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22/9/13

Neuroplasticidad: un puente entre el psicoanálisis y las neurociencias - Pierre Magistretti


A cada cual su cerebro: Plasticidad neuronal e inconsciente de François Ansermet y Pierre Magistretti - Un reencuentro entre psicoanálisis y neurociencias:
Enfrentados desde hace varios lustros, el psicoanálisis y las neurociencias han reclamado cada uno para sí los mejores títulos cuando se intenta proponer una explicación de la conducta humana.
Para el psicoanalisis, las neurociencias son mecanicistas, estáticas y reduccionistas, y en su pretensión de fundar una explicación científica de carácter universal desdeñan la subjetividad y la historia personal;
Los neurocientíficos, por su parte, reprochan al psicoanálisis su precario andamiaje científico y, en lo más áspero de la confrontación, no vacilan en calificarlo de mitología.
Aportes recientes de la neurobiología muestran, empero, cómo la plasticidad de la red neuronal permite la inscripción de la experiencia, de modo tal que los elementos más finos del proceso de transferencia de información entre las neuronas -las sinapsis- sufren una remodelación permanente en función de la experiencia vivida: los mecanismos de plasticidad operan a lo largo de la vida del individuo y determinan de manera significativa su devenir.
Escrita en colaboración por un psicoanalista y un neurocientífico, esta obra muestra cómo la cuestión de la huella, eje del fenómeno de la plasticidad, se sitúa claramente en la intersección entre neurociencias y psicoanálisis, lo que permite poner en serie huella sináptica, huella psíquica y significante.

Fragmento Del libro (El oso polar y la ballena)
Capítulo 1: "El oso polar y la ballena"
APUESTAS DE
LA PLASTICIDAD Al final de su vida, Freud enuncia la siguiente afirmación:
"De lo que llamamos nuestra psique (vida anímica), nos son consabidos dos términos: en primer lugar, el órgano corporal y escenario de ella, el encéfalo (sistema nervioso) y, por otra parte, nuestros actos de conciencia [...].
No nos es consabido, en cambio, lo que haya en medio; no nos es dada una referencia directa entre ambos puntos terminales de nuestro saber". (1)
He aquí planteados los dos términos de un debate que involucra, por un lado, la realidad neurobiológica y, por otro, las producciones de la vida psíquica. Hay que reconocer que estos dos campos presentan características totalmente diferentes.
Un colega psicoanalista comparaba irónicamente nuestra tarea de relacionar la pareja neurociencia y psicoanálisis con el improbable apareamiento del oso polar y la ballena.
En efecto, establecer entre ellos algún puente puede parecer una tentativa si no imposible, al menos arriesgada, fuente de confusiones y extravíos que tan sólo llevarían a ambos enfoques a la pérdida de sus lógicas específicas.
El estudio del cerebro y el de los hechos psíquicos conducen a preguntas radicalmente diferentes, que implican campos de exploración y métodos sin parentesco alguno.
Si se consideran, en particular, las neurociencias, por un lado, y el psicoanálisis, por otro, es posible constatar hasta qué punto son dos campos inconmensurables que, incluso, podrían llegar a perder sus propios fundamentos al confundirse en un sincretismo impreciso.
Un descubrimiento realizado en un campo puede no serlo en el otro. Se está aún lejos de conocer los vínculos de enlace y causalidad entre los procesos orgánicos y la vida psíquica (2), pero esto no impide que ambos formen parte de un mismo fenómeno.
Algún día habría que dar cuenta de este enigmático enlace, que precisa a su manera Sganarelle en el Don Juan de Molière: "Mi argumento, señor, es que hay en el hombre algo admirable que ningún sabio del mundo podrá explicar. ¿No es una maravilla que estando yo aquí pueda mi cabeza pensar cien cosas distintas en un momento y que mi cuerpo haga lo que la cabeza ordena?". (3)
Hasta hace no mucho tiempo, la misma escena se repetía sin cesar entre neurociencias y psicoanálisis: uno de los dos integrantes de esta pareja imposible terminaba negando la existencia del otro, excluyéndolo por algunas décadas. Y esto sucedía tanto de un lado como del otro. (4)
Salvo raras excepciones, con el tiempo, todo se redujo a sentencias a priori o a confusos debates especulativos.
A modo de caricatura: por un lado, los neurocientíficos seguros de sí mismos, la mayor parte de las veces reduccionistas, se preguntaban por la etiología biológica de las enfermedades mentales y buscaban el camino hacia una molécula salvadora.
Por otro lado, los psicoanalistas rechazaban frecuentemente las neurociencias para defender sus propias concepciones, al punto que caían ellos también en las trampas del reduccionismo; y a riesgo de volverse oscurantistas, terminaban conformándose con la división.
Esta dicotomía entre neurociencias y psicoanálisis parecía establecida con claridad: el péndulo privilegiaba uno u otro campo alternativamente a lo largo del tiempo.
Al romper con tal representación, el fenómeno de la plasticidad neuronal -un hecho sorprendente que surge de datos recientes de la biología experimental- viene a trastocar por completo los términos de esta oposición, poniéndolos en juego de manera novedosa.
El fenómeno de la plasticidad demuestra que la experiencia deja una huella en la red neuronal, al tiempo que modifica la eficacia de la transferencia de información a nivel de los elementos más finos del sistema.(5) y (6)
Es decir que más allá de lo innato y de cualquier dato de partida, lo que es adquirido por medio de la experiencia deja una huella que transforma lo anterior.
La experiencia (7) modifica permanentemente las conexiones entre las neuronas; y los cambios son tanto de orden estructural como funcional.
El cerebro es considerado, entonces, como un órgano extremadamente dinámico en permanente relación con el medio ambiente, por un lado, y con los hechos psíquicos o los actos del sujeto, por otro. (8)
La plasticidad introduce una nueva visión del cerebro. Éste ya no puede ser visto como un órgano dado, determinado y determinante de una vez y para siempre; ya no puede ser considerado como una organización definida y fija de redes de neuronas, cuyas conexiones se establecerían de forma definitiva al término del período de desarrollo precoz, y volverían más rígido el tratamiento de la información.
La plasticidad demuestra que la red neuronal permanece abierta al cambio y a la contingencia, modulable por el acontecimiento y las potencialidades de la experiencia, que siempre pueden modificar el estado anterior.
Más adelante abordaremos lo que puede considerarse una experiencia. Por el momento, basta con retener que la plasticidad transforma considerablemente la opinión generalizada sobre la función cerebral y sus relaciones con el medio ambiente y la vida psíquica.
La plasticidad permite demostrar que, a través de una suma de experiencias vividas, cada individuo se revela único e imprevisible, más allá de las determinaciones que implica su bagaje genético. Así pues, las leyes universales definidas por la neurobiología conducen inevitablemente a la producción de lo único. La cuestión del sujeto, como excepción a lo universal, se ha vuelto desde entonces tan central para las neurociencias como lo era ya para el psicoanálisis; de ahí que surja un punto de encuentro insospechado entre estos dos protagonistas, tan habituados a ser rivales.
El fenómeno de la plasticidad introduce una nueva dialéctica con respecto al organismo. A la inversa de lo que parece sugerir la idea convencional de determinismo genético, la plasticidad pone en juego la diversidad y la singularidad.
Por lo tanto, el psicoanálisis y las neurociencias ya no podrán seguir ocultándose mutuamente. Nuestra pareja debe, pues, repensar su relación.
¿Acaso el sujeto del psicoanálisis y el de las neurociencias no es el mismo?
En todo caso, el fenómeno de la plasticidad exige pensar al sujeto psicoanalítico en el propio campo de las neurociencias.
Si la red neuronal contiene, en su constitución, la posibilidad de su propia modificación; si el sujeto, al mismo tiempo que recibe una forma, participa en su formación (9) y realización; en resumen, si se admite el concepto de plasticidad, es necesario entonces introducir en el campo de las neurociencias la cuestión de lo único y, en consecuencia, la de la diversidad.

