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2/4/11

Romanticismo, enamoramiento y la búsqueda de la media naranja sienten la amenaza del post-modernismo - Dr.Manuel Cruz

El capitalismo actual involucra la vida entera y su máxima de consumo lo es también para emociones y sentimientos, que han pasado a ser una mercancía más y, por tanto, susceptible de obsolescencia y caducidad (amén de banalidad), igual que las relaciones personales han devenido ocasión para la transacción y el dominio. No solo la ficción se ocupa ampliamente de los sentimientos amorosos. En los últimos tiempos pensadores de diversas disciplinas ponen el sentido y la naturaleza de las relaciones de pareja sobre la mesa de operaciones. Cuando han caducado los modelos clásicos, ¿qué nos queda? Durante bastante tiempo, el recurso a lo amoroso funcionó como un artefacto ideológico perfectamente engrasado. Por un lado, estaba claro que el amor ofrece al individuo la posibilidad de una experiencia extraordinaria, de una intensidad inusitada.
Merced a la pasión amorosa, los enamorados siempre han creído acceder a dimensiones desconocidas de sí mismos, conocer estratos de su ser que permanecían ocultos a su propia mirada, y de tales descubrimientos han extraído la fuerza para enfrentarse a la realidad con una energía y un valor impensables en circunstancias normales.

Quien ama, diría un castizo, está dispuesto a ponerse el mundo por montera, a hacer saltar por los aires cualquier convención, norma o costumbre, por más arraigada en la tradición o en los usos establecidos que pudiera encontrarse. Pero, por otro, ese caudal en apariencia irrefrenable de vida acababa, invariablemente y casi sin excepciones, discurriendo por un cauce institucional inequívoco. En su exageración tópica, el "fueron felices y comieron perdices" señalaba, con escaso disimulo, el signo de la operación ideológica: hacer creer a los individuos que eran irrestrictamente libres (en algunos casos, incluso rabiosos impugnadores del orden existente) para mejor terminar sometiéndolos a los designios preestablecidos.

No hay duda de la eficacia de la operación: con un candor digno de mejor causa, a lo largo de la historia los enamorados han insistido en la idea de que esa experiencia -casi tan vieja como la misma humanidad- con ellos adquiría una dimensión nueva, insólita, y que donde durante tanto tiempo hubo instrumentalización para el dominio y el control, ahora -siempre con ellos, tan candorosamente fundacionales, tan ingenuamente inaugurales- habría oportunidad para edificar, de nueva planta, una realidad radicalmente otra.

Cumplían de este modo, sin saberlo, el diagnóstico que Spinoza dejó escrito en su Ética: "Los hombres se equivocan al creerse libres, opinión que obedece al solo hecho de que son conscientes de sus acciones e ignorantes de las causas que las determinan". La cosa funcionaba sin mayores problemas mientras una robusta estructura social e institucional proporcionaba una eficaz cobertura a la operación.

Sin duda, había dentro del matrimonio mucha menos felicidad de la que se le había hecho creer a la gente pero, como contrapartida, fuera de él sólo quedaban soledad y tristeza (hacerse mayor sin haber conseguido tener una pareja era casi el paradigma del fracaso personal).

De hecho, tan bien funcionaba el dispositivo que incluso se podían permitir retoques al mismo para ir adecuando su funcionamiento a las nuevas circunstancias. Se recordará que, frente a quienes, desde posiciones conservadoras miopes, consideraban el divorcio como el principio del fin de la institución matrimonial, Bertrand Russell ya observaba que nadie cree más en el matrimonio que el que se divorcia, precisamente porque lo que acredita con su actitud es que confía tanto en la institución que está dispuesto a contraer matrimonio de nuevo las veces que haga falta y piensa más bien que hasta el momento quien ha fallado ha sido él, equivocándose en la elección de pareja. Pero hete aquí que la posmodernidad -y la sociedad de consumo, de la que constituye su reverso en la esfera de lo imaginario- ha venido a hacer saltar por los aires este esquema.

Las formas institucionales heredadas, incluso las ya flexibilizadas, pasaron a ser a partir de un determinado momento un obstáculo para el flujo de unas presuntas existencias líquidas que debían acomodarse sin resistencia a las permanentes mutaciones de lo real, adoptando sus cambiantes formas. Las relaciones amorosas viraron hacia una creciente volatilidad y, a título de significativo ejemplo, la expresión el amor de mi vida dejó paso -tal vez como anticipo de su definitiva desaparición- a la expresión el amor de este momento de mi vida, momento, por cierto, cada vez más fugaz. También algunos de los daños colaterales que semejante mudanza ha ido causando en los individuos podemos reconocerlos sin dificultad sobre la superficie de su lenguaje. Cualquiera puede constatar que continúan siendo de buen tono afirmaciones del tipo de "bueno, es que en el fondo yo soy un poco romántico" (donde "romántico" también se puede sustituir por "cursi", si se prefiere). Tales afirmaciones conservan un cierto aire de familia con aquellas otras del estilo de "yo es que para estas cosas -no hace falta especificar cuáles, que ya sé en lo que andan ustedes pensando- soy muy clásico". Todas ellas dan a entender, buscando la inequívoca complicidad del interlocutor, que, aunque con toda probabilidad el modelo anterior (romántico, cursi o clásico) haya entrado en irreversible crisis, no hemos sido capaces de dar con alternativa alguna suficientemente satisfactoria, y lamentamos más las dificultades para materializarlo que el modelo en sí mismo -en buena medida perdido a nuestro pesar-.

