3/2/09
Dualismo Cartesiano-Platónico: La conexión mente-cuerpo
DUALISMO CARTESIANO-PLATÓNICO:
La estrategia dominante en el pensamiento occidental moderno desde el siglo XVII hasta comienzos del siglo XX fue el dualismo: la creencia en que el ser humano se compone de dos sustancias diversas, la material y la mental.
El santo patrón intelectual de este punto de vista fue Descartes, quien afirmaba la existencia de materia extensa (localizada en el espacio), por una parte, y mente pensante (no susceptible de ser localizada de esa manera), por otra.
Esta opción tiene el atractivo de reconocer francamente el diferente carácter de lo material y lo mental, y el mérito de no subestimar ni lo uno ni lo otro.
Es heredera de una tradición que se remonta al menos hasta Platón.
Sin embargo, este punto de vista presenta al día de hoy considerables dificultades.
En la actualidad los científicos dualistas son minoría.
El problema ha consistido siempre en explicar cómo pueden entrar en relación entre sí los ámbitos inconexos de lo material y lo mental para constituir el grado de unidad que experimentamos en cuanto personas humanas.
Mi intención mental de levantar el brazo:
¿cómo se traduce en la acción física de su movimiento real?
Para justificar la sincronización de los sucesos de un ámbito y otro, los sucesores de Descartes se vieron obligados a recurrir al más bien desesperado expediente de recurrir a la acción de directa de Dios.
Hoy, cuanto más aprendemos acerca del efecto de las drogas y las lesiones mentales, y cuanto más consideramos la historia aparentemente ininterrumpida que vincula el mundo de la humanidad con la era primigenia en la que el universo era una primigenia sopa de quarks ajena a toda manifestación mental, tanto más difícil resulta aceptar el dualismo, la idea de "el espíritu en la máquina", por usar la frase ingeniosamente displicente de Gilbert Ryle.
Otra dificultad añadida que plantea el dualismo es que , en la práctica, ha sucumbido a la tentación de exaltar lo mental a expensas de lo material.
Todo indica que, si se quiere mantener el justo equilibrio entre los dos aspectos de la realidad, habrá que intentarlo por caminos más sutiles que la mera yuxtaposición.
La estrategia dominante en el pensamiento occidental moderno desde el siglo XVII hasta comienzos del siglo XX fue el dualismo: la creencia en que el ser humano se compone de dos sustancias diversas, la material y la mental.
El santo patrón intelectual de este punto de vista fue Descartes, quien afirmaba la existencia de materia extensa (localizada en el espacio), por una parte, y mente pensante (no susceptible de ser localizada de esa manera), por otra.
Esta opción tiene el atractivo de reconocer francamente el diferente carácter de lo material y lo mental, y el mérito de no subestimar ni lo uno ni lo otro.
Es heredera de una tradición que se remonta al menos hasta Platón.
Sin embargo, este punto de vista presenta al día de hoy considerables dificultades.
En la actualidad los científicos dualistas son minoría.
El problema ha consistido siempre en explicar cómo pueden entrar en relación entre sí los ámbitos inconexos de lo material y lo mental para constituir el grado de unidad que experimentamos en cuanto personas humanas.
Mi intención mental de levantar el brazo:
¿cómo se traduce en la acción física de su movimiento real?
Para justificar la sincronización de los sucesos de un ámbito y otro, los sucesores de Descartes se vieron obligados a recurrir al más bien desesperado expediente de recurrir a la acción de directa de Dios.
Hoy, cuanto más aprendemos acerca del efecto de las drogas y las lesiones mentales, y cuanto más consideramos la historia aparentemente ininterrumpida que vincula el mundo de la humanidad con la era primigenia en la que el universo era una primigenia sopa de quarks ajena a toda manifestación mental, tanto más difícil resulta aceptar el dualismo, la idea de "el espíritu en la máquina", por usar la frase ingeniosamente displicente de Gilbert Ryle.
Otra dificultad añadida que plantea el dualismo es que , en la práctica, ha sucumbido a la tentación de exaltar lo mental a expensas de lo material.
Todo indica que, si se quiere mantener el justo equilibrio entre los dos aspectos de la realidad, habrá que intentarlo por caminos más sutiles que la mera yuxtaposición.
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