REFERENCIAS:
1). Freud, S., Abregé de psychanalyse [1938, publicado en 1946], París, PUF, 1949, p. 3 [trad. esp.: Esquema del psicoanálisis, Obras completas, op. cit., t. XXIII, p. 143].
2). Como ya lo señaló Freud en el comienzo de su obra: "La cadena de los procesos fisiológicos dentro del sistema nervioso probablemente no mantiene un nexo de causalidad con los procesos psíquicos". Freud, S., Contribution à la conception des aphasies [1891], París, PUF, 1983, p. 105 [trad. esp.: "Apéndice B: El paralelismo psicofísico", Lo inconciente, Obras completas, op. cit., t. XIV, p. 205].
3). Molière, Don Juan, acto III, escena 1, trad. de A. Cebrián, Madrid, Espasa-Calpe, 1968.
4). Sobre todo del lado de las neurociencias, como lo indica con lucidez Jacques-Alain Miller en Etchegoyen, R. H., Miller, J.-A., Silence brisé. Entretien sur le mouvement psychanalytique, París, Agalma-Seuil, 1996 [trad. esp.: El silencio se rompe, Barcelona, Eolia, 1997].
5), Morris, R. G. M. et al., "Elements of a neurobiological theory of the hippocampus: the role of activity-dependent synaptic plasticity in memory", Phil. Trans. R. Soc. Lond. B, Nº 358, 2003, pp. 773-786.
6). Kandel, E. R., "Psychotherapy and the single synapse: the impact of psychiatric thought on neurobiological research", J. Neuropsychiatry Clin. Neurosci, 13: 2, 2001, pp. 290-300.
7). Blake, D. T., Byl, N. N., Merzenich, M., "Representation of the hand in the cerebral cortex", Behavioral Brain Research, Nº 135, 2002, pp. 179-184.
8. Kandel, E. R., "Psychotherapy and the single synapse: the impact of psychiatric thought on neurobiological research", op. cit.
9. Véase a propósito de este tema el desarrollo de Catherine Malabou, en Malabou, C. (dir.), Plasticité, París, L. Scheer, 2000.
 