Con otras palabras, da la sensación de que, en el fondo, lo que muchas personas todavía piensan podría formularse así: "No me puedo creer, por irreal, sueños como el de la media naranja, pero, si verdaderamente existiera, ¡por supuesto que lo continuaría prefiriendo por encima de cualquier otra alternativa!". Qué lejos queda el diagnóstico habermasiano de hace pocas décadas, según el cual las utopías habían emigrado del mundo del trabajo al mundo de la vida. Piadosos deseos, vemos ahora, que se han revelado completamente ilusorios.

Lo que realmente se ha producido es, recurriendo al título de la famosa novela de Michel Houellebecq, una ampliación del campo de batalla. El capitalismo actual involucra la vida entera y su máxima de consumo lo es también para emociones y sentimientos, que han pasado a ser una mercancía más y, por tanto, susceptible de obsolescencia y caducidad (amén de banalidad), igual que las relaciones personales han devenido ocasión para la transacción y el dominio. No son, pues, los actuales los mejores tiempos para la experiencia amorosa, pero acaso sea ésta el último lugar que nos queda para cobijarnos, cuando la dureza del mundo exterior parece estar llegando a su paroxismo. O si prefieren otra formulación de la misma cruel paradoja: estamos a punto de quedarnos sin amor precisamente cuando más lo necesitábamos. Y nos lo van a arrebatar con el mismo argumento con el que nos lo arrebatan todo: en nombre de la libertad. Como ocurre en otras esferas de la existencia humana -especialmente en la económica, como la presente crisis está mostrando con lacerante evidencia-, cuando el orden capitalista nos promete libertad, adonde realmente nos está arrojando es al más absoluto desamparo. Sé que es hablar desde la última trinchera, pero desconfíen de todas esas propuestas que, revestidas con los ropajes de la autoayuda, se obstinan en introducir lenguajes y categorías de resonancias clínicas para tratar la experiencia amorosa. Apuntan con ello, inequívocamente, a la liquidación definitiva de lo que para el nuevo orden parece haberse convertido en un engorroso, por disfuncional, asunto (el amor, claro). Recelen de quienes, siempre por su bien, intentan convencerles de que deben combatir la dependencia afectiva, como si fuera pensable un amor que no la incluyera. El día en que consiguieran ustedes derrotarla por completo disfrutarían de una perfecta libertad sin riesgo, experimentarían la misma serena ataraxia que un anestesiado, habrían alcanzado el impecable equilibrio del que no conoce el dolor por la ausencia del ser amado ni la felicidad sin límite ante su mera presencia. Llegados a este punto, no se me ocurre mejor argumento que una pregunta: ¿les interesa semejante plan?

Los ensayos del amor Algunos títulos recientes: Elogio del amor. Alain Badiou. Hacia el amor verdadero. Liberarse de la dependencia afectiva. Marie Lise Labonté. Luciérnaga. Great Philosophers Who Failed at Love. Andrew Shaffer. Harper Collins. La paradoja del amor. Pascal Bruckner. Tusquets. La révolution de l'amour. Luc Ferry. Plon. Sócrates. Sólo sé de amor. R. O. Moscone. Textos de y sobre clásicos (ordenados históricamente) Banquete, en Diálogos III. Platón. Gredos.

Fedro. Platón. En Ibidem. Sociedad, amor y poesía en la Grecia antigua. Francisco Rodríguez Adrados. Alianza Editorial. . El concepto de amor en San Agustín. Hannah Arendt. Encuentro.

La vida del espíritu. Hannah Arendt. Paidós. San Pablo. La fundación del universalismo. Alain Badiou. Anthropos. . Ordo amoris. Remo Bodei. Ddooss.

Cartas de Abelardo y Eloísa. Alianza Editorial.

El amor en la Edad Media y otros ensayos. Georges Duby. Alianza Editorial.

Geometría de las pasiones. Remo Bodei. Muchnik.

La voluntad de poder como amor. Manuel Barrios. Arena Libros.

Otros títulos de interés Fragmentos de un discurso amoroso. Roland Barthes. Siglo XXI de España Editores.

El normal caos del amor: las nuevas formas de la relación amorosa. Ulrich Beck y Elisabeth Beck-Gernsheim. Paidós.

