra de arquitectura me pone en contacto también con ella, con la naturaleza, y me habla familiarmente del arte más propicio a incorporarnos a la tierra que habitamos. Y si alguien dijera que no es el caso de hablar de arquitectura cuando se trata de una casa dada de cal y con techumbre de tejas coloradas, ese dictamen no tendría mi asentimiento; juzgo, por el contrario, que es la ocasión más propicia para hablar de arte, si, como yo lo creo, el arquitectónico no es otra cosa que la expresión sincera del objeto de una construcción, impresa en su forma sensible, según los materiales de que se ha dispuesto, y que no hay por qué ocultar. Su enemigo mortal es lo enfático, lo superfluo engañoso, que, como la cáscara de una fruta puesta en otra, esconde, en vez de revelar con gracia decorativa, la vida interior, o denuncia la falta total de vida. Nadie deja de distinguir un edificio muerto de uno vivo, aunque ambos sean recientes y estén habitados.
III¿Dónde encontraré la poesía? Me preguntaba una vez irónicamente un cierto buen hidalgo particular que desdeñaba el arte. ¡Oh señor mío!, le decía yo con sinceridad, la encontrará usted en todas partes o en ninguna. La belleza, efectivamente, la dicha relativa, única accesible al hombre, está junto a nosotros, nos toca la cara. Creemos que la felicidad y la belleza son algo extraordinario, y que está siempre allá, del otro lado; que debemos encontrarlas en forma de un grande y pesado lingote, sin advertir que, reducidas a polvo de oro, las tenemos bajo nuestros pies. Es preciso detenerse a recoger polvo, pues. Sólo el reposo es el progenitor de lo bello, y es inseparable de la dicha. Si lloras por el sol, no verás las estrellas, dice el poeta. Entre el sol de hoy y el de mañana está la noche estrellada. La felicidad, sin embargo, es una cosa hecha de tantas piezas, que siempre falta alguna que se ha perdido; no hay que contar con ella en absoluto. Y así la belleza, que ni siquiera nos es dado definir con alguna precisión. Acaso pudiera decirse que es un recuerdo que tiene el alma del país en que nació, de su vida anterior a la materia. Y todas las almas proceden de ese país lejano; todas son compatriotas. Y lo serán tanto más, cuanto más recuerden la región nativa, que no es otra cosa que la mente de Dios. El arte es realización de esa belleza, como sabemos, por medio de signos sensibles: color, forma, sonidos, palabras; pintura, escultura, música... Son bien notorias, fuerza es confesarlo, las discrepancias de los hombres al respecto; unos creen bello lo que los otros feo; pero así como existe una conciencia universal sobre lo bueno y lo malo, no es posible dejar de reconocer una conciencia estética, que es, a la sensibilidad, lo que la ley natural al entendimiento. La belleza es la verdad; y la verdad en las cosas es el carácter. Obtener el carácter de un hombre feo es hacer cosa bella: Velázquez y sus enanos o sus bufones. La virtud moral no consiste tanto en realizar sonantes actos heroicos, cuanto en cumplir los deberes habituales, que pueden dar ocasión a pequeños heroísmos. El cultivo de la virtud estética no es tanto la realización o el goce de valiosas obras de arte, cuanto el esfuerzo por saber hallar lo bello en todo cuanto nos acompaña. El hombre no puede vivir sin grandeza, y ella tiene que estar a nuestro lado, como los demás elementos de la existencia. Todo puede ser grande; todo lo es. La música sinfónica, la escultura, la pintura son incidentes de nuestra vida, y propiedad sólo de algunos; pero todos somos dueños de la belleza difusa, de la armonía o el orden que sale de las cosas que nos rodean, entre las cuales está, en primer término, como el canto de los pájaros, la casa que habitamos; ésta será tanto más artística cuanto más hecha para nosotros mismos, para cada uno de nosotros, no para todo el mundo, es decir, para nadie. La permanencia de la casa no se obtiene con dinero. Y hay más de nosotros mismos en nuestra casa que en nuestro sepulcro. Algo de eso tiene, o ha