9/11/12

Cerebro femenino y multitarea. El estrés en el hombre y el estrés en la mujer - Dra. Sonia Lupien

Eduard Punset: ¿Cómo puedo saber si soy una víctima del estrés crónico? ¿Cómo saber si es crónico?
Sonia Lupien: Es la pregunta del millón de dólares. ¿Cómo saber cuándo es demasiado tarde? Nadie lo sabe. Lo hemos estudiado en las ratas, por ejemplo.
Yo siempre lo divido en tres fases para que la gente pueda hacerse una idea de cómo funciona.
FASE I del Estrés: La primera fase es cuando el estrés empieza a cronificarse. La digestión cambia. Cuando empiezas a tener problemillas con la digestión y debes tomarte pastillas cada dos por tres es cuando tienes el primer signo de que algo va mal. Con los niños es la primera señal. Se quejarán de dolor abdominal, pero es el estrés. Y luego sigues adelante. Sigues y sigues y sigues… Además de problemas digestivos, pronto empiezas a tener algunas pistas que deberían ayudarte a reconocer que algo va mal.
FASE II del Estrés:En algún momento, el cerebro te pedirá algo bueno. Es como si te dijera: «he trabajado muchísimo estos días, necesito algo bueno». En este punto beberás más alcohol. Fumarás más. Y si no bebes ni fumas, qué sé yo, tal vez empieces a tomar más helados... cualquier cosa que te guste… empezarás a tomarla más, porque el cerebro necesita algo para calmarse. Ésta sería la segunda fase.
FASE III del Estrés: En la tercera fase es cuando enfermas. Ahora tienes problemas de memoria, cambios en la personalidad. Te enojas más rápidamente. Aquí es cuando puede aparecer la sensación de estar quemado y la depresión.
Eduard Punset: Cuando alguien se disgusta o altera muy a menudo, ¿qué significa?
Sonia Lupien: La explicación la encontramos en la investigación con animales. Creemos que sucede lo siguiente: si se experimenta con una rata a la que se estresa de modo crónico con el mismo factor estresante en todo momento, la respuesta de estrés de la rata disminuirá, se habituará. Pero lo que se ha demostrado es que la rata se habituará a ese factor concreto de estrés, pero se volverá más reactiva de lo normal ante cualquier otro factor estresante, por lo que estará hipersensible. Lo que vemos en personas con estrés crónico es que pueden habituarse a un factor estresante crónico: pongamos que estás pasando por un divorcio muy, muy difícil, y cada día tienes una respuesta de estrés. Logras sobreponerte, pero de repente sucede algo en el trabajo, alguien te dice algo (que no es tan grave) y explotas. Cuando alguien se enoja con facilidad, se trata de un signo de que padece estrés crónico, de que está intentando abordar un factor estresante, pero se ha vuelto excesivamente reactivo a los demás.
Eduard Punset: Hay algo que me fascina de todo esto, Sonia, y es que afirmas, después de haber hablado tan mal sobre el estrés, dices: «oye, necesitáis un poco, es necesario un poco de estrés para mantener la memoria». ¿A qué te refieres?