La reinvención de la familia. En busca de nuevas formas de convivencia. Elisabeth Beck-Gernsheim. Paidós.

La sabiduría del amor. Alain Finkielkraut. Gedisa. 3ª edición.

Las razones del amor. Harry Frankfurt. Paidós-Ibérica.

Necesidad, volición y amor. Harry Frankfurt. Katz Editores.

El consumo de la utopía romántica. El amor y las contradicciones culturales del capitalismo. Eva Illouz. Katz Editores.

La salvación del alma moderna. Terapia, emociones y la cultura de la autoayuda. Eva Illouz.

El amor como pasión. Niklas Luhmann. Península.

El fenómeno erótico. Jean-Luc Marion. Ediciones Literales.

El amor y Occidente. Denis de Rougemont. Kairós.

La naturaleza del amor. Irving Singer. Volumen 3. Siglo XXI. 3ª edición.

Tratado de la pasión. Eugenio Trías. Edición actualizada. Random House Mondadori.


Manuel Cruz es catedrático de Filosofía Contemporánea Manuel Cruz, autor de “Amo, luego existo; los filósofos y el amor”, nació en Barcelona y es catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona. Es autor, entre otros libros, de Narratividad, la nueva síntesis (1986), Filosofía de la historia (1991), ¿A quién pertenece lo ocurrido? (1995), Hacerse cargo (1999), Cuando la realidad rompe a hablar (2001) y Filosofía contemporánea (2002). Ha compilado volúmenes colectivos como Individuo, modernidad, historia (1992). En torno a Hannah Arendt (1994). Tiempo de subjetividad (1995).Tolerancia o barbarie (1998). Pensar en el siglo (1999, en colaboración con Gianni Vattimo) o Hacia dónde va el pasado (2002). Dirige las colecciones de filosofía Pensamiento Contemporáneo y Biblioteca del Presente (Paidós), y es codirector de la serie Biblioteca Iberoamericana de Ensayo (Paidós Mexicana). Además de su constante presencia en los foros de debate intelectual nacionales e iberoamericanos, Manuel Cruz colabora habitualmente en diarios como La Vanguardia, El País, El Correo o Clarín. "A todo el mundo le gusta estar enamorado, el amor alimenta la fantasía de poder ser otro sin dejar de ser el mismo" Devolvemos a la persona amada la imagen exagerada de sus cualidades amplificadas. Sin embargo, nuestra sociedad jalea de puertas para afuera a los enamorados y desconfía de ellos puertas para adentro. Como el resto de humanos, los grandes pensadores vivieron intensamente, para bien o para mal, el amor. Sin embargo, ellos nos han dejado el legado de todas las ideas que tuvieron sobre este sentimiento. ¿Quién no ha sentido amor platónico? ¿Quién no se ha dejado arrastrar por el deseo? ¿Quién no se ha obsesionado con el amado? ¿Cuántas veces nos hemos enamorado de la imagen que nos hacemos de alguien en lugar de la persona real?

Publicado en El País de Madrid el sábado 2 de abril de 2011: http://www.elpais.com/articulo/portada/amor/artefacto/averiado/elpepuculbab/20110402elpbabpor_32/Tes

8/6/10

Para contrarrestar una emoción negativa, hay que tener una emoción positiva todavía más fuerte que la neutralice - Dr. Antonio Damasio


Dr. Eduard Punset: Cuando hablamos de dominar las pasiones dices literalmente, que no se puede conseguir solamente a través de la razón..PURA, y luego dices necesitas.. (algo extraño), una emoción motivada por la razón.

DR.ANTONIO DAMASIO: Sí eso es hay dos posturas sobre cómo se puede contener la pasión. La primera es la que puede asociarse con Kant, en la que, literalmente simplemente dices que no, y por pura voluntad lo niegas; y luego está una postura que podríamos asociar con gente como Spinoza, o como David Hume, mucho más humanizada, porque se percatan de que la mejor manera de contrarrestar una emoción negativa concreta, es tener una emoción positiva muy,muy fuerte, y de este modo esto nos conduce a lo siguiente. Cuando hablamos de la fuerza de la voluntad, la voluntad es realmente un método para educar a la razón en la búsqueda de un estímulo que pueda volverte positivo en tus emociones. The right emotions. La emoción adecuada que pueda reprimir la emoción negativa. Y esa es la idea. Y una de las cosas que trato en mi nuevo libro, En busca de Spinoza, es la idea -una idea que tenía Spinoza- de que, para contrarrestar una emoción negativa, hay que tener una emoción positiva todavía más fuerte que la neutralice.

