LA LECCIÓN DE
LA ESPERANZA:
Hoy quiero recordar una conversación que tuve en noviembre de 1996 con la esposa de un paciente y que la recuerdo como si fuera hoy pese a que ya pasaron más de 25 años, y siempre la recuerdo como "la lección de la esperanza".
El 6 de agosto de 1996 ingresó a la Unidad Cardiológica un paciente de 64 años que había sufrido un paro cardíaco en su domicilio, se llamó a una unidad de emergencia móvil y finalmente cuando lograron retomar actividad eléctrica y pulso, habían pasado ya muchos minutos por lo que quedó con agravio encefálico severo evolucionando en pocos días a lo que se conoce como un estado vegetativo (estado de mínima conciencia se le llama ahora). Pasaron las semanas y los meses y el paciente (un conocido profesional, ex Decano de su facultad y reconocido actor político de primer orden), continuaba en un estado incambiado.
Todos los lunes yo entraba a la habitación a ver a ese paciente y junto a él estaba su esposa acompañándolo como hacia ya varios meses, y cada lunes la saludaba, examinaba al paciente (su estado no variaba y presagiábamos que no iba a mejorar), y luego conversaba largamente con esa agradable señora a quién supe empezar a querer desde esos tiempos.
Un día
de fines de noviembre (estaba internado desde el 6 de agosto), me comentó:
"Sabe Doctor, me da la impresión de que por momentos me aprieta la mano,
(ella percibió en mi mirada una especie de resignación ante la cruel
realidad), por lo que a continuación me dijo: "Si ya sé lo que Ud. piensa Doctor, es lo mismo que me contestan todos los médicos ...
que son movimientos reflejos y que son automáticos, y que no representan ningún signo de mejoría, pera sabe una cosa Doctor: es que es tan difícil
vivir sin una esperanza.
Es tan difícil vivir sin una esperanza, y que verdad es esa, y sin embargo cuánta gente, cuantos libros, cuantas ideologías, cuántas canciones, nos arengan y nos promueven el vivir sin una esperanza. (El paciente falleció a finales de diciembre de ese año), pero nunca olvidé esa enseñanza, de ahí que debemos ser muy cuidadosos con los pronósticos, porque los médicos somos responsables de las palabras que usamos.
Hoy por hoy
toma mucha mayor trascendencia reflexionar y recordar estas cosas, porque un
gran desafío que existe hoy, es que tenemos corrientes muy fuertes y muy
difundidas que promueven y contagian la Ingratitud, la victimización y la
desesperanza.
Así que luchemos cada día para que nada ni nadie nos robe ni la gratitud, ni la esperanza .... porque la ingratitud es una muy desagradable condición humana, y la desesperanza es una muy pesada carga para vivir el presente y nos amarga y nos entristece nuestro ánimo para ver y enfrentar el futuro.
Por tanto como
nos lo recordaba Gustavo Zerbino: “no permitamos entonces que nada ni nadie nos
robe la gratitud, ni la Esperanza, ni la alegría de vivir”.
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