Sonia Lupien: Sí, y aquí hay que distinguir entre el estrés agudo y el estrés crónico. Hay que evitar el estrés crónico. Pero el estrés agudo es siempre muy bueno para la supervivencia, como he dicho antes. Y lo que hemos descubierto es que la relación entre la memoria y el estrés es una función con forma de U invertida. Un poquito de estrés aumenta la memoria.
Eduard Punset: Un poquito de estrés.
Sonia Lupien: Sí. Pero cuando es excesivo, entonces disminuye totalmente la memoria. La razón es que el estrés, las hormonas del estrés, te ponen en guardia. Se trata del «subidón» que busca la gente cuando está trabajando y quiere terminar un proyecto. Pero si es excesivo, en algún momento el cerebro empieza a confundir todo lo que hay que memorizar y, por culpa del estrés, el rendimiento de la memoria disminuye.
Eduard Punset: ¿Sería correcto decir que un poco de estrés tal vez agudice la memoria a corto plazo y, sin embargo, algo irá mal si intentas atender a diferentes cosas a la vez, si prestas atención a dos o tres cosas simultáneamente, porque entonces probablemente te estresarás? ¿Es así?
Sonia Lupien: Existe la idea de que la multitarea es algo nuevo. ¡Pero al cerebro le encanta la multitarea! Si el cerebro solamente hiciera una cosa cada vez, ¡seguiríamos persiguiendo mamuts! Lo que pasa es que cuando aparece el estrés, añade otra tarea que va por encima de todo lo que estás haciendo. ¿Y por qué? Como he dicho antes, el cerebro es un detector de amenazas, y está ahí para ayudarte a detectar la información amenazante y hacer algo al respecto. Imagina que intentas hacer 2 ó 3 cosas a la vez y que estás pasando por un divorcio muy complicado. ¿Qué crees que pensarás mientras estás aquí hablando conmigo? A la vez estarás preguntándote si podrás hacerlo, si podrás hacer eso y aquello con tu esposa… Es otra tarea que persiste en tu mente todo el rato, se vuelve difícil de procesar y perjudica el resto de tareas. Y esto es lo que hace el estrés: siempre que hay una información estresante, porque amenaza tu ego o tu supervivencia, o lo que sea, el cerebro la procesa primero, y todo lo demás se vuelve irrelevante.
Eduard Punset: Teniendo en cuenta tu investigación sobre el estrés, ¿has llegado a algunas conclusiones sobre si los distintos sexos se comportan de un modo diferente ante el estrés?
Sonia Lupien: Lo que sabemos hasta ahora sobre el estrés es que, si se somete a mujeres y hombres a estrés en el laboratorio, los hombres son tres veces más reactivos, producen más hormonas del estrés que las mujeres. Al principio, los científicos dijeron que por este motivo los hombres tenían más problemas cardiovasculares, pero luego alguien apuntó que sí, pero que las mujeres también padecían más depresión, así que no tenía sentido. Y hay muchos, muchísimos estudios que intentan analizar qué puede provocarlo. Se han estudiado los efectos del apoyo social en la reactividad al estrés, porque la mejor protección contra el estrés es el apoyo social: cuando te rodeas de personas con las que hablar, eso es muy bueno contra el estrés. No obstante, se ha demostrado que, si les pides a los hombres que traigan a sus parejas para que les brinden apoyo antes de verse sometidos a estrés, y les pides a las mujeres que también lo hagan y luego las sometes a estrés, sucede lo contrario.
  Eduard Punset: ¿Lo contrario?
  Sonia Lupien: Sí, resulta que los hombres sufren menos estrés cuando tienen a sus parejas consigo, pero las mujeres se estresan más. ¡No me preguntes por qué!
Eduard Punset: ¡No me extraña!
  Sonia Lupien: No se sabe por qué… Primero dijimos que era una diferencia entre sexos, porque se trataba de hombres y mujeres. Y entonces se rehizo el estudio, y se les pidió a los hombres que trajeran a su mejor amigo (un hombre) para que les diera apoyo social antes de ser sometidos a estrés. Las mujeres debían traer a una amiga. Entonces, tras someter a ambos grupos a estrés, la cosa volvió al principio: ahora eran los hombres los que estaban más estresados. ¿Qué nos dice esto? Nos dice que los hombres y las mujeres no se benefician de las mismas personas en momentos de estrés. A los hombres les va muy bien estar con su pareja, mientras que a las mujeres parece que les va muy bien estar con las amigas. ¿Será porque en la prehistoria los hombres perseguían mamuts mientras las mujeres recolectaban frutas? No lo sabemos, pero se trata de algo que va quedando bastante claro: no nos beneficiamos de las mismas personas. Una vez que lo sabes, puedes hacer algo al respecto… Eduard Punset: ¿Sabes? Mientras escuchaba lo que decías, pensaba que a la gente le va muy bien que le digan (un centenar de veces, si es necesario) que el cerebro no está ahí para buscar la verdad, sino que está ahí para protegernos…
Sonia Lupien: Para sobrevivir.
Eduard Punset: Para enseñarnos a sobrevivir. ¡Y es increíble ver que tantas personas pasan tanto tiempo supuestamente buscando la verdad (sea lo que sea lo que signifique) y tan poco tiempo cuidándose y cuidando a la gente que tienen a su lado!

24/2/12

Consejos Antiaging: 12 puntos para enlentecer el envejecimiento cerebral - Dr.Francisco Mora