EL CEREBRO: TEATRO DE LAS EMOCIONES Y LOS SENTIMIENTOS:
Entrevista de Eduard Punset con Antonio Damasio (Programa Redes TVE).
Eduard Punset: Dices que los sentimientos son esquivos, pero también que las emociones preceden a los sentimientos. Lo que afirmas, en realidad, es que las emociones son muy importantes. Y es increíble ver, si miramos a nuestro alrededor, lo poco que se sabe sobre las emociones.
Antonio Damasio: ¡Es cierto!
Eduard Punset: En las escuelas, en las instituciones o en un estadio de fútbol, a veces podemos encontrar racismo. Nadie le ha dicho a esa gente que detectar las diferencias, en el pasado remoto, en nuestros antepasados, era fundamental y probablemente necesario, pero que la situación hoy en día ha cambiado. Tras reflexionar tanto sobre las emociones y los sentimientos, ¿consideras que estamos todavía en una especie de desierto?
Antonio Damasio: Estamos en un terreno menos desértico que hace diez años. El hecho de que hoy sepamos muchísimo más sobre la biología neuronal de las emociones y los sentimientos nos ha colocado en una posición distinta. El problema al que nos enfrentamos ahora es trasladar nuestro conocimiento científico al público general y también a la formulación de políticas. Es necesario que los líderes políticos y educativos lleguen a entender lo importante que son los conocimientos sobre la emoción y el sentimiento porque muchas de las reacciones que consideramos patológicas tienen que ver con las emociones, principalmente con las emociones sociales, y con la facilidad con la que se desencadenan y la manera en la que conducen a un conflicto social.
Eduar Punset: Claro...

COMPRENDER LAS EMOCIONES SOCIALES PARA PODER ABORDAR LOS CONFLICTOS SOCIALES:
Antonio Damasio: Por eso, uno de mis objetivos en el nuevo instituto que hemos inaugurado en la Universidad de California del Sur consiste en comprender las emociones sociales para poder abordar el conflicto social. Se trata de uno de los puntos principales de nuestro programa de investigación.
EP: Un estímulo desencadena una emoción, pero estamos todavía en el cuerpo. Y afirmas que luego, a través de medios complicados, aparecerá un sentimiento. Y esto ya es un asunto de la mente.
AD: Exacto.
EP: ¿Qué quieres decir, exactamente?

FASE DE LA EMOCIÓN Y FASE DEL SENTIMIENTO:
AD: Es muy importante distinguir entre la fase de la emoción y la fase del sentimiento. Cuando experimentas una emoción, por ejemplo la emoción de miedo, hay un estímulo que tiene la capacidad de desencadenar una reacción automática. Y esta reacción, por supuesto, empieza en el cerebro, pero luego pasa a reflejarse en el cuerpo, ya sea en el cuerpo real o en nuestra simulación interna del cuerpo. Y entonces tenemos la posibilidad de proyectar esa reacción concreta con varias ideas que se relacionan con esas reacciones y con el objeto que ha causado la reacción. Cuando percibimos todo eso es cuando tenemos un sentimiento. Así que percibiremos simultáneamente que alguien ha gritado (y eso nos inquieta), que nuestra frecuencia cardiaca y nuestro cuerpo cambian, y que, cuando oímos el grito, pensamos que hay peligro, que podemos o bien quedarnos quietos y prestar mucha atención, o bien salir corriendo. Y todo este conjunto -el estímulo que lo ha generado, la reacción en el cuerpo y las ideas que acompañan esa reacción- es lo que constituye el sentimiento. Sentir es percibir todo esto, y por eso vuelve a situarse en la fase mental. De modo que empieza en el exterior, nos modifica porque así lo determina el cerebro, altera el organismo y entonces lo percibimos.