querido tener mi casita de Punta Brava, cuya historia es casi la mía, la de mi espíritu. Comenzó por sus cuatro paredes y su techo de zinc; era todo cuanto yo podía hacer cuando la hice; era todo lo mío. No carecía de interés, con sus dos ventanillas y su graciosa solana o soportal de madera sobre la puerta; pero le faltaba estatura: no veía casi nada a su alrededor: y la idea de darle el órgano de la visión nació de su propia naturaleza. Así nace el concepto de torre o atalaya. Una pequeña habitación saliente que tenía adosada creció por sí misma; con levantarle las paredes, hacerle en lo alto un pretil, y abrirle un agujero ojival que diera luz a la habitación superior, la torrecilla apareció airosa y robusta como la que más. Y perfectamente útil, por cierto, y razonada. Proyectada sobre el azul del mar, ella me recoge la porción de sol que a mí me toca en el universo. Otro día, como se demoliera por su nuevo dueño la vieja y amplia casa que fue mía, y que construyó hace casi un siglo, el bisabuelo de mis hijos, prócer de la primera patria, obtuve una de sus puertas, y la hice entrada de mi casa. Se ajustó a ella a maravilla; sirve para entrar y salir; pero, sobre todo, para recordar y estar en reposo, viendo cómo corre el tiempo y se disipa. Y para hablar también, si a mano viene, de la historia de esta mi buena tierra del Uruguay, que, sin ser tampoco muy grande, lo es bastante para llenar mi corazón, es decir, para ser la más grande de las patrias, pues sólo ella puede hacer eso, que no es poco: llenarme el corazón. El día que aquella construcción, con sólo crecer, hubo de cobrar su fisonomía definitiva y revelar una intención o pensamiento arquitectónico, llegó también. Se le agregaron entonces, a un lado y a otro, dos cuerpo cuadrados de edificio; bajo el uno con su chimenea, alto el otro, con su tosco balconcillo de madera y su cobertizo de tejas en el ángulo, como las casonas montañesas. Cobró así todo aquello el carácter de casona española que hoy tiene; pero no como simple fantasía, como hubiera podido cobrar el de un chalet suizo o el de un villino italiano, comprados con dinero sino como expresión de su vida interior, como la casa del caracol, hecha de vida y de recuerdos. Esta misma descripción de mi casa colonial, más que una descripción, es toda una doctrina, como se ve; es la que informa este libro o sermón caritativo, que quiere hacer amable lo propio, sin odio a lo ajeno y sin envidia; que ofrece algún bienestar a quién con recto corazón lo lea. Esa es la historia, pues, digámoslo así, de mi castillo. Y como, sobre ser obra no de dinero anónimo sino del ingenio mío y de los míos, está lleno de recuerdos tristes y alegres de algunos años, puedo llamarlo mío, como los recuerdos que lo habitan y le son inseparables, mientras no sea ¡ay! demolido por algún nuevo dueño del terreno, cuando éste deje de ser tierra para ser ciudad, y valer mucho dinero destructor. Este nuevo dueño embellecerá el barrio, agregando su casa al rebaño arquitéctónico que allí caminará en larga hilera; las construcciones atrailladas, recostadas las unas a las otras, tendrán entonces sus perinolas o grandes trompos de metal estampado, y sus suntuosas cúpulas que nadie ocupará, sus puertas por las que nadie entrará, y sus ventanas de invierno (bow windows) para verano. No le faltarán sus columnas, que no soportarán peso alguno, y sus ménsulas o repisas de fino material y extraña forma historiada. No será todo eso regulado por el gusto o la conciencia estéticos, sino por otras facultades que los sustituyen: el prurito de ostentación que lesiona la sensibilidad; el deseo de copiar al vecino y superarlo si es posible, y demás análogas extravagancias. Pero no hay tampoco por qué mirar con ojeriza esas humanas debilidades de que todos sufrimos, quién más quién menos. Los demoledores o restauradores de mi torre podrían ser mis propios nietos,(*) sin ser por eso dignos de vituperio. Que el hombre es más hijo de su tiempo que de su propia madre.