La rutina es nefasta para el cerebro humano:
http://www.ivoox.com/francisco-mora-neurologo-12-consejos-para-cerebro-audios-mp3_rf_418219_1.html
El envejecimiento es un proceso que en primer lugar no tiene porque tener ninguna connotación de patología, porque el envejecimiento puede ser un proceso fisiológico, que dependiendo de los estilos de vida, se alcanzará en forma más lenta o más acelerada.
El ser humano es lo que aprende y memoriza. Hay datos muy contundentes que entre los 26 y 30 años comienza un proceso de cambio debido a que perdemos la protección natural que teníamos para defendernos de los temibles radicales libres. Es entonces el momento de comenzar a cuidarse sí o sí, si ya no lo veníamos haciendo antes. El cerebro envejece y hay datos que a partir de esa edad cambia la capacidad atencional, cambia la y cambian los patrones de sueño del individuo. Cambia el sueño profundo por el sueño superficial. ¿Y porqué se produce este cambios se pregunta Paco Mora en su libro?. La naturaleza ya ha supuesto que a esa edad ya hemos nos hemosreproducido nuestra especie y está previsto que para que esa persona pueda cuidar de su descendencia, tenga un sueño más liviano.
LOS 12 CONSEJOS PARA RETRASAR EL ENVEJECIMIENTO:
1. COMER MENOS: Es el primero que coloco porque comer todo lo que se nos apetece es el camino más rápido para envejecer, porque comer más de lo que necesitamos aumenta el estrés oxidativo del organismo que agrede a las proteínas, a los lípidos, al ADN y al cerebro. Porque en los alimentos están los radicales libres que oxidan a nuestro organismo.
Pero también menos comida potencia la producción de nuevas neuronas en el hipocampo, la región encargada del aprendizaje y la memoria, aumenta la sinapsis y favorece los mecanismos de reparación neuronal.
2. DEPORTE DE FORMA REGULAR. Men sana in corpore sano. Al practicar deporte aeróbico de forma habitual y continuada segregamos unas sustancias que repercuten en una mayor plasticidad del cerebro. Se potencian las sinapsis entre neuronas, la clave del aprendizaje y la memoria
3. EJERCICIO MENTAL. Hacer ejercicio mental todos los días. Jubilarse no implica sentarse en el sofá de casa a ver la tele, hacer crucigramas o leer. Debemos estimular la mente con retos; por ejemplo: aprender un idioma nuevo. Es una tarea fascinante, que requiere esfuerzo, pero que produce mucho placer, porque es útil y porque provoca la admiración de los demás.
4. VIAJAR MUCHO. Viajar requiere, en esencia, aprender y memorizar, adquirir percepciones y memorias nuevas. La rutina es nefasta para el cerebro. Además, viajar genera un cúmulo de emociones, que es realmente lo que mueve a nuestras neuronas.
5. VIVIR ACOMPAÑADO. Una buena salud mental pasa por tener relaciones buenas y constantes con los demás. La transferencia emocional tiene muchas ventajas sociales. Quienes viven en pareja y tienen amigos se adaptan mejor a los cambios.
6. ADAPTARSE A LOS CAMBIOS. Adaptarse quiere decir también asumir los tiempo que corren. Si nos aislamos, si decimos “yo ya soy muy mayor para esto”, lo único que conseguimos es estresarnos emocionalmente.
7. EVITAR EL ESTRÉS CRÓNICO. El estrés crónico tiene muchas consecuencias dañinas sobre el organismo y el cerebro, libera de forma constante hormonas glucocorticoides que afectan directamente al cerebro. Lo mejor para contrarrestarlo es practicar deporte.
8. NO FUMAR. Este hábito puede producir pequeños infartos cerebrales y declinar las funciones mentales. La nicotina produce una reducción de la memoria y la atrofia y la muerte de las neuronas. Además, aumenta el estrés oxidativo en el cerebro
9. DORMIR BIEN. Necesitamos entre siete y ocho horas de sueño reparador cada noche para que nuestro cerebro pueda borrar aquella información innecesaria y reforzar los conocimientos aprendidos. También para reparar tejidos dañados.
10. EVITAR EL APAGÓN EMOCIONAL. La motivación, la ilusión, la emoción, es lo que nos empuja a tener ganas de vivir. Ése es el motor que llevamos dentro y que nos mueve a querer seguir estando vivos.
11. AGRADECIMIENTO. Agradecer es uno de los gestos humanos más bellos, que une a quien agradece y a quien recibe el agradecimiento. La vejez es un tiempo sano de agradecer, de dar, de crear nuevos lazos y dejar atrás antiguos lastres que eran causas de tensiones, angustias y pesadumbres.
12. LAS PEQUEÑAS COSAS. Ser mayor, de mente clara y sano es un privilegio. Disfrutemos de las pequeñas cosas, sin crearnos necesidades por las que tengamos que luchar para conseguirlas.

12/11/09

CLAVES PARA LA EDUCACIÓN: Como aprendemos con nuestro cerebro - Sarah J. Blakmore