EMOCIONES, SENTIMIENTOS, EQUILIBRIO, TRANQUILIDAD, SALUD, BELLEZA:
EP: Es fascinante porque, aunque afirmas que las emociones pertenecen al cuerpo y los sentimientos a la mente, cuando explicas los sentimientos, dices que cuando tu equilibrio metabólico, tu fisiología, tu química interna, funcionan bien, entonces surge un sentimiento de tranquilidad.
AD: Sí, así es. De placer. Porque percibes que tu cuerpo funciona bien. Y cuando tienes miedo, o estás enfadado, perturbas la fisiología normal, creas conflicto, creas falta de armonía, y es entonces cuando percibes que hay algo que no va bien y que ya no funciona.
EP: Un colega tuyo, Armand Marie Leroi (un especialista en genética del Reino Unido), dice que la belleza también es así. Ha estudiado las mutaciones y afirma que cuando hay una falta de simetría -algo que está mal en un rostro-, indica que el metabolismo no está bien preparado. En esencia, dice que hay que destacar la importancia del equilibrio físico que significa mejores sentimientos, y quizá signifique también belleza.
AD: Quizá signifique también más salud. Hay cierto grado de relación entre la belleza y la salud, y la armonía. Hay varios modos en los que estos conceptos operan conjuntamente. Pero no creo que sea aplicable a todas las situaciones.
EP: Claro...
AD: Encontramos excepciones de muchos tipos, pero hay cierta verdad en eso.
EP: Cuando hablamos de dominar las pasiones, dices literalmente que no puede conseguirse solamente a través de la razón pura.
AD: Así es.
LA MEJOR MANERA DE CONTRARRESTAR UNA EMOCIÓN NEGATIVA ES TENIENDO UNA EMOCIÓN POSITIVA MUY FUERTE:
EP: Y luego dices que es necesario una emoción inducida por la razón.
AD: Hay dos posturas sobre cómo se puede contener la pasión. La primera es la que puede asociarse con Kant, en la que, literalmente, dices que no, y por pura voluntad lo niegas; y luego está una postura que podríamos asociar con gente como Spinoza, o como David Hume, mucho más humanizada, porque se percatan de que la mejor manera de contrarrestar una emoción negativa concreta es tener una emoción positiva muy fuerte.
EP: Eso es.
AD: Esto nos conduce a lo siguiente: la voluntad es realmente un método para educar a la razón en la búsqueda de un estímulo que pueda volverte positivo en tus emociones.
EP: La emoción adecuada.
AD: …la emoción adecuada que pueda reprimir la emoción negativa. Ésa es la idea. Y una de las cosas que trato en mi nuevo libro, En busca de Spinoza, es la idea -una idea que tenía Spinoza- de que, para contrarrestar una emoción negativa, hay que tener una emoción positiva todavía más fuerte que la neutralice.
EP: Eso es. Y esto es revolucionario, porque en el pasado se creía que las emociones debían reprimirse.
AD: Como seres humanos tenemos una capacidad positiva fantástica, pero también somos capaces de hacer cosas terribles.
Debemos darnos cuenta de que las emociones vienen en todo tipo de sabores: hay emociones buenas y emociones malas. Todo esto es inherente al ser humano, y lo que distingue a las buenas personas de las malas personas, es que mediante una buena formación y educación, consiguen cultivar lo mejor y reprimir lo peor de la naturaleza humana.
EP: Ambas cosas están en nosotros.
AD: Tenemos ambas cosas. Así que el propósito de una buena educación y el papel de una sociedad próspera es permitir que se cultive lo mejor y se reprima lo peor de la naturaleza humana.
EP: Y esto significa un cambio radical en la manera de pensar y de educar a los jóvenes. No les diremos que se olviden de las emociones, que contengan las emociones, sino que en realidad les diréis que hay emociones buenas, que hay que conocerlas, hay que utilizarlas para combatir, luchar contra las emociones incorrectas.
LA COMPASIÓN ES UNA EMOCIÓN MUY POSITIVA QUE HAY QUE ESTIMULAR:
AD: Exacto. Podemos ilustrarlo, por ejemplo, con la compasión. La compasión es una emoción muy positiva, y no queremos suprimirla. Queremos hacerla más fuerte, hacer que suceda más a menudo respecto a los que sufren. Así que, evidentemente, lo que queremos es utilizar lo mejor y reducir aquello que conduce a la violencia y a la tragedia.
EP: A veces, la gente de la calle me pregunta: «oye, Eduardo, ¿qué pasa realmente cuando, de repente, alguien se siente atraído por otra persona?» ¿Hay alguna manera de calmar a la gente y decirles qué es lo que pasa en realidad físicamente?
AD: Lo que pasa -si utilizamos mi marco conceptual-, es que se produce un estímulo emocionalmente competente que, debido a su condición y a su diseño, conduce a un sentimiento de alegría. Ves a alguien que, por su apariencia física, puede suscitar deseo. Y el deseo es una combinación de alegría, pero también está relacionado con el surgimiento de varias reacciones muy antiguas que tienen que ver con el sexo.
EP: La pasión, o el sexo...
AD: Y ahí empieza una reacción. No necesariamente es amor, el amor es más complicado. En realidad, tiene que ver con la atracción. La atracción es algo que puedes sentir por otra persona con unas condiciones físicas concretas, o que puedes sentir hacia un objeto especialmente hermoso: un cuadro fantástico, una escultura fabulosa, un edificio magnífico, un coche bonito, un paisaje majestuoso... todos tienen la capacidad de generar en ti algo emocional. Y lo que generan es sobre todo placer.
EP: ¿Y se necesitan sustancias químicas para ello?
AD: Es una combinación de cosas distintas, una combinación de ciertos sistemas en el cerebro que funcionan de un modo concreto, y algunos de estos sistemas producen moléculas químicas que pueden ir a otras partes del cerebro, y luego liberarse al cuerpo, y que producen parte de estas reacciones. Sin duda, en el caso de la atracción sexual que lleva al sexo, se trata evidentemente de un proceso neuronal y químico muy complicado. En el caso de la atracción por un cuadro es un poco más simple.