IV
Pero si mía es la casa, lo son, sobre todo, los árboles que allí he plantado, y regado, y defendido de las abominables hormigas. Sí, muy trabajadores y ahorrativas, las hormigas; son pueblos industriales y fuertes, los hormigueros; naciones conquistadoras. Pero no son los cultivadores de frutos y legumbres, a buen seguro, quienes les consagran fábulas apologéticas, con menoscabo del honor de las cigarras cantantes. La inerme cigarra no atesora, efectivamente; vive sólo de sol, sin quitárselo a nadie, como vive de sombra y de humedad el sapo, criatura también buena, amable y musical, objeto constante, sin embargo, de desprecios y persecuciones de lo más injusto que conozco, por parte de los muchachos, sobre todo, sin duda porque no corre ni muerde. Ese pobre sapo es, como la cigarra, inofensivo, indefenso, benéfico; su voz de oboe coreada por las castañuelas de plata de las ranas que piden agua o la agradecen al cielo, y por el trémulo grito de los grillos, es una de las voces respetables de la naturaleza; hay un momento en ésta caracterizado por la voz del primer zorzal, y lo hay señalado por la del primer sapo. Son dos notas fundamentales de la grande orquesta. La misma enigmática figura del sapo, aunque lo vemos generalmente en cuclillas, en actitud de ídolo suplicante, n o carece de cierta dignidad. Muy pocos le han observado los ojos resignados y pacientes; que, a haberlo hecho, no lo mirarían con tanto desvío y antipatía. Bien pudiera ser un ente superior, un príncipe convertido en fea bestia, en castigo de algún pecado de amor impuro, el desventurado sapo. Hay entre esos mis árboles algunos de singular mérito; lo ombúes que allí tengo, por ejemplo, ocho o diez, son magníficos. El ombú, dicho sea de paso, es el árbol que yo prefiero, no sólo por ser el que con más pasión se abraza a su madre, y madre mía, la tierra en que ambos nacimos; no sólo por su opulenta forma, sino porque no se come; no despierta apetitos; no es maderable; ni siguiera sirve para el fuego. Pero nos da sombra, el mejor fruto del sol, nuestro mejor amigo: sombra. No es esto decir claro está, que yo no estime en lo que valen los árboles frutales que allí cultivo; los perales, pongo por caso. Los hay, plantados por mí, que han producido hasta una docena de peras, y aún más, perfectamente maduras, como hay higueras que han dado sus higos, y algunas palmas con su gran racimo de cocos, que, si bien un poco agrios, (cocus campestris) tiene una piel amarilla azucarada, muy buscada por las avispas. No pueden faltarme las flores por supuesto; pero, para no caer en prolijidad de mal gusto, sólo mencionaré las enredaderas, cuyas campanillas azules se abren por la mañana, y se cierran cuando anochece. Las madreselvas, sin embargo, que respiran en las tardes de verano y las llenan de olor a miel de abejas, deben aquí también ser recordadas, porque son, para mí, las flores por excelencia. Y mucho más cuando su olor se mezcla al de los jazmines. Hablo de los del país, de los jazmines blancos, de los fríos que vuelan en la planta y que parecen estrellas de muselina. Las tardes realmente bellas son esas: las que huelen a madreselva; por ellas he llegado a creer en este nuestro pobre sentido del olfato, tan desacreditado por algunos. Y no hay para tanto. Que si bien está en lo cierto quien afirma que ese sentido tiene mucho de contacto material, y no la pureza de la vibración sonora, no es tan irracional como pudiera creerse la analogía entre una ráfaga de madreselvas y un melodía de Bellini, que, al caer la tarde, sale, de un piano desconocido, por una ventana abierta