Entrevista de Eduard Punset en el programa Redes de TVE -(ciclo 2009)
Eduard Punset: Sarah, hasta ahora sólo teníamos la genética, sabes, cuando nos preguntábamos qué pasaría con la educación. Ahora, la ciencia, la ciencia de la neurología y de la psicología se han unido y nos dicen que no sólo se trata de la genética, que también están las emociones, la dieta… ¡Hay tantas cosas! Bueno, de hecho, si esto es cierto, probablemente podemos hacer algo en relación con la educación, que es bastante mala en los tiempos que corren.
Sarah-J. Blakemore:
Sí, creo que en cierto modo, actualmente, la investigación va en esa dirección. Estamos empezando a ver ciertas consecuencias para la ciencia, para la neurociencia concretamente, aplicables a las políticas y a la práctica educativas. Ahora mismo, es bastante difícil sacar conclusiones porque está claro que es demasiado pronto pero, en el futuro, a medio plazo, la neurociencia tendrá muchas repercusiones en el ámbito educativo.
Eduard Punset: Y, ¿hemos obtenido ya algún descubrimiento que pueda ayudar al ciudadano de a pie? ¿Qué habéis descubierto vosotros?
Sarah-J. Blakemore: Nuestros estudios se centran en ver cómo se desarrolla el cerebro. Es una ciencia realmente nueva; de hecho, sólo existe desde hace unos cinco o diez años, desde que utilizamos tecnología como la neuroimagen -las resonancias magnéticas cerebrales- que nos permiten hacer un escáner del cerebro de una persona viva, para ver cómo se desarrolla éste a lo largo de la vida. Y estos estudios de investigación muestran claramente que el cerebro sigue desarrollándose durante décadas, y una etapa del desarrollo especialmente crucial es la
adolescencia.
Eduard Punset: Y es una crisis para…
Sarah-J. Blakemore: Bueno, lo es. Se ha escrito mucho sobre el tema desde hace siglos pero lo que no sabíamos es por qué la adolescencia representa un período de crisis, de transición cerebral, un período en el que la conciencia de uno mismo, la influencia de los semejantes, la asunción de riesgos, todas estas cosas, cambian. Hace una década, la mayoría lo hubiese asociado con cambios hormonales, pero ahora los estudios de neurociencia están demostrando que no sólo cambian las hormonas sino que, durante este período, también se producen cambios drásticos en el cerebro.
Eduard Punset: Nos dijeron que se producía una extraordinaria poda de neuronas durante la adolescencia.
Sarah-J. Blakemore: Hace unos diez años, se publicó el primer estudio sobre el desarrollo del cerebro basado en una resonancia magnética. Fue la primera prueba de que durante la adolescencia se producen muchas cosas relacionadas con el cerebro y, desde entonces, se han publicado cientos de artículos con muchísimas muestras, miles de niños a los que se les practica una resonancia cerebral cada tantos años y que revelan que hay muchas diferencias entre un cerebro infantil y un cerebro adulto.
PLASTICIDAD CEREBRAL UN NUEVO CONCEPTO:

Eduard Punset: Entonces el nuevo concepto es la plasticidad del cerebro… A diferencia de lo que se pensaba, de que con la edad las neuronas dejaban de crecer. Ahora hemos descubierto que no, que la edad no es un obstáculo y que seguimos aprendiendo y cambiando, de distintas formas pero durante toda la vida, ¿no?
Sarah-J. Blakemore: Sí, sí, es cierto. El desarrollo, los cambios en el número de conexiones celulares y también en la velocidad con la que las células se pueden comunicar… parece que todo va cambiando de forma natural durante décadas, o más incluso; y además, existe otro tipo de plasticidad que surge cada vez que aprendemos algo nuevo: cada vez que aprendemos una palabra nueva o un nuevo rostro, algo cambia en nuestro cerebro, la fuerza de las conexiones entre las células cambia… Y sabemos que podría seguir así para siempre… durante toda la vida.
Eduard Punset: Algo en lo que creímos durante años, como que podíamos estar en una habitación solos y aprender mucho, ahora nos dices que no, que no es cierto, que posiblemente la inteligencia, el desarrollo cerebral necesiten el contacto con otros cerebros. ¿Es cierto?
Sarah-J. Blakemore: Sí… Parte de mi trabajo se centra en el cerebro social, es decir, la complicada red que conecta las regiones cerebrales que se utilizan para que podamos interactuar con otras personas y entenderlas. Parece que las interacciones sociales están ahí desde el principio, desde el nacimiento, son sumamente importantes para el aprendizaje y el desarrollo. Hay estudios en Estados Unidos que demuestran que los bebés aprenden mejor si lo hacen de una persona de carne y hueso que de una pantalla de televisión o de la grabación de una voz en una cinta.
Eduard Punset: De hecho ¿los bebés pueden incluso distinguir entre la voz que procede de una pantalla de televisión y de una persona real?
Sarah-J. Blakemore:
Parece que es así según dicha investigación.
Eduard Punset:
¿Sabes qué me parece muy sorprendente? Pues que los bebés de hasta seis meses de edad puedan distinguir el rostro de un mono del de otro mono y luego pierdan...
Sarah-J. Blakemore:
Pierdan dicha capacidad, sí.
Eduard Punset:
La pierden… ¿Por qué crees que un bebé necesita distinguir la cara de un mono…?
Sarah-J. Blakemore:
No es que los bebés necesiten diferenciar un mono de otro. Lo que ocurre es que cuando nacemos podemos percibir cada sonido y cada rostro, pero perdemos la capacidad de distinguir, por ejemplo, entre rostros y sonidos que no están demasiado presentes en nuestro entorno. Por ejemplo, un bebé, un bebé humano no tendrá que ver rostros de monos, por eso no tiene sentido que invierta mucha energía cerebral en diferenciar las distintas caras de los monos. Y entonces, probablemente, se pierden las conexiones que le permiten procesar lasdiferencias entre estos rostros, mientras que las conexiones restantes, las que le permiten
distinguir entre rostros humanos, se ven reforzadas.