EP: Al parecer la música tiene algo que ver con eso.
NEUROBIOLOGÍA DE LA MUSICA:
AD: Sí, la música tiene que ver con este tipo de reacciones. En nuestro nuevo instituto, estamos estudiando la neurobiología de la música y cómo la gente puede tener ciertos tipos de reacciones emocionales ante la música, ante ciertos tipos de música y no otros.
EP: Algo que mencionas en tu libro sobre Spinoza es que muchas moléculas distintas pueden intervenir en ello. Oxitocina, hormonas... pero de algún modo el resultado final es igual o muy parecido. Así que la química es distinta, pero el resultado final es felicidad o pena o tristeza.
AD: Las diferentes moléculas provocan resultados distintos.
- Por ejemplo, cuando tienes miedo, se generan reacciones como la liberación de cortisol y que se asocian con lo que denominamos estrés.
- Pero si estás en un estado relacionado con la atracción sexual, o con una sensación de confianza en otra persona, la oxitocina es la sustancia química más importante.
- En varios estados de recompensa, entra en juego otra molécula muy importante llamada dopamina. Las diferentes moléculas tienen consecuencias distintas.
Lo único igual es que todas ellas son emociones, siempre se acaba en un estado emocional, pero no tiene que ser exactamente el mismo estado.
EP: Hay una referencia aterradora en tus escritos acerca de una investigación desarrollada en el Hospital Salpêtrière, en París, por un científico llamado Yves Agid que trata pacientes con alzheimer o parkinson utilizando electrodos para activar algunos circuitos neuronales. Y una de las cosas que pasó es que, mientras examinaban a un paciente, un electrodo provocó algo que hizo que la persona pasara a un estado de tristeza absoluta. Y pasó algo similar pero con la alegría.
AD: Sí. EP: ¡Dios mío, Antonio! Tenéis en vuestras manos la posibilidad de provocar en la gente la más absoluta tristeza o alegría.
AD: Por supuesto estas posibilidades existen, pero no hay que pensar en ellas como algo aterrador, sino de un modo positivo: piensa por un momento en la posibilidad de que alguien con una depresión, que esté profundamente triste y no responda a la medicación, pueda tratarse mediante la estimulación eléctrica de una parte concreta del cerebro. Creo que, igual que sucede con todos los aspectos de la investigación que tienen que ver con seres humanos, siempre hay una parte que podría explotarse negativamente. Pero también hay otras cosas que podrían ser muy positivas.
EP: Como lo de las células madre, ¿no?
AD: Sí, por ejemplo. Todo esto hará que la gente sufra menos en diez, veinte o treinta años. Sin embargo, como sociedad, debemos ser responsables del uso correcto de estos progresos, de utilizarlos inteligentemente. Y la sociedad debe decidir cómo utilizarlos a través de un debate amplio.
EP: Después de todo, tras tu investigación, estas cosas no están tan separadas de la realidad. Mencionas, por ejemplo, que uno de los descubrimientos realizados es la capacidad del cerebro de alucinar, de falsear emociones.
AD: De falsificar un estado del cuerpo. Esto me interesa mucho, y ya sabes que, hace muchos años, en el libro El error de Descartes, sugerí que había algo parecido a una pseudo-representación corporal, porque podíamos hacer que el cerebro asumiera un estado corporal que no era el estado real del cuerpo. Por aquel entonces, había pocas pruebas que lo corroboraran, era solamente una hipótesis, pero en la actualidad hay muchas pruebas…
EP: Las hay.
NUESTRO CEREBRO ACTÚA COMO UN SIMULADOR:
AD: Sí. Esto es exactamente lo que hacemos: nuestro cerebro actúa como un simulador. Puede simular o disimular cosas. Por ejemplo, si sufres un dolor muy grave pero estás en una situación de peligro, no sientes dolor, el dolor se interrumpe. El cerebro lo provoca.
EP: Para que puedas correr.
AD: Para que puedas huir. Así que el cerebro decide autoengañarse y falsificar la información por un buen motivo. Se pueden simular estados que no existen, e incluso negar su propia existencia. Es parte del funcionamiento del cerebro.
EP: Otra cosa fascinante de tu investigación que me hace reflexionar es la capacidad de predicción a partir de emociones y sentimientos.
AD: Sí.
EP: Pero hay algunos psicólogos, por ejemplo Daniel Gilbert, de la Universidad de Harvard, que dice que somos muy torpes a la hora de proyectar, predecir sentimientos. Los sobreestimamos o subestimamos... ¿qué te parece?
AD: Las dos cosas son verdad. Somos capaces de predecir el futuro pero lo hacemos mejor o peor en función de la cantidad de información de la que disponemos. Evidentemente, si alguien tiene datos muy buenos, realizará una mejor predicción del futuro que si simplemente intenta adivinarlo. Los seres humanos, mucho más que otras especies, tenemos una manera de predecir el futuro, a corto plazo, medio plazo e incluso largo plazo. Por supuesto, cuanto más alejado esté el futuro, ¡menos posibilidades hay de acertar! No puedo predecir, por ejemplo, lo que pasará en la bolsa de los Estados Unidos ni lo que pasará con el precio del petróleo de dentro de dos años. ¡Pero algunas personas pueden hacer conjeturas muy informadas!
EP: Pero parece que en lo que concierne a lo afectivo, al amor, lo hacemos especialmente mal, incluso si tenemos buena información. Esperamos más de un futuro encuentro amoroso de lo que pasará en realidad. ¿Es verdad?