en lo alto. Yo concibo perfectamente un poema hecho de olores; el de la madreselva me tra vuelos de risas en el aire, voces de niños que juegan antes de irse a dormir; el de las azucenas parece cantar la Salve en mi memoria, como una voz de armonium. V El paisaje natural que allí me rodea tiene todo cuanto es dado desear; nitidez de dibujo, riqueza y armonía de tonos, luminosidad, expresión definida. El Río de la Plata, que ocupa todo el horizonte y se llega con sus aguas hasta mi puerta, es el protagonista, como no puede menos, de mi drama de color. Es un fiesta de los ojos ese nuestro río como mar de los indígenas. El verde azulado, que es su tono ordinario, se transforma y tornasola, pero sin que el agua pierda su fluidez, ni olvide su terrestre procedencia. Unos días predomina en él el verde esmeralda; otros el azul cobalto; nunca el ultramar del Océano, o el lapislázuli del Mediterráneo, que parecen resistir todo abrazo afectuoso con los verdes y los ocres de la tierra, a la que no reconocen como madre; son hijos de la infinita transparencia. En el Plata, hijo de las ausentes montañas, todo es atenuado: los tonos y el movimiento, los peñascos y las olas. La proyección del verde de los árboles, del verdinegro de los eucaliptus, entre otros, sobre aquel azul, forma una armonía de color, un color intenso, como no he visto en otra parte.CAPITULO II - PUESTA DEL SOLI) El paisaje que estoy mirando en este momento desde mi casona de Punta Brava, y en el que creo ver concentrado mi universo, está bañado de la luz de esa divina ley. Una gaviota blanca, adorante, que parece inmensa, se acerca por el aire y me abre las alas sin recelo. Ese buen pájaro no ve en mí, como en los muchachos que tiran piedras, un enemigo fuerte; casi estoy por creer que se da cuenta de que soy su amigo. Es el espíritu, que, como las golondrinas de las torres, brota del río, cual si este echara a volar. No es esto decir que este paisaje sea invariable, por supuesto, y que todos mis días de Punta Brava (por algo se llama así) sean tibios y apacibles; lo suele haber de viento y de frío, y de chubascos; los suele haber de viento y de frío, y de chubascos. Los vientos del Sur, que vienen de lejos, del Cabo de Hornos quizá, persiguiendo hasta la costa el rebaño, presa de pánico, de las grandes olas, son a veces implacables; andan por el aire gritando, como dioses norsos conquistadores. Y cuando da en soplar el Pampero, viento del Oeste que nos llega al ras del Plata, desde las Pampas o llanuras andinas, el tiempo no es apacible; pierden las gaviotas su equilibrio o divina euritmia, y los pájaros dispersos buscan abrigo en los aleros, callados o dando chirridos; los árboles pasan sus largas horas de desamparo, y yo pienso en ellos, cuando despierto de noche, y oigo al huracán, remoto o próximo, que anda en el aire. Pero, sobre ser el caso poco frecuente, esos mismos vientos pamperos, como que los conocemos desde niños, son menos desaforados para nosotros que los extraños; están en su casa, y hasta tienen algo de los amigos importunos o pesados, que se echan de menos cuando dejamos de verlos algún tiempo; son nuestros pamperos. Ellos nos sirven, por otra parte, para apreciar mejor, y gozar con mayor gratitud, de las mañanas y tardes de bendición, llamémosle místicas, que son allí constantes; los aguaceros seguidos de sol, con su Arco-Iris del uno al otro horizonte; los ponientes gloriosos, con sus nubes en forma de lagarto o de palomas dispersas, sus procesiones de arcángeles dorados, y sus remotas ciudades caminantes, llenas de cúpulas, en el divino silencio.