PERIODOS CRITICOS DEL APRENDIZAJE:
Eduard Punset: Una cosa que me fascina, y supongo que a muchos ciudadanos también, es algo que tiene que ver… Bueno, tú lo llamas creo, los períodos críticos del aprendizaje. Por supuesto tenemos los ejemplos terroríficos de dos premios nobeles, no me acuerdo de cómo se llaman…
Sarah-J. Blakemore: Hubel y Wiesel que hicieron experimentos con gatitos. Privaron a los gatos de visión… y los pobres gatitos perdieron el sentido de la vista… En cierto modo, esto demostró que hay etapas críticas para el aprendizaje. ¿Se parecen los humanos a los gatos en este sentido o tienen otros períodos críticos?
Sarah-J. Blakemore:
Bueno, al decirlo así has omitido el final de la historia. Lo que estudios posteriores han demostrado es que se puede obtener cierta recuperación de las funciones, o sea, que si sometemos a un gato que ha perdido el sentido de la vista, que ha perdido un desarrollo normal del córtex visual, a un entrenamiento intensivo… se le puede entrenar cerebralmente para que recupere la vista en condiciones más o menos normales. Es decir, que no deberían interpretarse como períodos críticos en el sentido de que una vez transcurridos ya no hay nada que hacer, sino más bien como períodos sensibles, períodos que son particularmente buenos para adquirir información y desarrollar ciertos aprendizajes.
Eduard Punset: Algo que me fascina de todo esto es ver…., y lo he visto con mis nietas, es la relación entre la palabra escrita, cuando aprenden a escribir, y una pintura o un color. Quiero decir que cuando eran más pequeñas, lógicamente, les resultaba más fácil reconocer una pintura que una palabra escrita pero con la edad, no hay nada que pueda contener la fuerza imperiosa de la palabra escrita, es como un lavado de cerebro. ¿Por qué las palabras se vuelven tan importantes, la lengua escrita frente a otras?
Sarah-J. Blakemore: Creo que una vez has aprendido a leer, no puedes hacer nada para evitarlo. Si ves una palabra que puedes leer, tu cerebro lo procesa aunque sea una desventaja; de ahí que existan estas graciosas tareas que se conocen como las stroop tasks en las que… puedes intentarlo… escribes el nombre de una palabra, por ejemplo, escribes la palabra “azul” pero con tinta verde, y la tarea consiste en nombrar el color de la tinta.
Y eres mucho más lento si el color de la tinta es distinto del color de la palabra porque tu cerebro no puede evitar leer la palabra y esto interfiere con el hecho de nombrar el color azul. Y así se demuestra que la lectura se automatiza cada vez más conforme aprendemos a leer. Cuando aprendemos a leer, no
podemos dejar de hacerlo.
Eduard Punset: Sarah, me han comentado que se podría desarrollar el concepto de plasticidad cerebral, de hecho se podría hacer después de dos o tres experimentos.
Sarah-J. Blakemore: Bueno, uno de los primeros experimentos fue un estudio hecho en Londres sobre los taxistas londinenses, de una de mis colegas en la Universidad de Londres. Allí, para llevar un taxi tienes que saberte no sé cuántos miles de rutas, creo que son unas veinticinco mil rutas... Tienes que aprendértelas todas de memoria. Así que se trata de personas con una memoria espacial prodigiosa. Ella los estudió y se fijó en la estructura y funciones de sus cerebros. Y lo que descubrió fue que, comparado con otros conductores, el hipocampo, que es una parte del cerebro que se encarga de la memoria y del aprendizaje espacial, una parte de éste era mayor en los taxistas comparado con otros conductores. Y el tamaño de esa parte del hipocampo
tenía que ver con el tiempo que habían estado conduciendo taxis, cosa que sugería que realmente el tamaño tenía que ver con la necesidad de moverse por Londres.
Eduard Punset: O sea que, la gente que siga creyendo que no se puede hacer nada, o casi nada, en torno a lo que somos, que tenemos el cerebro que tenemos y punto…, bueno, que vaya cambiando de opinión porque, fíjense, a los taxistas, aquí, en Londres, les ha crecido el hipocampo simplemente a base de memorizar los nombres de las calles. Sarah, y parece que hay otro ejemplo que tiene que ver con…
Sarah-J. Blakemore: Con los músicos… Hay estudios sobre violinistas expertos cuyos cerebros, más concretamente, la parte de sus cerebros que controla el movimiento de los dedos de la mano izquierda, porque utilizan la mano izquierda…
Eduard Punset: Todo está en la parte derecha entonces…
Sarah-J. Blakemore: Sí, el hemisferio derecho es mayor en los violinistas expertos. De hecho, creo que se trató de un descubrimiento especialmente importante para los violinistas que practicaban desde la infancia y menos importante para los violinistas que aprendieron de mayores. Además, actualmente hay estudios muy interesantes sobre las personas que aprenden a hacer malabarismos, que aprenden a hacer juegos malabares con pelotas. Si comparamos el cerebrode personas antes de que hayan aprendido a hacer malabarismos y después de tres meses de aprendizaje, la parte del cerebro que interviene en el procesamiento de los movimientos visuales, el hecho de tener que seguir la trayectoria de la pelota, incrementa el tamaño del cerebro. Y algo interesante es que si dejan de practicar durante tres meses, el cerebro se encoge y vuelve a su estado original. O sea que tiene mucho que ver con este concepto de la plasticidad cerebral. Hay que entrenar el cerebro y seguir practicando porque sino vuelve a donde estaba…