AD: Estoy de acuerdo con que es muy fácil dejarnos engañar por nuestros sentimientos a veces. Creo que fue Stuart Sutherland, el psicólogo británico, el que definió el amor como un estado de enfermedad justamente por estos motivos. A veces está muy bien tener una emoción positiva sobre muchas cosas pero, en ocasiones, sobre todo en situaciones de atracción sexual y amor, pierdes el juicio y ya no predices tan bien. Pero incluso así, puedes aprender. No hay motivo de desesperación.
EP: Dices que para tener sentimientos es necesario un sistema nervioso con la capacidad de proyectar en imágenes las emociones. Y por último, aunque no por ello menos importante: hay que ser consciente de algún modo, de uno mismo, de nuestro yo.
AD: Sí. Es una teoría muy interesante, aunque es un poco como lo del huevo y la gallina. Todo lo que tiene que ver con la conciencia tiene muchísima importancia. Sospecho que nuestros sentimientos de emoción, especialmente los sentimientos más simples fruto de emociones del entorno, por ejemplo, suponen casi el principio de la conciencia. En cierto modo, no se puede tener un sentimiento propiamente dicho sin conciencia, pero no creo que se pueda tener conciencia sin un sentimiento. Porque hay un punto en el que todo empieza.
EP: Esto me ha gustado.
AD: Y luego las cosas entran en una espiral más complicada en la que aumenta la conciencia y el sentimiento. Pero de algún modo, es necesario el inicio. Si no sintiéramos nuestro organismo, para empezar, si no notáramos sus cambios, no podría haber conciencia. La conciencia está íntimamente vinculada con esta sensación inicial de uno mismo, y para tener una sensación de uno mismo es necesario sentir tu propio organismo y lo que cambia en él.
EP: Ahora entiendo por qué las plantas no tienen sentimientos.
AD: Así es.
EP: Pero no sé qué pasa con los perros...
AD: Yo creo que los animales tienen sentimientos. Especialmente los animales complejos. Me gusta decir que no estoy seguro de que una mosca tenga sentimientos. Pero no voy a pronunciarme sobre eso. No estoy seguro de que la aplysia tenga sentimientos, de hecho sospecho que no. Sin embargo, un perro definitivamente tiene sentimientos. Aunque no voy a decir científicamente que un perro tiene sentimientos porque no hay manera de probarlo.
EP: Pero hay un poco de conciencia entonces.
AD: Por supuesto que sí. Creo que el perro, el chimpancé o el gato son conscientes. Especialmente los animales domésticos, que se han desarrollado evolutivamente con muchas características que están en coevolución con los humanos, ¡por supuesto que tienen conciencia y sentimientos! Creo que sería un error terrible suponer lo contrario. Me parece que la postura que hay que adoptar es ésta: no se puede demostrar científicamente de un modo satisfactorio que un perro tenga sentimientos. ¡Pero tampoco se puede demostrar lo contrario! Concedámosle el beneficio de la duda. Si sabemos el tipo de cerebro necesario para los sentimientos y la conciencia, preguntémonos si este animal tiene este tipo de cerebro. Y si el animal tiene ese tipo de cerebro y se comporta como si fuera consciente, entonces probablemente tenga sentimientos. Además, me parece que esto es muy importante para tratar correctamente a los animales.
EP: Sí.
AD: Porque me parece que nuestra civilización humana ha adoptado una actitud desdeñosa hacia los animales, asumiendo que no tenían alma, que no tenían sentimientos.
EP: Spinoza solía decir que para conseguir una sociedad democrática ideal, eran necesarias tres cosas. Me gustaría que habláramos de ello porque estamos bastante preocupados sobre todo lo que sucede. Spinoza vivió en el siglo XVII, ¿no?
AD: Sí.
EP: Y él decía que lo primero que necesitamos es libertad de expresión. Lo segundo es la separación entre la Iglesia y el Estado. Y, por último, un contrato social generoso que protegiera a los eslabones más débiles de la red social, ¿verdad? Esto fue en el siglo XVII. ¿Dónde estamos ahora?
AD: Pues me parece que estamos en un período muy malo de la historia ahora mismo, aunque, en gran medida, hemos aprendido esas lecciones y, de hecho, hemos puesto en práctica algunas de estas lecciones en las constituciones de muchos países. Sin duda en la constitución de los Estados Unidos. Y estos principios subyacen en las constituciones de los países de la Comunidad Europea, constituciones que generalmente respetan la separación de la Iglesia y el Estado, la libertad de expresión... y tienen, como base, un impulso hacia la generosidad para con los miembros más débiles de la sociedad...
REFLEXION FINAL: Creo que estamos en un mal momento porque, aunque las constituciones de muchos de los países más avanzados recogen los preceptos de Spinoza, la realidad es que a menudo no se respetan esos principios en los que se basan nuestras leyes. Debemos ir con más cuidado. Nuestro mundo ha experimentado muchísimos cambios que tienen que ver con el enorme crecimiento demográfico, con la enorme difusión de la información mediante la televisión, Internet, los videojuegos. Todas estas vías suponen retos para la razón y las emociones. Es más difícil estudiar detenidamente los problemas, y es más difícil expresar las emociones correctamente ante ciertos estímulos cuando se nos bombardea con información como ahora. Y el proceso sigue acelerándose. Una vez se es consciente de ello, hay que hacer todo lo posible para recuperar ese espíritu de la Ilustración que encontramos en Spinoza. Debemos asegurarnos de que se respeten esos principios, ¡y de que no sean sólo palabras! Está muy bien decir: «yo respeto la libertad de expresión», pero luego hay que cumplir con ese derecho, no se puede interferir a hurtadillas.
Madrid 11 de Abril de 2006
Artículos relacionados:
EDUCACIÓN EMOCIONAL:
http://www.youtube.com/watch?v=pRC3NZIpyxQ&NR=1