II
Una de esas tardes era la de ayer, precisamente, y mejor no pudo elegirla, para visitarme en mi rústica heredad, un buen amigo mío, hombre de bien a carta cabal, persona acaudalada, y de más que mediano entendimiento. Me encontró solo, trabajando a más trabajar con el rastrillo. Los árboles estaban alegres, y las enredaderas no habían cerrado los ojos azules todavía entre las hojas; mi torre parecía de mármol, y el río de esmalte azul; la cúpula del cielo estaba recién dorada por los artistas diáfanos. Mostraba yo envanecido todo lo mío, todas aquellas cosas, a mi amigo: mis árboles, mi pedazo de mar, la última porción de sol de aquel día, que me quedaba en las paredes de la torre. Y él, después de mirar a su alrededor, a lo lejos, hacia arriba, me miró a mí, como si hubiera descubierto un secreto que yo guardaba, el de mi caudal; me miró riendo, con aire de parabienes. ¡cómo habrán subido ahora de precio estos terrenos! Me dijo, por fin; este es ya un buen lote. Pero es preciso adquirir ese de al lado, par tener mayor frente sobre la rambla... ¿cuánto vale ahora el metro por acá? ¡Cómo vuelan! Decía Bernardino de Saint Pierre ... ¡El metro! ¿pero acaso esto tiene metros, Dios mío? ¿Es esto realmente un lote, que haya de completarse quitando el suyo al vecino? Nada de todo esto es mío, pues, desde que tiene precio; nada de esto; lo mío no tiene precio... Aquel ingrato amigo no había estado observando, como yo lo creía, ni el ombú que estaba a su lado, con el último toque de sol gratuito, ni el horizonte de cobre enrojecido, ni siquiera el mar; había advertido que por allí se había hecho, no por culpa mía, ciertamente, una rambla o avenida alquitranada, por la que corría, a todo correr, un carruaje automóvil, entre una nube de bencina. Y que no tenía más objeto que el de adelantarse a otro carruaje, que, a su vez, sólo corría por correr, desaforado. Y allí, junto a nosotros, tocándonos los cara con las ramas, estaba el peral lleno de peras maduras, en forma de campana, que parecían naranjas, por la luz del sol poniente. El árbol, plantado por mí, uno de mis predilectos, me miró con la expresión de un inofensivo animal salvaje acabado de atrapar; me miró como si hubiera oído un disparo. Que también los árboles sienten el pánico, si los observamos. En poco estuvo no lo experimentara yo mismo; sentí, cuando menos, algo como el efecto de una amenaza a mis ombúes sin valor, a mi casa de poco precio, guardada sólo por un perro compañero de mis nietos, a la puerta de los abuelos, de débil cerradura. Hubiera querido esconder todo aquello, ponerlo a salvo en otra parte, en otro rincón de mi tierra, con sus horizontes y sus gaviotas. ¡Oh las naciones grandes, las confederaciones fuertes, hijas del dios Pan, el que infunde los pánicos! También las grandes fortunas de los hombres se forman así: por la conglomeración de las chicas aniquiladas. Y así se amasan los patrimonios suntuosos, donde no se pone el sol, y donde no se goza de la noche estrellada. Y así nacen las grandes ciudades, con sus palacios impersonales, que desalojan a las bellas torrecillas dadas de cal, en que viven las alegrías, y anidan las caridades, las continencias, la resignación y la paz. Y los hombres se enorgullecen de las ciudades, de las patrias armipotentes, grandes lotes de muchos metros, de mucho valor venal, y de mucho humo de bencina y de pólvora. No hay paz para el soberbio dice el libro. La paz es una entidad de orden moral, superior al jurídico. La quietud, el descanso, el silencio, la riqueza, el placer, son cosas del orden material. No está en ellos la paz; ni siquiera en el sepulcro. El descanso, el silencio, el mismo sueño, el último inclusive, serán enemigos que te inquietarán.
La paz es una actividad. Si quieres ser feliz, procura ser hoy un poco mejor que ayer; aprende a estar contento, alegre; goza sólo de aquello que estés seguro que te viene de la mano de Dios, y así hallarás el goce, aún en el dolor.
Y hallarás paz en el soñar de la vida, y en el de la muerte.
Yo tuve que recibir de buen agrado, sin embargo, los parabienes de mi buen amigo, porque eran bien intencionados.
Este libro ha nacido de su visita.
Y, como suele salir un pájaro volando de entre las yedras que envuelven un viejo muro, el niño de sesenta años que tengo en el corazón, y que en este libro ha pensado, o cantado, o dicho místicas ingenuidades, salió de entre las hojas...
Sí, contesté a mi amigo, tristemente, mirando al mar; efectivamente, deben de haber subido mucho de precio estos terrenos...¡qué le hemos de hacer!...
Y yo miraba largamente el mar, ... y el mar me miraba; y sentía el silencio de mis mares interiores.
1) "Velar se debe la vida, de tal suerte... que viva quede en la muerte"... Escudo de la Familia Zorrilla.