Eduard Punset: Yo solía burlarme de la gente que hace crucigramas en el periódico pero me contestaban: “Es para recordar mejor, para mejorar mi memoria”. ¿Así que de verdad estaban mejorando su memoria…?
Sarah-J. Blakemore:
Sí, bueno, hay muchos estudios sobre ello porque ahora se pueden comprar videojuegos nuevos, como por ejemplo, Brain training, no sé si has oído hablar de ese videojuego. Sin embargo, es un tema polémico porque se trata de saber para qué sirve realizar este tipo de ejercicios: crucigramas, puzles enormes, y este tipo de cosas. Creo que el consenso general, desde un punto de vista neurocientífico, es que entrenarse en este tipo de actividades claramente mejora o cambia la parte del cerebro donde se encuentran esas habilidades. Es
decir, que si haces muchos crucigramas cada vez los harás mejor, y la razón van a ser ciertos cambios cerebrales.. Pero la cuestión es saber si esto tiene un impacto para cualquier otra habilidad.
Eduard Punset:
En las habilidades en general…
Sarah-J. Blakemore:
Sí, si es general. No hay ningún indicio de que así sea y habrá que seguir investigando.
Eduard Punset:
Pero si todo esto de lo que estamos hablando contiene aunque sólo sea una media verdad, entonces las perspectivas de cambio para la educación son inmensas.
Sarah-J. Blakemore:
Sí, estamos empezando a saber mucho más sobre lo que sucede en el cerebro cuando aprendes cosas distintas como matemáticas o cuando aprendes a leer y a escribir, cuando interactúas socialmente o cuando utilizas distintos métodos de aprendizaje. Pero creo que lo más importante que hay que recordar es que todo ello va a tener consecuencias para la educación.
Eduard Punset:
Estoy pensando ahora en un amigo mío, que tiene mi edad o quizás un poco más joven, es italiano, y tú lo conoces muy bien porque descubrió en los monos…
Sarah-J. Blakemore:
Las neuronas espejo.
Eduard Punset:
Así es. Y descubrió que con sólo mirar a alguien haciendo algo, tú aprendes a hacerlo también. Y si intentas imitar lo que el otro estaba haciendo, entonces, aprendes más deprisa. ¡Habría que intentar aplicarlo a la educación!, ¿no crees?
Sarah-J. Blakemore:
Sí, y hay otros ejemplos que van en esa misma dirección como cuando simplemente te imaginas haciendo algo, por lo que se activan las mismas regiones cerebrales que cuando realmente haces lo que habías imaginado. Lo que significa que la práctica mental puede ser eficaz ya que si nos imaginamos haciendo algo, no sé, corriendo por ejemplo, puede influir en nuestra velocidad (bueno, es una influencia muy sutil pero significativa), en cosas como la fuerza de nuestros músculos. Con sólo imaginarlo, sin hacer absolutamente nada. Y se supone que es porque cuando lo imaginamos se activan las mismas regiones cerebrales que cuando hacemos ejercicio de verdad.
Eduard Punset:
Recuerdo que en una ocasión me encontraba en Boston con uno de los mayores expertos en nutrición del mundo y al final de la conversación me dijo: “Mira, Eduardo, la nutrición y la dieta son muy importantes para la salud pero hacer ejercicio es todavía más importante. Esto es lo único que sabemos seguro”. Así que parece que hacer ejercicio es muy importante para la salud.
Sarah-J. Blakemore:
Sí, se trata de un tema muy interesante. De hecho, no sabemos cómo influye a largo plazo el ejercicio en el cerebro humano pero lo que sí sabemos de distintos estudios hechos con ratones y ratas es que el ejercicio influye en el cerebro. Es en aquella parte del cerebro, el hipocampo, que se encarga de la memoria y del aprendizaje, donde más influye el ejercicio. Hay estudios de hace algunos años que demuestran que cuando los ratones pueden hacer todo el ejercicio que quieren, nuevas células tienden a crecer en su hipocampo, muchas más que en los ratones que no pueden hacer actividad física.
Eduard Punset:
¿Entonces, es posible que sus músculos sean más grandes y al mismo tiempo tengan más memoria?
Sarah-J. Blakemore:
Sí, y esto se refleja también en tareas memorísticas ya que los ratones que podían moverse a su antojo obtuvieron mejores resultados en ejercicios memorísticos.
Eduard Punset:
Estamos descubriendo por primera vez que es cierto que existen períodos críticos en el aprendizaje de una persona. Hay idiomas, hay cosas que es mejor aprenderlas a una edad determinada que en otras. Bueno, otro descubrimiento. Estamos viendo que realmente es prácticamente imposible aprender solo. Uno aprende cuando se relaciona con los demás y esto, esto echa por tierra cosas que habíamos creído durante centenares de años. Es la gran revolución educativa, o más bien, es la gran revolución de la entrada de la ciencia en el sistema educativo.


Entrena tu cerebro, cambia tu mente:
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