28/11/08

Psicobiología de las emociones y los sentimientos - Dr. Antonio Damasio


En busca de Spinoza trata en una forma literaria pero con un abordaje científico como es el funcionamiento de nuestro cerebro.
Antonio Damasio nacido en Lisboa, se gradua de médico y emigra a EEUU donde dirige actualmente el Instituto Neurológico de la Emoción, la Toma de Decisiones y la Creatividad. Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en el año 2005.
Los científicos de la mente, los neurólogos y neurobiólogos, se han aplicado durante décadas al estudio de las funciones cognitivas, tales como la percepción o la memoria, pero han eludido las emociones y los sentimientos. Sin embargo, ¿estaría completo un cuadro de nuestro cerebro sin su presencia?. ¿Son los sentimiendos de dolor o de placer los cimientos de nuestra mente?.
No son preguntas nuevas para Antonio Damasio, ya que en anteriores publicaciones como "EL ERROR DE DESCARTES", había incursionado en estos fascinantes temas, que al ser abordados por un científico de su estatura, toman relevancia científica. En el Error de Descartes, Damasio argumentó contra la fórmula del racionalismo cartesiano: "PIENSO, LUEGO EXISTO" y lo invierte afirmando que: PRIMERO ES EL SER, LUEGO EL PENSAR.
En esta nueva publicación, el Dr.Antonio Damasio incorpora las emociones, los sentimientos y la ética. El interés de Damasio por investigar las bases neurológicas de la emoción y el sentimiento comienza desde que observa y analiza a los efectos que sobre éstas tienen determinadas heridas y lesiones en zonas concretas del cerebro: - falta de compasión, tristeza súbita, risa sin motivo.
En sus investigaciones, ha demostrado que los sentimientos se deben a las cartografías corporales generadas por el cerebro, las cuales recogen información acerca de la concentración de sustancias químicas en el torrente sanguíneo, "a través de una ruta no neural".
Por ello, los sentimientos serían "manifestaciones mentales de equilibrio y armonía, de disonancia y discordancia".
Pero esta explicación técnica se ve completada por una argumentación y una propuesta éticas. "Los sentimientos pueden haber sido un cimiento necesario para los comportamientos éticos mucho antes de la época en que los seres humanos empezaron siquiera la construcción deliberada de normas inteligentes de conducta social".
Entonces, ¿por qué no tenerlos ahora en cuenta, deliberadamente?
Los fenómenos cerebrales constituyen los cimientos del comportamiento ético, y en ese contexto Damasio ha encontrado un predecesor en Spinoza, filósofo holandés de origen portugués, judío excomulgado, que ya en el siglo XVII anticipó muchas de estas conclusiones y que en soledad, censurado por sus contemporáneos, aportó muchas de las ideas que impregnaron la Ilustración y que sostienen la modernidad.
1) El tercer paraíso de Einstein - G.Holton -
http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/specials/2005/einstein/newsid_4445000/4445091.stm
2) El error de Descartes
http://elmundosalud.elmundo.es/elmundosalud/2005/06/22/neuropsiquiatria/1119442426.html
3) 1.500 gramos de misterio para comprender la vida - Dr.Santiago Ramón y Cajal -
http://blog.360.yahoo.com/blog-XNDBRus7f6PxkrRo9vns.cHI_CaUjEo-?cq=1&list=1&l=41&u=60&mx=70&lmt=20
4) La mística se desarrolla en el ser humano según sus sentimientos - Carlos B. Gonzalez
Pecotche
http://blog.360.yahoo.com/blog-XNDBRus7f6PxkrRo9vns.cHI_CaUjEo-?cq=1&p=63